Con la intención de que los presos de la provincia de Buenos Aires logren una mejor reinserción social, el Instituto Cultural bonaerense lanzó en 10 cárceles del Servicio Penitenciario el programa "Cultura por penales", una forma distinta de participación para los convictos que abarca talleres de pintura, teatro, dibujo, fabricación de juguetes y cestería, entre otros tantos.
"Creemos en la cultura como un factor de inclusión social, de prevención de actos destructivos", comentaron desde el Instituto Cultural.
Por su parte, Alberto Florio, coordinador de los talleres, señaló que "desde la cultura se transmiten valores que conectan el trabajo artístico con la reflexión para incentivar cambios de conducta. Se sienten útiles, valorados y esto repercute en la mirada y el respeto hacia el otro, en la solidaridad".
Esta reflexión la refleja Ezequiel, un joven de 26 años, quien aprendió técnicas de tapiz y no descarta ganarse la vida con esta actividad cuando vuelva a estar libre.
Otro que elogió la iniciativa fue Walter, un hombre de 42 que está en el penal de Florencio Varela: "Imponen una tarea ineludible y cumplir con horarios como en un trabajo".
"La música nos despierta emociones que para muchos son desconocidas", dijeron los internos que cursan con Alejandro D' Anna el taller de Música y Guitarra; al tiempo que otros anticiparon que para 2009 estará listo el mural "más grande de Latinoamérica en una cárcel", con una extensión de 1.100 metros cuadrados donde se reflejará la historia de nuestro país.
Sebastián, de 26 años, señaló que "cuando pintamos no sólo nos distraemos. Sentimos que salimos del encierro por un par de horas. Nos hace volar y al mismo tiempo repasamos la historia", mientras que Adrián, de 33, pedirá reingresar al penal cuando recupere la libertad porque "es parte nuestra y nos comprometemos a terminarlo".
Sin embargo, el arte no es la única iniciativa: En la biblioteca, algunos producen libros en Braile (lenguaje para personas con discapacidades visuales) y terminan uno cada tres días, los cuales son destinados a jardines de infantes, un ejemplo de quienes pretenden volver a ser libres, luego de pagar su deuda con la sociedad, según publicó el diario Clarín.