Eutanasia y suicidio asistido: ¿son la misma cosa?

La frontera entre ambos conceptos es muy sutil. Tanto para promotores como para opositores de la primera, el segundo es un mecanismo para eludir las limitaciones legales existentes en casi todos los países

Según el diccionario de la Real Academia Española, la eutanasia es la "acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él". Un segundo significado, también de acuerdo a la RAE, es el de "muerte sin sufrimiento físico". Se trata, en concreto, de causar el deceso de otro por su bien, para evitarle mayores dolores, en el convencimiento de que las terapias médicas aplicables no llevarán a su cura, sino sólo a la prolongación de la agonía.

En concreto, para que se pueda hablar de eutanasia -y no de homicidio liso y llano- debe haber un diagnóstico terminal.

Según haya o no consentimiento expreso del paciente, y de acuerdo al método que se utilice, "la eutanasia puede ser voluntaria (a pedido del paciente o con su consentimiento) o involuntaria; puede también ser activa y directa (si se ejerce un acto para matar a la persona, como darle una inyección letal) o pasiva (si la voluntaria omisión de un acto provoca directamente la muerte, como negarle alimentación)" a un paciente que no puede comer por sí mismo, según explica el doctor Luis E. Ráez.

El suicidio asistido significa proporcionar a una persona los medios necesarios para poner fin a sus días; a saber, drogas, explicación de procedimientos, prescripción de sustancias letales, etc. En este caso, es el propio paciente quien activa el mecanismo que termina con su vida.

En concreto, sería un procedimiento intermedio entre un suicidio normal y la eutanasia voluntaria, pero no es del todo fácil establecer la frontera entre ambos. Para algunos, la aceptación legal del suicidio asistido es un primer paso hacia la legalización de la eutanasia.

"El suicidio asistido tiene en común con el suicidio normal la circunstancia de que es el propio sujeto el que pone fin a su vida, mientras que con la eutanasia voluntaria comparte el hecho de que la muerte ocurre en el contexto de una enfermedad penosa e incurable (o en condiciones que se consideran parecidas, como la ancianidad) y con la intervención de un médico", dice por ejemplo Javier Úbeda Ibáñez en Diario Siglo XXI.

A continuación explica tres caracterísicas del suicidio asistido:

"A) La muerte se presenta como una elección del paciente, que, informado sobre su estado patológico irreversible, prefiere no solamente renunciar a terapias inútiles, sino además acelerar un fin que, por otro lado, no se puede evitar; B) el papel del médico tendría que limitarse a proporcionar tanto el medio para matarse (con las oportunas instrucciones) como la asistencia para que la muerte ocurra de manera cierta y sin dolor; C) el motivo que convertiría en legítima y obligada la intervención del médico no sería ya un sentimiento evanescente, como la piedad, sino el deber riguroso de respetar la voluntad y autonomía del paciente".

Para quienes se oponen a la eutanasia, una distinción entre voluntaria e involuntaria es inaceptable, ya que se presta a confusión.

A la inversa, quienes promueven la legalización de la eutanasia ven en el suicidio asistido un primer paso en esa dirección. Por eso buscan implantar primero esta práctica, que genera menos rechazo en la opinión pública.

Entre los problemas que plantea éste último está el de la dificultad para distinguir entre una voluntad auténtica de morir y la depresión o desaliento que puede causar en una persona el padecer una enfermedad grave.

"¿Cómo impedir que no se convierta en el subterfugio de una engañosa eutanasia involuntaria dirigida a eliminar a los disminuidos?", se pregunta, por ejemplo, el escritor Úbeda Ibáñez.

La modalidad más frecuente de suicidio asistido consiste en proporcionarle al paciente una sustancia letal que ingerirá por sí mismo.

En el extremo opuesto de la eutanasia, se sitúa la "distanasia" o "ensañamiento terapéutico", es decir, el recurso a medios desproporcionados para prolongar aritificial e innecesaramente la vida del paciente. Suspender estas terapias no implica eutanasia, sino aceptación de la inevitabilidad de la muerte.

La eutanasia es legal en Holanda y en Bélgica, está en proceso de serlo en Luxemburgo y es tolerada en Suiza, donde además está autorizado el suicidio asistido. En varios otros pasíes, como Italia, Francia o España, se reconoce el derecho del paciente a rechazar tratamiento médico.

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