Padre Marcelo, el sacerdote brasileño que llena estadios hablando de Dios

El catolicismo del país más poblado de América Latina cambia de rostro con la propagación de los carismáticos. Su estrella es un cura cantante que ya ganó 12 discos de platino

Guardar
El catolicismo del país más poblado de América Latina cambia de rostro con la propagación de los carismáticos. Su estrella es un cura cantante que ya ganó 12 discos de platino
  163
163

ROMA - Brasil, que será teatro de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, es el país con el más elevado número de católicos del globo, delante de México, Filipinas, Estados Unidos e Italia.

Pero mientras hasta 1980 los católicos eran un promedio de nueve sobre diez brasileños, hoy los pertenecientes a la Iglesia de Roma han descendido hasta los dos tercios de la población. El resto ha pasado en gran parte al protestantismo. A un protestantismo casi todo de tipo carismático, pentescostal.

Celebraciones festivas, música, canto, sanaciones, lenguaje inspirado: los caracteres del pentecostalismo están próximos a esa religiosidad popular que la Teología de la Liberación -en auge en la Iglesia católica brasileña durante los años 70 y 80- juzgaba negativamente, acusándola de falta de compromiso social.

Pero, entre tanto, el pentecostalismo se propagaba con rapidez desbordante también dentro de la Iglesia Católica, en una forma ortodoxa, con el nombre de Renovación en el Espíritu. Y la jerarquía decidió darle espacio. El cardenal Cláudio Hummes, uno de los líderes más visibles de la Iglesia Católica brasileña, de sus juveniles simpatías por la teología de la liberación se convirtió en ferviente sostenedor de la Renovación en el Espíritu.

Hoy, según las estimaciones de un estudioso digno de confianza como David Barret, los protestantes pentecostales y los católicos carismáticos totalizan juntos en Brasil ochenta millones de fieles, el 40 por ciento de toda la población. De éstos, los católicos serían cerca de 35 millones.

"El acontecimiento del padre Marcelo Rossi" -comenta Massimo Introvigne, sociólogo de las religiones- es el ejemplo más sorprendente de esta versión católica del pentecostalismo, la cual es en el fondo también una 'nueva evangelización'".

El padre Marcelo Rossi es el sacerdote católico brasileño al que se refiere un artículo de Andrea Galli, publicado el domingo 22 de enero de 2012 en Avvenire, el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, con el título Marcelo Rossi: el sacerdote cantante que apasiona a Brasil. A continuación, algunos extractos.

"Ya ha llegado la cruz de 42 metros y está erigido el palco con el altar dominado por la imagen de María. La gente llega de a poco, arrodillándose en los 6000 metros cuadrados de este oasis de paz en la periferia sur de la metrópolis brasileña. Se trata del santuario Theotokos, la Madre de Dios, inaugurado el pasado mes de diciembre, luego de casi cinco años de trabajos. Una arena capaz de hospedar hasta cien mil personas, un inmenso espacio sin columnas y cubierto por un techo proyectado por el arquitecto Ruy Ohtake.

Es la más grande iglesia católica del Brasil y de todo el continente sudamericano. Es el signo tangible del éxito que acompaña al sacerdote que la ha querido y realizado, recibiendo donaciones e invirtiendo las ganancias de sus productos discográficos y editoriales: el padre Marcelo Rossi, de 44 años de edad, un metro y 94 centímetros de altura, cuerpo de atleta y mirada dulce.

El padre Marcelo es la punta de lanza de la renovación carismática católica en Brasil, el que ha estado en condiciones de convocar a 3 millones de personas en el autódromo de San Pablo en el 2008, en un encuentro de música y oración (...). Desde 1998 hasta hoy ha vendido con sus álbumes doce discos de platino, (se otorgan cuando las ventas superan el millón de discos). Su último libro, Ágape, fue durante un largo tiempo el bestseller del 2011, con picos de venta alcanzados en el pasado sólo por Paulo Coelho.

Este hijo carismático, en sentido literal, de una pareja de la clase media burguesa de San Pablo, se aleja de la Iglesia en la adolescencia, para dedicarse al deporte y obtener [el diploma] de profesor de educación física. A los 21 años, perturbado por una serie de muertes en su familia, medita sobre las vanidades de la vida y vuelve a los sacramentos, madura su vocación al sacerdocio, ingresa al seminario y es ordenado en 1994. Rápidamente comienza a hacerse notar por sus homilías, por su capacidad de involucrar a los fieles y de mantener la atención en su parroquia de la diócesis de San Amaro. Se hace conocer en ocasión de un encuentro que organiza con el título "Soy feliz de ser católico", en el que participan 70 mil personas. De allí en adelante crece en forma incesante. En 1998 comienza como cantante y graba Música para alabar al Señor, que vende 4 millones de copias, seguido muy de cerca por el álbum Un regalo para Jesús.

