Según un recuento de France Presse, dos soldados mueren al día en Afganistán. En 2009, con 521 muertos, fue de lejos, el año más sangriento para las tropas internacionales, que se enfrentan en los últimos tres años a una insurrección talibán cada vez más intensa.
La gran mayoría de víctimas en las tropas internacionales, que alcanzan los 2.097 muertos en nueve años, son de soldados norteamericanos, que suponen hoy más de dos tercios de los cerca de 150.000 hombres de la coalición presentes en Afganistán.
De los 60 muertos en 2004, se pasó a 131 en 2005, 191 en 2006, 232 en 2007, 295 en 2008, hasta llegar a los 521 en 2009.
El ritmo vertiginoso de pérdidas actualmente en Afganistán es comparable a los peores meses de la guerra en Irak, entre abril y junio de 2007. Por entonces, los Estados Unidos enviaron igualmente refuerzos a Irak y pusieron en marcha una nueva estrategia contra la insurrección.
Para Afganistán, el Pentágono y la OTAN habían previsto que con la llegada de tropas suplementarias y la intensificación de las operaciones, aumentaría el número de bajas. Los civiles son las primeras víctimas del conflicto en Afganistán, con miles de muertos.
Desde hace al menos un año, la opinión pública de los cuarenta países que componen la ISAF, con los Estados Unidos en cabeza, se ha vuelto mayoritariamente opuesta al envío de sus soldados en lo que parece cada vez más un sangriento cenagal.
Esto ha obligado a algunos países a anunciar la retirada de sus soldados. El contingente neerlandés abrió la vía el pasado 1 de agoto, al ser el primero de los países que participaban en la misión de la OTAN en abandonar Afganistán.
El contingente canadiense saldrá en 2011 y los británicos tienen los ojos puestos en 2014.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha fijado en julio de 2011 el inicio de la retirada de las tropas americanas.
El objetivo de las fuerzas de la OTAN es pasar el relevo a las fuerzas de seguridad afganas de aquí a finales de 2014.
Un aumento de poder del Ejército y la Policía afganas constituyen un desafío para el presidente afgano Hamid Karzai, según estiman los expertos, pero éstos dudan de que las fuerzas de seguridad afganas sean suficientes en número y suficientemente formadas para tomar las riendas de la situación.