Desde la cumbre de la ?Torre Espacial? que está en el hoy reinaugurado Parque de la Ciudad puede divisarse, con sus 220 metros de altura, hasta la ciudad uruguaya de Colonia.
Si se la analiza con cierto detenimiento se puede observar que se trata de una suerte de espada -sería la del Rey Arturo, la ?excalibur?, entre otras interpretaciones- enclavada sobre el centro de esta tierra de fantasía.
Cuando se construyó, o mejor dicho, cuando se diseñó durante el mandato del por entonces intendente Osvaldo Cacciatore -en pleno gobierno de facto, hacia 1978- se la pensó como un mirador sin igual en la región, restaurante giratorio y atracción de gran accesibilidad. Para esto se la dotó de 4 ascensores que podían recorrer su longitud en apenas 55 segundos.
Se inauguró un 9 de julio de 1985, y en los hechos sucedió que la confitería nunca giró; porque en el nivel que se la construyó, a los 178 metros de la estructura, se registraba demasiada vibración, aunque otras versiones señalan que nunca existió tal plan-. Con respecto a los elevadores, sólo funcionaron 2, con capacidad para 26 personas cada uno.
Hoy, la Torre está clausurada y únicamente puede accederse a ella por medio de una metálica, casi infinita y muy estrecha escalera interior. Ésta es la razón de que no la haya visitado el público general en años y de que el estado actual de su interior se haya convertido en un verdadero enigma.
Infobae.com se propuso hacer este recorrido. Solicitó permiso al Gobierno de la Ciudad y al administrador general de la Unidad de Grandes Parques de la Zona Sur, Carlos Elías, quienes autorizaron con ayuda de personal de Bomberos el ascenso por escalera por primera vez en la historia a un medio de comunicación y por segunda vez a una mujer -quien suscribe, según indicó personal del lugar, ya que la primera fue una médica durante los años 80-.
Se ingresó finalmente por una pequeña puerta que conducía a una suerte de depósito, lleno de cables y materiales diversos -como madera y chapas- en donde se apreciaba en el centro una escalera helicoide que daba vértigo con sólo mirar: más de 1.000 escalones y alrededor de 45 descansos que esperaban para ser caminados.
Es indudable que semejante ascenso implicó su tiempo: el recorrido a pie llevó casi 1 hora de ida por escalera y tres plantas, con lógicos ?recreos? por la agitación que produce tanto ejercicio.
Hubo tramos a oscuras que por momentos generaban alta sensación de encierro, ya que no hay hendija por donde filtre haz de luz hasta el llamado ?P1 y P2?, el espacio pensado para el servicio gastronómico.
Valió la pena cada segundo de esfuerzo para llegar a ese ex restaurante, donde aparece un refulgente espacio de ventanales, al que le faltaría para volver a ponerse a punto el vidrio de varias ventanas, pintura, reparaciones en paredes y techo, más un poco de decoración.
La presencia en el lugar retrotrajo a la memoria aquellos años de funcionamiento de la Torre, donde podían acceder hasta 1.000 visitantes a su interior. En cambio, a esa altura, sólo se encontraba el recuerdo y la nostalgia. Pero aún faltaba recorrer un poco más.
Para ?P3?, que es el mirador, se debían ascender unos cuantos metros más, que al menos, estaban un poco más iluminados por dentro. La vista no es tan diferente que desde ?P1 y P2?: la ciudad completa, el Parque, vías circulatorias, el cielo inmenso y varios transeúntes de tamaño ínfimo. Un día de máxima visibilidad se puede apreciar hasta un radio de 80 kilómetros.
Tal es la altura que se arrojó por una de las ventanas de esa planta una colilla de cigarrillo y tardó un tiempo inimaginable en caer. Hay anécdotas de los tiempos de su construcción y que remiten a que varias veces se cayeron cosas desde allí pero nunca se encontraron porque "se hundieron en la tierra".
Otra cosa llamativa es una ventana doble, en cuyo interior se concentra agua que filtró en algún momento y que se mueve por la oscilación de la Torre, imperceptible para el visitante.
A la hora del descenso se tuvo la sensación de dejar uno de los espectáculos más lindos de la Ciudad y que quizás no volverán a ser recorridos por niños, abuelos, familias enteras. La intención política es que esto no ocurra y que se reparen los ascensores para llegar al "P3".
Habrá que esperar y ver. Mientras tanto, se ha roto el misterio de cómo está la Torre por dentro hoy. Ciertamente, algo sufrida pero con la capacidad de impactar tanto como antes.
Solamente la imagen de su "afuera" convoca a todos los que pasean por el predio, que se acercan y no hacen más que recordar sus épocas de esplendor ?cuando al Parque lo visitaban 35 mil personas por fin de semana (hoy alrededor de 2 mil) y podía recorrerse su interior, esos amplios espacios cerca de las nubes, con una vista sólo comparable a la que se puede tener desde la ventanilla de un avión.