Trabajó durante un año en un crucero y reveló todos sus secretos

La artista británica Ruthie Darling cantó un año en el transatlántico Queen Mary 2 y contó su experiencia. La verdad sobre el sexo entre el personal y los pasajeros, las tres clases sociales dentro del barco y los métodos para soportar los mareos

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Después de un año como cantante en un crucero, contó los detalles más curiosos (iStock)
Después de un año como cantante en un crucero, contó los detalles más curiosos (iStock)

Cuando cumplió 23 años y recién se había graduado en una academia de actuación, Ruthie Darling se postuló para un empleo en un crucero. No era el trabajo de su vida, pero implicaba una posibilidad, un modo de adentrarse en el universo artístico. El transatlántico Queen Mary 2 aceptó su postulación. En un principio, fue un contrato por seis meses, pero su vínculo se extendió hasta llegar al año a bordo.

En una columna en Thrillist, nueve años después, Darling reveló algunos de los secretos que percibió durante su estadía en el crucero. "Habrás oído muchos rumores de que todos los que trabajan en los cruceros se acuestan entre ellos. Y sí, son ciertos", comentó y dijo que se debe, en gran parte, a los horarios de los empleados. Los affaires amorosos y los excesos de alcohol suelen compensar las largas jornadas que afrontan.

Sin embargo, también aseguró que una aventura de una noche puede terminar en una relación duradera. "Tres de mis compañeros encontraron a las que hoy son sus esposas en el crucero en el que trabajé. Por eso, un crucero vence sin lugar a dudas a Tinder", señaló la artista que después debió acudir a casamientos en distintos lugares del planeta debido a las variadas procedencias del personal.

El crucero Queen Mary
El crucero Queen Mary

A diferencia de lo que sucede entre empleados, las aventuras con los pasajeros no son tan recurrentes. Es que allí el reglamento es muy claro y sanciona sin titubeos a quien transgrede la norma. "Si es tu fantasía, postulate para otra oferta de trabajo", remarcó Darling.

Las dobles vidas de los trabajadores de un crucero son típicas. Más allá de estar comprometidos, según Darling, no tienen problema en tener una pareja en el barco. Lo vio como una "norma estándar". De hecho, algo similar le ocurrió a ella. Después de salir con una oficial durante tres meses, se enteró DE que estaba de novia con otra mujer. "No solo eso, ella se vino de crucero, así que tuve que tomar mis cosas y volver a mi habitación", agregó.

La artista Ruthie Darling, quien pasó un año trabajando en un crucero
La artista Ruthie Darling, quien pasó un año trabajando en un crucero

Los clientes también son proclives a la liberación sexual. La artista aseguró que vio distintas escenas curiosas durante su estadía, pero una especialmente memorable. Recordó cuando estaba con una compañera en la zona del sauna y empezaron a escuchar unos ruidos extraños. Abrieron la puerta y descubrieron una pareja anciana, lo suficiente como para ser sus "abuelos", practicándose sexo oral. Salieron a las corridas, pero su amiga resbaló. Intentó hacer equilibrio con su mano sobre un banco y se topó con una dentadura postiza.

De acuerdo a los rangos, la artista estableció tres clases sociales dentro de un crucero: los oficiales, los empleados y la tripulación. Todos ellos con beneficios muy disímiles. Por caso, los oficiales podían pedir platos que el resto no. Los empleados disponían de un menú, aunque peor, aceptable. En cambio, a la tripulación -como el personal de limpieza de los motores- se les ofrecía arroz y cortes de carne y pescado de poca calidad.

Los empleados del crucero cobraban en efectivo (iStock)
Los empleados del crucero cobraban en efectivo (iStock)

Si bien las jornadas son extenuantes, los salarios son elevados. La categoría de Darling cobraba en 2008 4.000 dólares al mes con la comida y el alojamiento incluidos. Con una peculiaridad: todo en efectivo. "Los salarios llegaban en sobres repletos de billetes de 100 dólares. Me sentía como una vendedora de drogas, corriendo a mi camarote para esconder mi dinero; un billete en un zapato, otro en mi bolso".

Por último, la británica se refirió a los mareos, un inconveniente constante en los viajes en barco. Pese a que las naves grandes son más estables, desplazarse cuando el mar se embravece, se vuelve un problema. Para solucionar las náuseas, las teorías varían de acuerdo al país de origen. "Los occidentales prefieren pastillas y tumbarse hasta que pase. Los chinos decían que lo mejor era comer 10 kiwis (ni uno más ni uno menos). Los filipinos insistían en que la cura estaba en las manzanas verdes. Mi solución era tomarme una pastilla, tumbarme, y ponerme a comer kiwis y manzanas", dijo.

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