En la apertura de la Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, el presidente Néstor Kirchner pronunció una de sus más fuertes arengas contra el Fondo Monetario Internacional. "Lamentablemente no contamos con la ayuda del FMI, que sí apoyó hasta semanas antes del colapso el sistema de la convertibilidad", reprochó Kirchner, en la que no era, sin duda, la primera manifestación de disconformidad de un gobierno argentino contra el organismo de crédito. Muchos fueron los tires y aflojes que acompañaron casi 50 años de una relación plagada de desencuentros.
La fundación del FMI se realizó después del desembarco aliado en Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial, en 1944, en la llamada Conferencia de Bretton Woods. Argentina se incorporó el 20 de julio de 1956 como miembro número 59.
El economista Aldo Ferrer, del Grupo Fénix comenta a Infobae.com que ?en los primeros tiempos, que abarcan hasta fines de la década del 60 y principios de los 70, cuando se instala el problema del endeudamiento crónico, las relaciones con el Fondo eran de carácter coyuntural, cuando había un desequilibrio de corto plazo o un desbalance de pagos. Y esto sucedía también en el resto de América Latina?.
La desconfianza de Perón
Sobre estos primeros años del organismo, Juan Domingo Perón reflexionaba en 1967: "En casi todos los países adheridos al famoso Fondo Monetario Internacional se sufren las consecuencias y se comienzan a escuchar las lamentaciones. Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, la primera visita que recibí fue la del presidente del FMI que venía a invitarnos a que nos adhiriéramos". Sin términos medios, Perón concluye que "se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo".
No obstante, el gobierno encabezado por el general Pedro Aramburu, en 1956, se unió al organismo y, a la vez, recibió un crédito de 100 millones de dólares del Eximbank, 75 millones del FMI, y otros 80 de bancos y empresas norteamericanas, con lo que se inicia una cadena interminable de préstamos que se sucedería por cinco décadas.
Ferrer recuerda que ?hasta que se instala la crisis de la deuda, y poco después el paradigma de Consenso de Washington y las condicionalidades estructurales, los criterios del Fondo eran de ajuste de corto plazo: tipo de cambio, tasa de interés, gasto público, pero no interferían en la estrategia general económica. Y los acuerdos eran generalmente transitorios?.
En los 60 también hubo desavenencias. Ya en 1964, el radical Arturo Illia hace énfasis en su campaña a las imposiciones del FMI. En 1969, cuando sucedió el Cordobazo, la deuda externa ya alcanzaba los 4 mil millones de dólares.
En su tercera presidencia, Juan Perón mantenía sus convicciones contrarias al Fondo. En 1973 escribía: "Si consideramos que el mal de nuestros países radica expresamente en su descapitalización y su endeudamiento del que jamás se logra salir, podemos apreciar las ventajas que pueden acarrearnos las ayudas prometidas que, además, nos obligan a menudo a someternos a exigencias sociales y políticas que, por intermedio del Fondo Monetario Internacional, llegan por el conducto económico".
Pero en los 70, al fenómeno de endeudamiento se le suma el del espiral inflacionario en la región. ?El Fondo observaba la inflación como un fenómeno esencialmente monetario y de demanda, y los estructuralistas señalaban problemas estructurales. La relación se dio en ese escenario de discusiones, incluso en el ámbito latinoamericano?, señala Ferrer.
Tras el golpe de Estado de 1976 y la apertura económica de José Alfredo de Martínez de Hoz se logra un mayor control sobre precios, pero a costa de un endeudamiento que se volvió incontrolable. En efecto, la inflación cayó de 386 por ciento anual en 1976, a 150 por ciento en 1977, pero la Argentina creció apenas 1,5 por ciento.
En tanto, la deuda saltó de 7.800 millones de dólares en 1975 a 27.100 millones en 1980, acompañada de una histórica fuga de capitales y una febril especulación financiera. La Argentina ya ostentaba la mayor deuda externa per cápita del mundo.
En 1982, en coincidencia con la Guerra de Malvinas, México entra en cesación de pagos externos y se empieza a vislumbrar una inexorable crisis financiera regional.
?Cuando se produce la crisis de la deuda, cambia todo el paradigma en los países centrales, se abandona el keynesianismo y empieza el enfoque neoliberal en los centros, ya el Fondo comienza a aplicar los criterios de ajuste estructural, y ya son los países latinoamericanos mucho más vulnerables, porque la deuda era una carga continua, que no tenía solución en el corto plazo, y que lleva a una atadura permanente. El `76 es el punto de disparada de la deuda que excede la solvencia del país y ata toda la política económica a los criterios del Fondo y de los mercados?, explica Aldo Ferrer.
