La intención fue medir el impacto que tendría un aterrizaje forzoso sobre los cuerpos humanos y el fuselaje de la aeronave, a fin de disminuir el riesgo de muerte de los viajantes. Maniquíes con sensores ocuparon el lugar de los pasajeros y todo fue supervisado y analizado por un equipo de científicos.
La expedición partió del Aeropuerto Internacional de Mexicali, en el estado mexicano de Baja California. Los pilotos volaron el avión hasta el desierto de Laguna Salada y, segundos antes de estrellarlo, se eyectaron. Los metros finales y el aterrizaje fueron dirigidos a control remoto desde una aeronave que iba por encima del Boeing.
La NASA había implementado un proyecto similar hace 30 años. Sanjay Singhal, productor ejecutivo de Dragonfly Film and Television Productions, la realizadora, sostuvo que "con las mejoras en la filmación y la tecnología de control remoto, pareció que el momento era adecuado para hacerlo de nuevo". Todo fue filmado desde distintos ángulos por muchas cámaras que se situaron en lugares estratégicos dentro y fuera del avión.
Para el experimento se tomaron numerosas precauciones, como la disposición de una zona de exclusión y la cobertura del proceso mediante un intenso secretismo, para alejar a los curiosos. Así, se desarrolló de acuerdo a lo planificado y no hubo accidentes ni daños materiales por fuera de la propia aeronave.
El documental con todas las imágenes podrá verse a fin de año por las cadenas The Discovery Channel de Estados Unidos; Canal 4 de Gran Bretaña y ProSiben de Alemania.