Con el título de Diplomacia y derechos humanos en Cuba: de la Primavera Negra a la liberación de los presos políticos, esta compilación reúne los testimonios de diplomáticos sobre sus vivencias en La Habana, así como una entrevista con el escritor chileno Jorge Edwards, pionero en los años 1970 en la experiencia de ser declarado "persona non grata" por el régimen cubano por haberse negado a dejar de frecuentar a intelectuales críticos del castrismo.
A imagen y semejanza de los diplomáticos que auxiliaron a ciudadanos judíos durante la Segunda Guerra Mundial o de los que asistieron a los opositores perseguidos bajo las dictaduras del Cono Sur en los 70, muchas embajadas en la capital cubana intentan respaldar a las personas cuya libertad de expresión y derecho a la información -entre otros- son conculcados en Cuba.
Victimizándose con el bloqueo, "el único régimen comunista de América Latina, y uno de los pocos del planeta, ha aplicado el principio de no intromisión para prevenirse de quienes osaran cuestionar su desprecio a las libertades y los derechos humanos", dice Jorge Elías en el prólogo de este libro editado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) y la Fundación Konrad Adenauer. "¿Quiénes, sino los diplomáticos extranjeros, iban a echarles una mano a aquellos que aún se sienten hostigados por esa suerte de Gran Hermano llamado Estado o Revolución?", pregunta Elías.
El libro, compilado por Gabriel Salvia, presidente del CADAL, destaca precisamente el trabajo de estos representantes extranjeros acreditados en La Habana en el respaldo a las personas perseguidas por su disidencia política y sus reclamos de libertad.
Parte significativa de esta labor diplomática se inició durante la Primavera Negra de Cuba (en el año 2003 el régimen apresó a más de 75 disidentes), cuando el embajador de Alemania en La Habana, Hans-Ulrich Lunscken, adoptó como costumbre el invitar a representantes de la incipiente sociedad civil cubana a las recepciones del día nacional de su país. Esta "diplomacia del canapé" fue adoptada desde entonces por otros gobiernos, en especial europeos.
"Los diplomáticos tienen que equilibrar obligaciones aparentemente opuestas de no interferencia, involucramiento oficial, una perspectiva de desarrollo de largo plazo y solidaridad democrática inmediata", escribe desde el anonimato un funcionario de una representación latinoamericana en La Habana.
No sólo eso. Algunos también deben lidiar con la incomprensión de sus propios gobiernos que en ciertos casos siguen adscribiendo a una visión romántica de la Revolución Cubana y a la teoría de que las libertades individuales son secundarias si un régimen le garantiza a sus gobernados el pan de cada día. Una supuesta justicia social de la cual el castrismo no ha cesado de jactarse. Pero 50 años de no-desarrollo económico no pasan en vano.
"Conocí de primera mano los serios padecimientos de la población de a pie -dice el diplomático antes citado-, en especial en aquellos aspectos que la Revolución Cubana se encarga permanentemente de destacar, como la salud y la educación, que enfrentan serias deficiencias. (...). El 90% de las quejas se relacionaban con aspiraciones elementales, como poder comprarse una vivienda modesta o un vehículo, viajar o disponer de recursos para alimentar mejor a sus hijos sin depender de la famosa libreta de abastecimiento".
Como para contradecir los argumentos de quienes defienden desde el exterior el sistema castrista sobre la base de estos logros sociales que, en su visión, vuelven secundarias, cuando no fútiles, otras libertades -de expresión, de reunión, de asociación- de las que por supuesto no aceptarían ser privados en sus propios países.
La principal causa del atraso cubano, concluye este diplomático, que -vale aclarar- se declara totalmente contrario al embargo norteamericano, es "la terca adscripción a un sistema colectivista obsesivamente preocupado por evitar hasta la menor diferencia social vinculada con el esfuerzo individual".
Debido al férreo control que ejerce el Gobierno y al perfecto monopolio estatal de prensa que impera en Cuba, "la principal oposición y condena que recibe el régimen cubano proviene del exterior, a través de organizaciones de la sociedad civil, periodistas, intelectuales, algunos Gobiernos y, ocasionalmente, organismos internacionales", escribe Gabriel Salvia.
Esto no deja de tener una réplica: "La dictadura cubana dedica enormes recursos y actividades a su política exterior, para obtener una legitimidad de la cual internamente carece", dice el director del CADAL. Unas 148 representaciones en el exterior, además de la actividad del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y "una suerte de 'clientelismo político' global, comprando favores a cambio de becas a estudiantes extranjeros y enviando a médicos y maestros en 'misiones internacionalistas', para obtener en organismos internacionales los votos que no conseguirían internamente y legitimarse en el poder", constituyen las herramientas del castrismo para contrarrestar la denuncia exterior, según explica Salvia.
Para mejor valorizar la tarea desarrollada por estos funcionarios extranjeros, CADAL instituyó un premio a la Diplomacia Comprometida en Cuba. El sueco Ingemar Cederberg (foto relacionada) fue uno de los ganadores en 2009-2010. De su desempeño al frente de la embajada de su país en La Habana (de 2005 a 2010) recuerda: "Durante mis 18 años en distintas funciones diplomáticas en América Latina no he conocido violaciones contra la libertad de expresión tan vilmente elaboradas como en el caso de Cuba. Por ejemplo, la violación del derecho a Internet, del derecho de organizarse y reunirse. Nunca se me borrarán de la mente las fuertes impresiones que he sentido por los contactos humanos con los disidentes cubanos".
Cederberg denuncia también los intentos de las autoridades cubanas de infiltrar a supuestos disidentes en las reuniones que organizaba en la Embajada de Suecia en La Habana donde, entre otras iniciativas, puso un café Internet a disposición de quienes lo necesitaran.
Otros ganadores en el período 2003-2008 fueron: Daniel Gromann, ex encargado de negocios de la embajada de Polonia; Stanislav Kázecky, ex primer secretario de la embajada de la República Checa; Michael Parmly, ex jefe de la oficina de intereses de Estados Unidos; Melanie Hopkins, ex 2ª secretaria de la embajada de Gran Bretaña; Hans-Ulrich Lunscken (fallecido en 2008), ex embajador de Alemania, y Andrea Brouillette-Rodríguez, ex funcionaria de la oficina de intereses de los EEUU.