Pero las elecciones de 1983 que consagraron a Raúl Alfonsín no trajeron consigo el bálsamo que la economía nacional necesitaba para despegar. Con la democracia continuó el endeudamiento, así como los pactos firmados y nunca cumplidos con el organismo. El fracaso de los planes Austral (1985) y Primavera (1987) concluyeron en la hiperinflación y la salida anticipada del gobierno del caudillo de la UCR.
Convertibilidad y después
Carlos Menem, de la mano de su ministro Domingo Cavallo, controla la inflación con la paridad cambiaria 1 a 1, pero, tras cuantiosas renegociaciones con el FMI, eleva la deuda externa a 144.600 millones a fines de 1999, que equivalía a cerca del 50 por ciento del PBI, estimado en 272 mil millones (1998), en un marco de déficit fiscal y externo.
Ferrer opina que ?a la década de la Convertibilidad la veo muy mal, porque fue una política de apertura indiscriminada, privatizaciones indiscriminadas, y un tipo de cambio sobrevaluado, que fue el determinante de los desequilibrios en la balanza de pagos y en el presupuesto. Y además, medidas como la reforma previsional que agravaron el déficit fiscal?.
?Fue un sistema desequilibrado, fundado en la moneda extranjera, sostenido sobre la base del endeudamiento. Terminó como tenía que terminar: con el colapso del sistema. La deuda llegó a una masa hasta el punto de la insolvencia?, declara el economista.
La expectativa de un default en las obligaciones externas era inminente, en un contexto al que se añadía la recesión y una incipiente deflación. Cuando Fernando de la Rua convoca otra vez a Cavallo como ministro se redunda en el aumento de impuestos y los cortes presupuestarios, exigidos por el FMI, que no lograron salvar a las cuentas públicas del lápiz rojo. La situación se agravó dramáticamente en diciembre de 2001, cuando el propio Fondo negó a la Argentina un nuevo financiamiento de 1.264 millones de dólares.
La convulsión política y económica detonó la crisis social latente, y a De la Rua y Cavallo los sucedieron los gobiernos provisorios de Adolfo Rodríguez Saa y Eduardo Duhalde. El default, la devaluación y la inflación, contenida en parte por el corralito financiero, marcaron la realidad argentina hasta las elecciones de 2003.
Durante la gestión de Duhalde hubo una relación tensa con el organismo. El propio titular de Fondo Horst Kohler visita el país en junio de 2003 para interiorizarse de la crisis, y aún se recuerda su imagen de pulcro ejecutivo junto a los niños de un comedor comunitario de La Matanza, una de las paradas más curiosas de su recorrida.
Con escasa autocrítica Köhler reconoció que "el FMI tiene razones concretas para examinar su participación, su enfoque, su política con respecto a la Argentina, pero no es mi intención tratar de encontrar en nosotros chivos expiatorios, porque los problemas medulares de la Argentina residen en el país", aseveró.
Recién en septiembre de 2003, Kirchner y el ministro Roberto Lavagna lograron cerrar un acuerdo de tres años con el organismo. Los medios internacionales los consideraron como una victoria de la Argentina. Financial Times puntualizó que muchos vieron el entendimiento como "un triunfo de las duras tácticas de negociación" de la Argentina, mientras que el Washington Post aseguró que "el pacto es ampliamente considerado una victoria política para Kirchner", de quien afirman, "adoptó una postura desafiante" ante la institución de crédito.
Tras el default más grande de la historia, Ferrer subraya el cambio en la relación de poder entre la entidad financiera y nuestro país: "Ha cambiado la naturaleza de la relación con el Fondo, porque la Argentina ha recuperado gobernabilidad y solvencia, con recursos propios, ha generado excedentes en los últimos tres años en el balance de pagos y en el presupuesto que le ha permitido pagar deuda por casi 15 mil millones de dólares en términos netos y acumular reservas en el Banco Central por otros 15 mil millones". Convendría que hubiera un acuerdo, pero ninguna de las cosas que pase con el Fondo es determinante de lo que pase en la Argentina. Ese es el cambio fundamental".
Juan Gasalla
jgasalla@infobae.com