Hacía un mes que las Torres Gemelas ya habían desaparecido de la faz de Nueva York, y lejos de sucumbir la angustia, el terror se había trasladado e instaurado en la costa este de los Estados Unidos.
Miami, ciudad turística del estado de Florida, se convertía en el epicentro de la atención: se habían registrado casos de ciudadanos que al recibir sobres presuntamente contaminados con la bacteria del carbunclo, enfermaban de antrax.
La modalidad de envío de cartas a domicilios particulares, se registró en muchos puntos del globo. Y, octubre, marcó el inicio del temor en la Argentina, único país junto a Kenia, que anunciaba oficialmente, la posibilidad de un caso.
"Luego de los atentados, sobrevino el tema del bioterrorismo, más específicamente del antrax. En ese momento hubo un pánico mundial. Nosotros trabajamos justamente con el Instituto Malbrán. Analizamos más de 10 mil cartas que traía la gente, trabajamos muchísimo, día y noche con esas cartas y viendo gente", recordó en diálogo con Infobae.com, Jorge Alejandro San Juan, Jefe del departamento de Atención Intensiva del Paciente Crítico del Hospital Muñiz.
"En la Argentina, fuimos duramente criticados porque en una de las cartas que analizamos detectamos bacilus atrasis. Nos había dado positivo en una primera prueba. Enviamos el cultivo a una instancia superior, al Malbrán y se corroboró su presencia con pruebas más complejas", aseguró San Juan.
El mundo, expectante del resultado y de las confirmaciones, transmitía noticias de la Argentina casi a diario.
No era broma que se corroboraran signos de bio-ataques, ya que el país tenía el antecedente de dos hechos terroristas de amplia envergadura: uno en 1992 contra la Embajada de Israel y otro dos años después, contra la sede de la AMIA.
Por eso, se tomó bien enserio la advertencia de los científicos; la Argentina era blanco posible.
"Lo que ocurrió, es que un pequeño porcentaje, muy pequeño dentro del grupo de esta bacteria, que es bacilus pero no antrasis, se comporta del punto de vista bacteriológico de la misma forma que el antrasis, pero no es patógeno. Para detectarlo, se necesitan pruebas de varios días. Y nosotros teníamos la obligación de dar el alerta, tal como la Organización Mundial de la Salud había indicado", explicó San Juan.
"Fue un momento muy duro y como terminó también. Cuando el ministro de Salud de ese momento, Héctor Lombardo lo informó se generó una crisis. Y, es fácil criticar luego. Pero en ese momento, teníamos la obligación de dar la alerta", aseguró.
Las pruebas de laboratorio
"Tras la primera prueba en el Muñiz y la segunda en el Malbrán, que era un nivel superior, es decir, un primer cultivo requiere 48 horas, un segundo 24 más de reacción, se inocularon ratones", señaló San Juan.
La tensión se acrecentaba. Los ojos del mundo esperaban los resultados y el titular delarruista de Salud de ese momento, sostenía el peso de la versión.
Los ratones inoculados tenían la verdad. Y para conocerla, sólo hacían falta horas.
"Cuando no murieron, ahí sospechamos. El Malbrán realizó más de 70 pruebas con la misma cepa y se llegó a la conclusión, de que no era un bacilus antrasis y sí uno de similares características, pero no patogénico", señaló San Juan.
Los expertos actuaron conforme a los pasos indicados por los organismos de salud internacionales.
Primero lanzando una advertencia, y luego, realizaron pruebas extendidas, que requerían días de espera.
"Nos criticaron, pero nuestra obligación era alertar a la población. Todo el mundo se nos vino encima, nos hicieron juicios, tuvimos que declarar. Realmente, lo que puedo decir es que viví totalmente esa situación en la que se mezclaron cuestiones políticas, la inestabilidad del gobierno y la crisis que se estaba gestando en el país".
"Nosotros trabajamos como técnicos y todo lo que se hizo fue a conciencia y con la verdad. Nunca nos mezclamos con la política", señaló el especialista.
Lo cierto es que, si el sobre infectado con una bacteria que resultó similar al bacilus antrasis aunque no patogénica hubiera resultado carbunclo, quizás hubiese sido tarde para muchos, de no lanzarse la advertencia.