Estas comunas de voluntarios jugaron un rol esencial en la creación del Estado hebreo y se convirtieron en su rasgo distintivo y símbolo por excelencia. Ahora, la comisión israelí ante la Unesco ha pedido sumar a estos pueblos fundados desde comienzos del siglo pasado en la lista mundial de sitios considerados patrimonio de la humanidad y tutelados por el organismo internacional.
Un ejemplo es el de la Ciudad Vieja de Jerusalén, que, junto con sus muros, está incluida en el grupo de lugares protegidos desde los años ochenta, por solicitud de Jordania. Con el fin de sumar a los kibutz a esta categoría, los arquitectos Yuval Yaski, Shmuel Groag y Galia Var-Or están llevando adelante un relevamiento para elegir los más representativos de entre ellos, como muestra de un fenómeno más amplio.
"La idea es englobar a todos a través de los más simbólicos. Cada comunidad representa un momento distinto en el desarrollo de los kibutz", explicó Yaski al diario israelí Haaretz. "Queremos promover a un grupo de pueblos en las diferentes zonas del país, cada uno con su importancia histórica y geográfica".
Inspirado, en parte, por los elementos socialistas de la ideología sionista, pero también por la inviabilidad del cultivo individual de la tierra en una zona avara en aguas, este modelo de colectivización agrícola fue exitoso y atrajo a miles de judíos de todo el mundo que, sumándose a un kibutz, podían sentirse parte de la utopía compartida. Actualmente, hay en Israel 273 de estas granjas colectivas. En ellas viven 120 mil personas, lo que representa aproximadamente el 1,5% de la población.
Con el tiempo, las cosas fueron cambiando y estas comunidades han ido sacrificando buena parte de su esencia socialista a las tendencias mercantiles e individualistas de hoy. Ejemplo de esto es Degania, el primer kibutz, construido en octubre de 1910, a orillas del lago Tiberiade (Mar de Galilea), en lo que por aquel entonces todavía era territorio Otomano. La mayor parte de la colonia ha sido privatizada para evitar la hemorragia de dinero y de adeptos.
Hace tres años, se modificó el estatuto fundacional, eliminando la parte que declaraba: "Nosotros, compañeros, diez hombres y dos mujeres, hemos fundado un asentamiento independiente de trabajadores hebreos. Una cooperativa, sin explotadores ni explotados. Una comuna". Los compañeros de ayer hoy son socios, los sueldos están diferenciados según el mérito y el que puede hacerlo se compra una casa privada. La ganancia ha pasado a ser el principal objetivo, como sucede también con muchos otros kibutz en el resto del país.
Pero la tradicional granja agrícola hebrea podrá ser preservada como patrimonio mundial si la solicitud de Israel es aprobada por la Unesco.