(EFE).- El viaducto de Millau, el puente más alto del mundo, se ha abierto hoy al tráfico, dos días después de ser inaugurado por el presidente francés, Jacques Chirac.
Como recuerdo, el alcalde le entregó un sacacorchos, símbolo del final de los famosos embotellamientos veraniegos en la zona.
Mezcla de hormigón y acero, el viaducto, de 2.460 metros de largo y 32 metros de ancho, es el tramo que le faltaba a la autopista A75, "La Meridiana", para unir París y el Mediterráneo de un sólo trazo por el Macizo Central.
Con esa pieza en el puzzle de la A75, a la que aún le faltan 30 kilómetros por construir para llegar al Mediterráneo, atravesar el valle del Tarn en verano será cosa de minutos frente a las tres o cuatro horas de antaño.
El puente, que en su parte más alta alcanza los 343 metros, con lo que supera en 23 metros la Torre Eiffel, es fruto de 10 años de estudios y de dos "hombres de talento": el arquitecto británico Norman Foster y el ingeniero francés Michel Virlogeux.
De silueta grácil y blanca, ligeramente curvada, el puente está asentado en siete pilares de líneas estilizadas en forma de flecha, el mayor de los cuales alcanza los 245 metros (el récord anterior, con 180 metros, lo ostentaba el viaducto alemán de Kochertal).
Más allá de sus cualidades estéticas y técnicas, esta obra tiene un papel económico importantísimo para el departamento de Aveyron, la región de Auvernia y la integración del mercado europeo, al tiempo que ofrece una alternativa a la autopista del valle del Ródano, saturadísima por el tráfico norte-sur de Europa.
Atravesarlo costará 4,90 euros (6,50 en julio y agosto) para los automovilistas y 20 euros para los camioneros.
Durante 75 años el puente, que podrá soportar vientos de hasta 250 kilómetros por hora, será gestionado y explotado por Eiffage, que se ha encargado de su construcción y de su financiación (casi 400 millones de euros).
Esta sociedad, que garantiza la obra durante 120 años, espera atraer a los clientes gracias a los 60 kilómetros que se ahorrarán de curvas, ascensos y descensos, así como por la gratuidad de la A75, frente a la autopista del Ródano que es enteramente de pago.
El Estado francés ha desembolsado sólo 50 millones de euros para la preparación de la obra, en la que han trabajado unas 3.000 personas y en la que no se ha registrado ningún accidente grave.