En el 2000 salió a la venta Canciones por un nuevo milenio y en el 2001 Paz, con música de Roberto Carlos. En el 2002 [fue nombrado] rector del santuario Tercio Bizantino. En el 2003, filma su primera película, María, Madre de Dios, que vació los cines brasileños y se clasificó en el 7º lugar en las listas de películas más vistas. El año siguiente es la ocasión de otra película, Hermanos en la fe, mientras su nuevo portal en Internet es un boom de visitas. (...)

Comprender las razones de tal éxito no es un ejercicio fútil, porque significa comprender también qué es lo que se movió en profundidad en el catolicismo brasileño a partir de los años'90.

"Cuando encontré la fe - dijo el padre Marcelo en una entrevista - era un período en el que la Iglesia estaba inmersa en las cuestiones políticas, por influjo de la teología de la liberación. Teología que ha tenido ciertamente un rol positivo durante la dictadura, pero que ha dejado un vacío. Yo había perdido un primo y andaba en búsqueda de la palabra de Dios, pero ingresaba a una iglesia y sentía hablar de política. Desde ese momento comprendí qué debía hacer". Es decir, volver a lo esencial, a anunciar el Evangelio, utilizando los medios de comunicación, la música en particular, el más grande y transversal vector de emociones y palabras en la vida cotidiana de la gente; utilizar la música para saciar la sed de Dios y para despertar amor a la Iglesia, a María y a la Eucaristía, corroída por el proselitismo de grupos y grupúsculos pentecostales.

(...) Ver un sacerdote que galvaniza las multitudes cantando y bailando, si bien con decoro, es un espectáculo que todavía indigesta a muchos. Y las libertades litúrgicas que se toma el padre Marcelo van más allá del "canon romano". Por otra parte, los que soñaban una renovación eclesial a partir de las comunidades de base y de la "opción preferencial por los pobres" no pueden entender cómo una multitud de todas las clases sociales -entre las que se cuentan indigentes y representantes del subproletariado urbano- acuden al llamado de un sacerdote que habla "sólo" de cosas espirituales, del amor de Dios, del perdón de los pecados, de la alegría que el cristianismo proporciona en las durezas e injusticias de la vida.

No sólo eso. El padre Marcelo es también un sacerdote que recuerda la importancia de seguir fielmente el magisterio, de conocer y defender la doctrina católica. Y que, como ha declarado recientemente, se siente más a gusto con los hijos espirituales de Escrivá de Balaguer que con los que todavía están vinculados a las utopías de los hermanos Boff. En el 2005, en el sínodo de los obispos sobre la Eucaristía celebrado en el Vaticano, el cardenal Cláudio Hummes, en ese entonces arzobispo de San Pablo, intervino en la asamblea con estas palabras: "En Brasil los católicos disminuyen en promedio el 1 % por año. En 1991, eran casi el 83 %, hoy - según nuevos estudios - son apenas el 67 por ciento. Nos preguntamos con angustia: ¿hasta cuándo Brasil será todavía un país católico? Resulta que hoy por cada sacerdote católico ya hay dos pastores protestantes, la mayor parte de las Iglesias pentecostales". La Conferencia Episcopal Brasileña conoce los riesgos implícitos en una pastoral que puede caer fácilmente en el sentimentalismo, que corre el riesgo de imitar el modo de los evangélicos, pero es consciente de que la experiencia del padre Marcelo Rossi tiene una importancia crucial, porque es la primera reacción masiva a una erosión de proporciones históricas del catolicismo.

Y el sacerdote atlético que ha puesto en pie una estructura al servicio de la nueva evangelización hecha por un millar de colaboradores, que ha conquistado él solo amplios espacios en Globo, la principal red televisiva del país, no está más solo. Bajo sus huellas han crecido otras figuras de sacerdotes-cantantes-escritores con muchos seguidores, como el dehoniano Fábio de Melo o Hewaldo Trevisan, también él párroco en San Pablo, o Reginaldo Manzotti. Todos en los cuarenta años, de bella presencia e inspirados en sus discursos. Todos, o casi todos, curiosamente de origen italiano. Y que tal vez estarán entre los protagonistas de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro.

Guardar