El ermitaño que enloquece a los chilenos

El DT no tiene casa en Chile ni una familia que lo acompañe en el día a día. Vive en unas piezas ubicadas al interior del Juan Pinto Durán, el complejo de la selección chilena, en medio de un barrio de clase media y baja

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Una zona aledaña por igual a barrios dominados por narcotraficantes y centros universitarios, que de tanto en tanto estallan en protestas por mejoras educacionales.

Pero quizás "el Loco" Bielsa no sepa aquello, pues casi toda su vida gira en torno a las canchas, videos y planificaciones que lo obsesionan. Estudia incluso los entrenamientos de sus pupilos, los que graba desde unas torres que mandó construir a su arribo al país.

Sólo algunas veces camina hasta las ferias (mercados) libres que se instalan en las cercanías y compra verduras y frutas para combatir los kilos de más que lo persiguen desde su llegada a Chile, donde resiste los postres que le ofrecen y engordan en Juan Pinto Durán.

En otras ocasiones, cruza la avenida Macul y habla con niños. Los más privilegiados reciben un autógrafo y una visita guiada por el lugar de concentración de los chilenos.

Pero pese a su ostracismo, que interrumpe a veces para visitar a su familia en su natal Rosario, Bielsa logró el cariño del chileno, inhabituado a tener equipos ofensivos como los que él pregona, desacostumbrado a mirar la tabla de posiciones desde bastante arriba.

Incluso la prensa, algo hostil tras las derrotas ante Paraguay y Brasil, comienza a quererlo, pese a su introversión mediática, resumida en un contrato que le garantiza que no debe conceder entrevistas individuales.

Los medios destacan sus singularidades, como que asiste a los partidos locales y no mira las jugadas donde está la pelota, sino los movimientos sin balón de sus escogidos.

O el uso de la tecnología, que se traduce en el empleo de un computador portátil en los entrenamientos, que utiliza cada vez que interrumpe una jugada para mostrar sus errores a los seleccionados a través de un software que simula movimientos tácticos.

Tras la histórica victoria ante Argentina por 1-0 por las eliminatorias, los periodistas, camarógrafos y fotógrafos no escatimaron aplausos en la conferencia de prensa. Tampoco saludos y abrazos, abandonando toda objetividad.

Incluso, un reportero veinteañero no contuvo la pasión, lo llamó "maestro", lo abrazó y le estrechó la mano. Bielsa le devolvió una de sus esquivas sonrisas.

Luego el muchacho prometió en su casa que no volvería a lavar su extremidad. Lleva un día cumpliendo.

Pero Bielsa, conciente de que el fracaso está en cualquier esquina, en especial tras su magro pasado mundialista con Argentina, advirtió que en el fútbol "no es aconsejable proyectar", tras las cuentas alegres que generó la victoria sobre la albiceleste.

Por ello seguirá trabajando con sus dirigidos a los que tiene convencidos que pueden atacar de igual a igual a Brasil o Argentina, algo que costó cien años al fútbol chileno, cuyas mayores hazañas son los terceros lugares en cualquier cosa.