El calvario de tener un auto en Japón

Impuestos exorbitantes, peajes prohibitivos, embotellamientos monstruosos, controles técnicos draconianos: conducir en las grandes ciudades niponas es complejo y carísimo

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Cuando compra un coche, un residente en Japón debe ante nada pagar una "tasa de matriculación" de 5%, además del impuesto al valor agregado, otro 5 por ciento.

En Tokio y otras grandes ciudades, es obligatorio proporcionar al concesionario un certificado sellado por la policía que atestigua que se dispone de un estacionamiento. Si uno no posee estacionamiento, no puede comprar un coche. Y el alquiler de un garage en Tokio supera fácilmente los 50.000 yenes (310 euros) por mes.

Cada año, el propietario de un coche deberá además pagar un impuesto a la circulación (45.000 yenes, o sea 280 euros, por un sedán de 2.000 a 2.500 centímetros cúbicos), y un seguro obligatorio (unos 50.000 yenes o 310 euros).

Según la Asociación Japonesa de Fabricantes Automovilísticos (JAMA), un japonés paga dos veces más impuestos y tasas sobre los vehículos que un francés, y cuatro veces más que un norteamericano.

Luego, al cabo de tres años, hay que pasar la prueba del "shaken", un control técnico tan puntilloso como caro (más de 210.000 yenes, o sea 1.300 euros) y que luego es necesario renovar cada año o cada dos años.

En ausencia de un verdadero mercado de coches usados en Japón, un vehículo pierde prácticamente todo valor de canje al cabo de seis o siete años.

Todas estas cargas, a las cuales se suman las tarifas astronómicas de los peajes (incluso en las vías rápidas dentro de las ciudades) y el alto precio del combustible, permiten al feliz conductor lanzarse a una de las redes viales más congestionadas del mundo, donde recorrer 200 kilómetros puede a veces llevar todo el día.

En Japón, además, los trenes de gran velocidad Shinkansen, puntuales y confortables, llegan hasta casi a todas partes. De hecho, los japoneses raramente utilizan su coche para hacer largos trayectos.

Pero conducir en la ciudad también puede ser causa de sufrimiento, entre callejuelas estrechas, embotellamientos monstruosos y estacionamiento imposible o muy oneroso. Sobre todo teniendo en cuenta que todas las grandes ciudades japonesas disponen de una red de metro extendida y segura.

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