El trabajo fue realizado por un equipo de ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y estuvo encabezado por el ingeniero químico Basilio Stepanovic. Según explica, el 94% de las baterías de plomo entra en desuso cada año, situación que genera un grave daño a la salud y el medio ambiente.
Según las Naciones Unidas, de los 2.500.000 de toneladas de plomo que se producen anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven para la fabricación de baterías que se utilizan en automóviles, teléfonos, computadoras portátiles y otras industrias.
Sólo en lo que refiere al parque automotor en la Argentina, a partir de los 13.000.000 de vehículos que circulan, 7.000.000 de baterías caen en desuso anualmente, lo que representa 4.375 toneladas de residuos por mes.
De esas "baterías basura" sólo se recicla un 6%, y queda el restante 94% en poder del mercado informal, lo que genera un peligro latente de contaminación al medio ambiente y a la población, señalaron los investigadores.
Si bien hay referencias que indican que las baterías tienen una vida útil no mayor a los 48 meses, en la práctica duran de 2 a 10 años dependiendo del tipo y calidad de las mismas, así como del régimen de funcionamiento al que sean sometidas. Las baterías de arranque son las de menor vida útil.
Estos elementos poseen dos sustancias peligrosas: el electrolito ácido y el plomo. El primero es corrosivo, tiene alto contenido de plomo disuelto y en forma de partículas, y puede causar quemaduras en la piel y en los ojos. En tanto, el plomo es altamente tóxico para la salud humana, ingresa al organismo por ingestión o inhalación y se transporta por la corriente sanguínea acumulándose en todos los órganos, especialmente en los huesos.
El plomo de las baterías usadas suele ser reinsertado en el mercado por los trabajadores informales, quienes lo revenden; no obstante, en el proceso de extracción de este tóxico eliminan a los drenajes o a la tierra el ácido, lo que deriva en contaminación grave tanto para el medio ambiente como para su persona, su familia y sus vecinos.
La disposición inadecuada de las escorias que se generan en la fundición es otra potencial fuente de contaminación de suelo y agua.
La exposición prolongada al plomo puede provocar anemia y problemas en el sistema nervioso central, cuyas consecuencias van desde sutiles cambios psicológicos y de comportamiento hasta graves efectos neurológicos, sostuvieron los científicos en su trabajo.
También genera intoxicación a partir de la inhalación. Los primeros síntomas son fatiga, jaqueca, dolores en las articulaciones y los músculos, pérdida de memoria y de apetito, y perturbación del sueño.
En tanto, la prolongada inhalación de plomo puede provocar desde diarrea, dolores agudos en el abdomen, convulsiones y delirio hasta el estado de coma y fallecimiento. Asimismo, puede perjudicar la formación del feto en las mujeres embarazadas y producir trastornos en los niños, tales como problemas neuropsíquicos.