Nada peor que ser el protagonista de un chisme que irá pasando de boca en boca, escondiéndose en la clandestinidad, y que irá variando su contenido según los agregados que le haga cada uno de sus receptores. Y es que poco le importa a quien lo difunde el impacto que pueda tener sobre la 'víctima' del rumor, aunque lo más probable es que ésta nunca se entere.
El chisme es tan antiguo como el mundo y, hasta el filósofo griego Epícteto, se ocupó de él dando un sabio consejo: "Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti, no te empeñes en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe tus otros vicios, y que de conocerlos, hubiera hablado mucho más".
Consultado por Infobae América, Pedro Horvat, -médico, psicoanalista y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina- se refirió al placer que provoca el chisme. "En primer término, uno muy infantil: el de un niño 'voyeur' que espía la sexualidad de sus padres y se entera de cosas. En segundo lugar, colocarse en el puesto del saber: "Yo tengo acceso a lo que el resto ignora"", explicó.
Revelar y compartir supuestas intimidades de otros, tiene además otros sentidos: permite desidealizar, pues ricos, famosos y poderosos tienen finalmente las mismas pasiones y debilidades que el resto de los humanos, añadió Horvat. "También deja un lugar para la destrucción envidiosa: "Ah, no era tan bueno"", indicó.
El profesional sostuvo también que los famosos son idealizados y envidiados, por eso su intimidad resulta tan atractiva. Esto es aprovechado por algunos como truco publicitario, revelando o permitiendo que se conozcan "accidentalmente" detalles de su vida privada.
Laura Palacios también es psicoanalista y escribió un interesante trabajo titulado 'El secreto y el chisme', publicado en la revista Redes de la Letra, Número 14, donde efectúa un pormenorizado e interesante análisis sobre el chisme. Además, es autora de los libros 'Hadas, una Historia Natural', 'Relatos', 'Yo era una Reina Delicada' y 'La Verdadera Historia de las Hadas'.
Entrevistada por Infobae América, la experta manifestó que, a pesar de que la intimidad ajena puede resultar atractiva, su destrucción no es un progreso sino una peligrosa involución.
-¿Por qué nos atrae tanto hablar del otro?
Es que el otro, nuestro semejante, nunca está excluido del hablar cotidiano. Y el chisme siempre necesita a un tercero ausente y perjudicado. Si nos pusiéramos meticulosos, podríamos ver que la circulación del chisme comienza con un acuerdo, con una pequeña mascarada que pone en juego la intención de inmovilizar su carrera: "Júrame. Júrame que no va a salir de tu boca". Que parezca un secreto.
Pero hay un segundo pacto, más tácito y subterráneo, que entraría en la gama de lo no dicho. Esa es la cláusula motriz, la que garantiza la supervivencia del chisme. La que da por sentado que ese receptor particular hará lo necesario para mantenerlo con vida. ¿Cómo?, ¡difundiéndolo!
-Pero ¿qué le sucede a la víctima del acto chismoso? ¿Por qué, algunas veces, el 'puñal 'se clava tan profundo que llega a rasguñar la delicada membrana de la intimidad?
Verdaderos o falsos, puestos a rodar, estos dichos ponen en boca de otros algo que nos afecta profundamente. Freud habló de ciertos aspectos del psiquismo que, naturalmente, deberían permanecer al margen, guardados y no revelados.
Sin duda que la intimidad del otro puede resultar atractiva. De ello dan cuenta los obscenos programas que pueblan, por ejemplo, la televisión argentina. Pero sepamos que la destrucción de la intimidad no es un progreso, sino una peligrosa involución. Creo que se está perdiendo ese respeto necesario y saludable que provoca la reserva del otro.
-¿Es real que las mujeres son más chismosas que los hombres o ello es solo un mito?
El máximo diccionario de nuestra lengua adjudica al chisme la malévola intención de "indisponer a unas personas contra otras". El chisme y su sinónimo, la murmuración, son "conversaciones en perjuicio de un ausente." Si bien es cierto que salpimienta la vida de los humanos, las malas lenguas no dejan de insinuar que se están refiriendo a la rama femenina de la especie de Adán. Lafontaine decía que un secreto es una carga demasiado grande para ser llevada por las espaldas femeninas.
-¿Qué función social cumple el chisme?
Es hijo de la ligereza y del invento. Injurioso o trivial, más falso que verdadero, está inscripto en los avatares de la vida cotidiana. Es cercano al chiste, ya que ambos fenómenos aderezan y dan consistencia al lazo social. Por eso, se cuelan en la fiesta del lenguaje y en los pasillos de nuestras instituciones.
Y no sólo aceitan las bisagras del funcionamiento social, sino que nos recuerdan que estamos divididos. Que somos de luz y sombra. Que hay pelusa debajo de las alfombras.
El chisme no existe fuera de la vida social, porque depende de la presencia de otro para seguir existiendo. En este caso particular, de la complicidad de otro, porque es gregario, necesita testigos. Se sabe: más temprano que tarde, quien recibe una noticia o se entera de algún dato que pueda transformarse en murmuración, arderá en ganas de descoser la boca y dejarlo escapar.
-¿Cuáles son los orígenes del chisme?
El chisme es un hecho de lenguaje y de deseo, excitante en diversos grados. Sin el deseo siempre un poquito apremiante de uno por contarlo y del otro por escucharlo, no hay chisme. También es un elemento que abrocha algo entre dos personas, que incluso pueden apenas conocerse, pero si de pronto una de las dos deja caer un chisme, ahí se arma algo de coparticipación: ya somos del mismo equipo, te hago depositaria de una información especial.
En general, en todas las lenguas, el chisme está asociado de alguna manera a la maledicencia. Como si conllevara casi siempre esa porción de veneno, como si fuera un 'recipientito' que transporta una idea teñida de hostilidad, algo que pincha
-¿Qué relación existe entre el secreto y el chisme?
Por lo general no existe secreto que no sea compartido. Igual que el chisme, éste necesita de un cómplice y de uno o más terceros excluidos. Lo mismo que el chisme, el secreto es un saber. Pero un saber escamoteado, al que se pone en reserva y se retira de circulación.
Pareciera que, tarde o temprano, la ley de lo sumergido es el reflotamiento, "No hay nada escondido entre el Cielo y la Tierra", reza el proverbio. Sobre todo en lo que concierne a las cosas del decir, somos dueños de nuestros silencios pero esclavos de nuestras palabras.