Tras varias sesiones jugando con fuego, el París Saint-Germain arde en el penúltimo puesto de la liga francesa y sus cenizas pueden acabar en segunda división, una situación desesperada para uno de los clubes más ricos de Francia.
La derrota cosechada ayer en el campo del Rennes (1-0), la cuarta consecutiva, coloca al equipo en situación de crisis total, agudizada por la eliminación de la Copa de la UEFA, lo que deja al equipo sin ningún referente al que agarrarse.
El argentino Marcelo Gallardo, que había impulsado al PSG nada más llegar a la capital francesa, se embarulló en la timidez de sus compañeros y completó su peor partido con la casaca parisiense.
El nerviosismo de los jugadores, un juego irregular y la desmoralización de la grada, convierten al PSG en carne de segunda. No ha marcado en ninguno de los últimos cuatro encuentros y tampoco ha merecido hacerlo.
La defensa hace aguas al menor empuje de los rivales y el arquero Mickael Landreau, que atraviesa un gran momento de forma, salvó al club de algunas goleadas.
La derrota contra el Rennes fue una mala noticia relativa, puesto que ninguno de sus rivales directos para evitar el descenso sumó puntos. El PSG sigue en el penúltimo puesto de la tabla a tres puntos de la salvación, igual que antes de ésta jornada.
El entrenador, Paul Le Guen, cuenta ahora con dos semanas de tregua obligadas por los compromisos de la selección para reorganizar sus tropas de cara a las últimas nueve batallas que determinarán el futuro de uno de los clubes históricos de Francia.
"Mantenerse en primera será duro pero es posible, vamos a agarrarnos a un clavo ardiendo", afirma el técnico. El entrenador pregona un discurso que se sostiene en pocos hechos, afirma querer sembrar un optimismo que parece destinado a caer en terreno baldío.
La tregua servirá para acondicionar a los jugadores a su nueva situación y para recuperar a algunos de los lesionados. Falta le hará savia nueva al equipo que en Rennes demostró pocos recursos.
El portugués Pedro Pauleta, principal artillero del equipo en las últimas temporadas, está peleado con el gol y se habla más de su posible salida del club que de sus actuaciones en el campo.
Y mientras el equipo arde, comienzan a calcular las consecuencias de un eventual descenso a segunda división, que se traducirían en la salida de jugadores, en el descenso de los ingresos y en la imposibilidad de contratar a figuras de primer nivel.
París se quedaría sin equipo en la elite de fútbol francés y la liga gala perdería uno de sus principales focos de atracción, con el consiguiente perjuicio.