Fidel Castro, insólito aliado de la dictadura militar argentina de Jorge Videla

La Cuba comunista mantuvo un sorprendente acercamiento al régimen de facto instaurado el 24 de marzo de 1976. Un sobrino del Che Guevara denunció esta complicidad de la que fue testigo

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El castrismo no sólo calló ante los crímenes del gobierno que presidía el general Jorge Rafael Videla, sino que le aportó respaldo diplomático en los foros internacionales, lo que evitó que la Argentina fuese condenada por la violación masiva de los derechos humanos.

Este hecho es cuidadosamente ocultado por las izquierdas latinoamericanas, que se siguen referenciando en la Revolución cubana e idolatrando a su Líder. Son las mismas que, año a año, compiten por ver quién condena con más dureza al Proceso militar argentino de 1976-1983.

Para desconcierto de estos mismos "antiimperialistas", fue el gobierno estadounidense, bajo la presidencia de James Carter, el que llevó la voz cantante en la condena a los atropellos humanitarios del gobierno de facto que presidía Videla.

En aquellos años de dura represión, el régimen cubano contribuyó, a través de su representante en la ONU, a evitar que la Comisión de Derechos Humanos del organismo, emitiese una condena contra la Argentina y organizase una misión de inspección.

El favor fue devuelto. El dictador Videla, que en Argentina decía estar combatiendo al "marxismo apátrida y ateo", ordenaba a su representante en la ONU votar en contra de cualquier condena a La Habana.

En realidad, todo el Movimiento de Países No Alineados fue cómplice de la dictadura militar argentina, tal como lo señala Gabriel Salvia, presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL): "Parece escapar a la memoria de varios funcionarios del gobierno nacional, legisladores, periodistas y activistas de derechos humanos de la Argentina el hecho de que el régimen cubano de Fidel Castro fue un actor decisivo para bloquear la condena a la dictadura militar argentina en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, para lo cual operó junto a los países del Movimiento de No Alineados y del extinto Bloque Socialista, evitando la condena internacional promovida por los Estados Unidos de América".

Salvia sostiene que quienes estén realmente interesados en "memoria, verdad y justicia" -leit motiv de los organismos de derechos humanos de la Argentina, entre otros- "deberían exigirle explicaciones a Fidel Castro, pues si la dictadura de Pinochet fue condenada en Ginebra, mientras que los militares argentinos se salvaron de esa condena internacional, ello se debió a la intervención del régimen cubano".

Sin embargo, sucede lo contrario: a Fidel no sólo no se le piden explicaciones sobre esta conducta, sino que se lo homenajea y es rutina de organizaciones como la de las Madres de Plaza de Mayo fotografiarse con el dictador cubano, cómplice del régimen que aniquiló a sus hijos.

"Por un puñado de rublos"

¿Cómo se explica el hecho de que Fidel Castro en sus discursos en la Plaza de la Revolución de fines de los 70 y principios de los 80 denunciaba todas las dictaduras que rodeaban a la Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Bolivia y Brasil, evitando cuidadosamente nombrar a la primera?

El sinsentido es sólo aparente. Hay otro dato que la izquierda procubana oculta prolijamente: el indigno sometimiento de Cuba a la entonces Unión Soviética -un imperialismo "benigno" según el imaginario del progresismo de entonces.

Esto, que fue la clave del silencio y la complicidad del régimen castrista con los crímenes de la dictadura argentina, fue recordado recientemente por un sobrino del propio Ernesto Guevara. Martín Guevara es hijo del menor de los hermanos del Che, Juan Martín. A los 10 años de edad, se exilió con su familia en La Habana, donde pasó buena parte de su vida, hasta 1988. Su testimonio es contundente. Durante su exilio en Cuba, fue testigo directo de la complicidad de Fidel con Videla como pago por los suministros de cereales argentinos a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un aporte alimentario que fue más apreciado aún cuando Moscú comenzó a padecer el embargo dictado por Washington tras la invasión de Afganistán.

En concreto, fue la Junta Militar de la República Argentina -de supuesto ideario anti marxista- la que rompió el boicot que Estados Unidos impuso a la URSS.

Y esa fue la razón del apoyo de Fidel Castro al dictador Jorge Rafael Videla. Una verdad muy difícil de aceptar para quienes ven, en La Habana, un faro que ilumina el camino "revolucionario" en el continente. Cuba demostró en esa conducta que no era más que un satélite soviético, sin el menor margen para diferenciarse.

A Martín Guevara le tomó mucho tiempo poder hacer esta denuncia. Recién en el año 2010 publicó un artículo sobre el tema: "Durante muchos años y por razones de lealtad familiar, y quizá cierto adoctrinamiento de izquierda, renuncié a mi derecho a contarlo".

No por tardía, su denuncia es menos lapidaria: "El gobierno de la URSS, presidido por Leonid Ilich Brezhnev, sin reparar demasiado en los miles de militantes de izquierdas que se encontraban en campos de concentración, torturados salvajemente y luego arrojados desde aviones al Río de La Plata, manda a colocar la medalla de Lenin en la pechera de altos mandos militares argentinos, por contribuir a la causa de la Patria de los proletarios".

Lágrimas argentinas

Guevara relata el desconcierto que esta conducta generaba en él y en otros que creían haberse refugiado en el paraíso en la tierra: "Una y otra vez, los exiliados argentinos en Cuba escuchábamos como su principal dirigente, Fidel Castro Ruz, en sus extensos discursos, jamás denunció las prácticas fascistas ni dictatoriales en la tierra de quien había sido, según él, uno de sus mejores amigos, de sus grandes guerreros, el Che Guevara".

Y todo "por un puñado de rublos", dice. También describe la confusión de los mismos cubanos: "(Fidel) jamás denunció siquiera al gobierno de la junta militar argentina. Tal era así que mis amigos no sabían por qué estábamos exiliados en Cuba y lo dudaban cuando yo se los explicaba. En realidad daba la sensación de que no teníamos (en Argentina) un gobierno lo suficientemente malo como para exiliarnos, ni como para que mi padre estuviese preso ocho años y medio, ni como para que hubiese 30.000 desaparecidos, más que el doble de la cantidad de muertos en Chile".

"Vi lágrimas en los ojos de hombres duros -recuerda también Martín Guevara-, de militantes de organizaciones de izquierdas argentinas, que estaban en Cuba, aceptando las migajas de un exilio en absoluto silencio, como quien da albergue al violador del pueblo. Lágrimas cuando, al esperar una declaración en el tribunal de la ONU por los derechos humanos, Fidel a través de sus enviados, bajo apercibimiento de la URSS, calló, haciéndose cómplice histórico de semejante villanía".

En su denuncia de este hecho, Guevara roza también, sin decirlo explícitamente, el espinoso tema de la traición de Fidel al Che, al decir: "Cuando debió callar, leyó en la Plaza de la Involución aquella carta de despedida de su amigo Guevara, que sólo debía ser leída en caso de muerte. Cuando debió hablar para hacer revolución, para hacerle un honor a su ex amigo con respecto a su patria, calló".