El llamado "Plan Austral", por la denominación que pasó a tener la moneda argentina, fue implementado por el ministro de Economía Juan Vital Sourrouille durante la presidencia de Raúl Alfonsín.
Oficialmente fue anunciado en junio de 1985, pero en la práctica ya había sido puesto en marcha cuatro meses antes cuando Sourrouille reemplazó a Bernardo Grinspun al frente del Palacio de Hacienda. Ello está incluso reconocido por uno de sus autores, Pablo Gerchunoff, en un libro que escribió 15 años después en colaboración con Lucas Llach.
Dicho Plan estaba basado en una teoría desarrollada por dos economistas brasileños (Percio Arida y André Lara Resende) que desempeñaron importantes cargos durante las presidencias de Fernando Enrique Cardoso. Registraba algunos análisis sobre grandes inflaciones pasadas, en particular la israelí de los ྂ.
La idea central es que además de las inflaciones tradicionales, circunstanciales o endémicas, de baja tasa y aún de niveles medios, hay que agregar, a partir de cierto punto, las de carácter "inercial".
Este tema había sido traído a Argentina por Roberto Frenkel, actual director del Bapro, otro de los autores del Plan Austral. Frenkel colaboraba con Arida y Lara Resende en la Universidad Católica de Río de Janeiro.
El concepto de la inercia inflacionaria es la cuestión central del Plan. Si bien algunos de los mecanismos implementados no fueron idénticos a los propuestos por los brasileños, el espíritu de los mismos se mantuvo. Por ejemplo en una cuestión clave como el desagio que constituyó un mecanismo implícito de doble moneda.
El desagio
Había una moneda ya ajustada, el austral, y una moneda con inflación incorporada, la contractual. Por eso, cuando se vencían los contratos y había que pagar lo comprometido se aplicaba una tablita de quita. Esa tablita del llamado desagio, deflactaba los precios quitándoles la inflación que llevaba implícitamente calculada. Por lo tanto, cuanto a mayor plazo fuera el contrato, menor fue lo que el acreedor terminó percibiendo.
Pensemos un ejemplo. Una persona había asumido un compromiso tres meses atrás del anuncio del Plan Austral, es decir en marzo, a pagar en nueve meses, en diciembre. Decía que iba a pagar 100 pesos. Si hubiera pagado en junio debió pagar los 100 pesos que llevaban incorporada la inflación prevista. Pero se suponía que de junio a diciembre esa inflación prevista debía haber sido desintegrada.
En consecuencia comenzaba a actuar el sistema de ajuste inverso. Por cada día que pasaba, el deudor pagaba menos porque se estimaba que ese diferencial era el cálculo inflacionario incorporado. Era lo que daba inercia al sistema.
En consecuencia, supuestamente, ese deudor que en junio habría pagado 100 si su vencimiento fuera entonces, u 80 en septiembre, por ahí en diciembre cancelaba su pasivo con 60. El Estado ahorró enormes cifras por esa vía aunque en algunos casos todavía hay juicios por reclamos pendientes, como sucede con la represa de Yacyretá.
El desagio reguló todo tipo de contratos, incluyendo los alquileres y los ajustes de todo tipo de prestaciones pautados. El mecanismo planteado por Arida y Lara Resende era con dos monedas simultáneas, una que se devaluaba y otra que se mantenía estable, hasta que la primera debía desaparecer. En este caso el desagio debía desaparecer con la conclusión de los contratos prexistentes.
El aspecto previo al anuncio tuvo que ver con otra idea que incorporaron los teóricos brasileños pero que ya se conocía sobre el caso de las hiperinflaciones al calor de los análisis de las europeas de la post Primera Guerra Mundial en el centro de Europa.
Eso tiene que ver con el concepto de la importancia del elemento psicológico en la autodestrucción de las hiperinflaciones por la pérdida de la memoria de los precios relativos por parte de los agentes económicos.
Varios de los responsables del Plan lo han dicho en diferentes conversaciones privadas. Gerchunoff lo reconoce de hecho en su libro. La implementación del Austral necesitaba comenzar por una violenta recomposición de los precios relativos, sobre todo posicionando favorablemente al Estado nacional.
Por eso no podía ser anunciado. Había que actuar y luego congelar las variables en el punto en que se las considerase convenientes. Por ello entre esas correcciones se aumentaron fuertemente las tarifas públicas y se incluyó una devaluación compensada con fuertes retenciones para los sectores exportadores.
Junto con este empuje dado a la inflación, deliberadamente, durante esos primeros meses, que operó como un elemento de confusión sobre los precios relativos, las medidas apuntaron a romper todo tipo de memoria sobre el anterior funcionamiento de la economía inflacionaria.
Nace el ?Austral?
A último momento, cuando ya se estaba por hacer el anuncio oficial, se cambió el nombre del signo monetario, que históricamente se había denominado peso, con algún aditamento. Por eso se inventó el término "austral" que no lo hacía comparable con ninguna designación pasada. Y el cambio de australes por pesos se hizo con una conversión de varios decimales que hacía imposible su utilización por la gente.
Se trató de un plan de ajuste heterodoxo. De hecho no fue el primero de ese tipo en Argentina, pero sí el primero en aportar novedades teóricas ya que nunca se había aplicado ese tipo de esquema en país alguno. Pero Arida y Lara Resende en su desarrollo advierten que se trata de un mecanismo de estabilización para un plazo que no debiera ir más allá de los tres meses.
Dentro de ese período en Argentina dio varios de los resultados esperados y aún dentro del doble, pero el intento de mantener el corsé sine die llevaba implícito su estallido. No se trataba de un plan de crecimiento sino de un ajuste antiinflacionario y como tal no podía perpetuarse.
Entre los principales que desarrollaron el plan, además de Sourrouille, Gerchunoff y Frenkel ya mencionados, hay que citar a José Luis Machinea (luego ministro de Fernando De la Rúa), Roberto Lavagna (actual ministro), Mario Brodersohn (secretario de Hacienda), Daniel Heymann y Adolfo Canitrot (viceministro).