El reclamo sindical al que asistimos en estos días tiene su origen en las inconsistencias del modelo. Un modelo que ya no puede pagar salarios por encima de la inflación, como hacía en el pasado, sobre todo en el sector formal de la economía; un modelo que ya no crea empleos en el sector privado, como los creaba cuando el dólar era caro; un modelo con un Estado quebrado que ya no puede suplantar al sector privado en la generación de puestos de trabajo, como lo venía haciendo en los últimos tres años.
De estas inconsistencias del modelo surgen los reclamos de los trabajadores. Mientras el Estado fue solvente podía disimular esas falencias. Ahora, cuando se hace notoria la falta de recursos en el Estado, ya no se puede ocultar más la realidad y los reclamos que hoy formula el Sindicato de Camioneros son los primeros de una serie de reivindicaciones de los trabajadores que se van a ir sucediendo en el futuro inmediato.
El deterioro de la economía pone en evidencia las falencias que antes se podían disimular y que afectan sobre todo a lo social. Salarios que van perdiendo poder de compra frente a la inflación, suspensiones y eliminación de horas extra son factores que lamentablemente se van a ir incrementando en el tiempo por el decaimiento del nivel de actividad. La inflación es un tema grave pero más lo son los problemas de empleo que se están empezando a ver, sobre todo en el interior.
En este contexto, resalta aún más lo injusto de que trabajadores que ganan sueldos bajos deban tributar ganancias. Y ello se debe sólo a la inflación. Estos mismos asalariados no deberían pagar este impuesto si no estuviéramos viviendo un proceso inflacionario. La misma injusticia se comete con los jubilados que en algunos casos tributaron durante 40 años el impuesto a las ganancias para obtener su jubilación, y deben seguir haciéndolo luego de retirarse.
Hace más de 50 años, Perón introdujo como un beneficio para los trabajadores el cobro del aguinaldo. Hoy, producto de la inflación, los trabajadores pierden ese aguinaldo pagando el impuesto a las ganancias.
La inflación es la madre de todos estos problemas. Haber ocultado durante estos últimos 5 años un proceso inflacionario que para la sociedad era tan evidente provoca hoy los reclamos de los trabajadores.
El enfriamiento inexorable del nivel de actividad tiene que ver con una combinación de factores que incluye la inflación, la falta de inversión, el dólar barato, la pérdida de competitividad y la falta de confianza de los agentes económicos en el gobierno.
El contexto internacional todavía es favorable a la Argentina. Probablemente, dada la crisis mundial, deje de ser tan favorable en el futuro y quizá entonces sí se pueda culpar a factores exógenos. Pero hoy, el proceso de estanflación que vivimos, es decir de enfriamiento del nivel de actividad con una inflación alta -más alta que la del 2011-, es responsabilidad exclusiva del deterioro del modelo. La soja sigue superando los 500 dólares la tonelada y con Brasil todavía mantenemos una relación cambiaria muy favorable.
Por lo tanto, la aceleración del deterioro de la economía argentina en los dos últimos dos meses es atribuible exclusivamente a la mala praxis del gobierno, a su negativa a asumir los problemas y a cierta soberbia para afrontar los conflictos.
Cada vez es mayor la distancia entre la realidad y el relato. Hay mucho malestar y descontento y el modo de actuar del gobierno, especialmente en los últimos dos meses, además de una gran incertidumbre y temor, provoca también indignación en los argentinos.
Es de esperar que el gobierno revierta la situación de tensión social porque tiene tres años más de gestión por delante. Con un buen diagnóstico de la realidad, y bajando la soberbia, no es tan difícil revertir esto porque el mundo no se nos cayó encima -por lo menos no todavía-; somos nosotros los que nos descolgamos de él.
Rogelio Frigerio es economista y legislador por el PRO