El estudio de la institución científica británica asegura que, en la actualidad, existen dos objetivos en la investigación del cerebro en el marco de las fuerzas armadas: mejorar el rendimiento de las tropas propias y debilitar a los oponentes.
El trabajo, que fue redactado por un grupo de expertos en neurociencia, seguridad, psicología y ética, propone una amplia variedad de usos para los avances en esa materia. La mayoría de ellos, para "crear" soldados de excelencia, pero otros tienen que ver con afectar, mediante drogas, el accionar del enemigo.
Los expertos proponen abandonar las etapas por las que pasa el personal militar en la actualidad -contratación, formación, rendimiento y rehabilitación de las lesiones- y reemplazarlas por procesos mediados a través de la neurotecnología.
Los avances en dispositivos de esa área permitirían, por ejemplo, "optimizar el rendimiento en combate y proporcionar regímenes más efectivos de rehabilitación". También posibilitarían escanear el cerebro de los aspirantes para detectar cualidades que se requieren en una situación de conflicto tales como la rápida toma de decisiones, el estado de alerta, la memoria, la capacidad de realizar múltiples tareas.
"Las neurotecnologías emergentes permitirán tanto el seguimiento como la manipulación de los mecanismos neuronales que sustentan estas habilidades", señala el documento.
En un pasaje más polémico del trabajo se incluyen tratamientos farmacológicos deseados para avanzar un paso más en el perfeccionamiento del estado de alerta de los soldados. Destaca que muchos de ellos ya son usados por la sociedad civil.
El texto menciona una serie de drogas, como las anfetaminas -destaca su empleo dentro de las fuerzas estadounidense-, el Ritalin -discutido medicamento recetado a niños con desórdenes de atención-; modafinil; la cafeína y la nicotina. Indica que pueden colaborar a ampliar la capacidad limitada de almacenar información.
El estudio también contempla la utilización de drogas que funcionen a nivel cerebral para incapacitar de forma temporal al enemigo, por ejemplo, haciéndolo dormir.
Sin embargo, esos desarrollos no serán posibles en el futuro próximo debido a los acuerdos internacionales que prohíben a las armas de ese tipo, como la Convención de Armas Químicas.
La Royal Society también menciona nuevas aplicaciones para los avances en tecnologías de interfaz neural que actualmente se usan para ayudar a soldados que sufren parálisis, tienen miembros amputados -posibilitan el control de las prótesis- o padecen trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Pero esas mismas aplicaciones, en los próximos años, pueden desarrollarse aún más para permitir conectar directamente al cerebro las armas o los aviones no tripulados.
Como el cerebro procesa más rápido las imágenes que otras informaciones "un arma conectada a un sistema de interfaz neural podría ofrecer ventajas significativas, en términos de rapidez y precisión", afirman los investigadores.
El análisis menciona a países que, desde el fin de la Guerra Fría, buscan innovar en el campo de la defensa nacional y ven en la neurotecnología el futuro de sus ejércitos. Los Estados Unidos y Rusia, señala, avanzaron en la formulación de agentes químicos incapacitantes. Reino Unido, en tanto, está interesado en aplicaciones hostiles para poder crear mecanismos que contrarresten sus efectos.