Exactamente 30 años después del 6 de septiembre de 1972, cuando la policía alemana puso fin al secuestro en la villa olímpica con una emboscada que acabó en tragedia, el Gobierno alemán, el estado de Baviera y la ciudad de Munich acordaron hoy el pago de tres millones de euros de indemnización.
El pago tiene carácter de "gesto humanitario", según la declaración conjunta de las tres administraciones -federal, regional y local-, en atención a la especial relación entre Alemania e Israel.
El asalto del "Septiembre negro" fue recordado hoy por el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, como el más grave golpe recibido por el olimpismo en toda su historia.
"El COI nunca olvidará lo sucedido. Fue el más grave incidente de la historia de los Juegos Olímpicos", dijo Rogge, en el acto celebrado coincidiendo con el aniversario de los hechos, en presencia del ministro alemán del Interior, Otto Schily.
El presidente del COI y Schily presidieron en el aeródromo de Füerstenfeldbruck, cercano a Munich, un homenaje a las víctimas del atentado, en que murieron once miembros de la delegación israelí y un policía alemán, así como cinco miembros del comando.
Los Juegos de 1972 han quedado inscritos en la Historia como el suceso más sangriento de su historia.
Munich era la primera ciudad alemana que acogía unos Juegos, desde los denominados "Juegos del Nazismo", de 1936, que habían sido utilizados por el aparato de propaganda nazi como glorificación de Adolf Hitler.
Alemania aspiraba entonces a quitarse ese estigma, pero los esfuerzos por ofrecer unos Juegos impecables se fueron al agua a las 4.55 de la mañana del 5 de septiembre, en que un guardia alertó de un tiroteo en la villa olímpica.
Ocho miembros del denominado "Septiembre Negro" habían irrumpido en las dependencias de la delegación israelí, tras lo que asesinaron a un técnico y al levantador de pesas Josef Romano.
Los asaltantes tomaron como rehenes a nueve miembros más de la delegación israelí, a cambio de cuyas vidas exigían la liberación de 200 árabes encarcelados en Israel, así como un avión para fugarse.
Tras largas horas de negociaciones -en que el entonces ministro del Interior, Hans Dietrich Genscher, se ofreció en vano como rehén-, se intentó una operación policial de rescate en Füertendeldbruck, donde supuestamente aguardaba el avión que debía servir para la huida de los secuestradores.
Los servicios de seguridad alemanes habían tramado una emboscada, con francotiradores apostados en los alrededores y especialistas en el interior del aparato.
La operación terminó en trágico tiroteo, en que murieron los nueve rehenes, un policía y cinco de los integrantes del comando.
Los Juegos quedaron temporalmente interrumpidos durante 34 horas, pero finalmente se reanudaron, con la histórica frase del entonces presidente del COI, Avery Brundage: "The games must go on" ("Los Juegos deben continuar).
Treinta años después, se da por acertada esa decisión de Brundage, por considerarse la respuesta correcta al terrorismo.
Sin embargo, persisten las dudas acerca de la actuación de las fuerzas de seguridad alemanas, totalmente desbordadas por los acontecimientos y que al parecer incurrieron en graves errores tácticos en la emboscada.
El propio Genscher reconoció implícitamente la falta de preparación del cuerpo policial ante atentados de estas características y creó, poco después, el cuerpo de elite GSG-9.
El colectivo de familiares de las víctimas llevaba años exigiendo indemnizaciones por lo sucedido.