Roma y Venecia. Quizás Florencia. Y para la foto, Pisa. Italia es uno de los países más increíbles del mundo, pero los turistas suelen quedarse en el corredor de los destinos más tradicionales. En el 2014, Italia fue el quinto país más visitado del mundo, y ese número fue creciendo año a año cada vez más. Durante agosto del 2016, el turismo en Venecia subió un 5% -"La Serenissima" recibe 25 millones de viajeros al año, de los cuales menos de 5 millones pasan la noche en la ciudad-, y aumentó un 5,6% en Florencia.
Es difícil encontrar un lugar en Italia que todavía no haya sido descubierto y explotado por el turismo internacional. Sin embargo, la mejor apuesta para el viajero que prefiere conocer el verdadero espíritu italiano, con una masa turística un poco menos avasallante, playas paradisíacas, comida increíble y paisajes de otro mundo, es dirigirse hacia el sur; más precisamente, hacia la Costa Amalfitana, con sus vertiginosas pendientes, pueblos color pastel y escaleras infinitas.
La Costiera Amalfitana es también extremadamente popular entre los turistas internacionales -y entre los italianos, que odian compartirla con el resto del mundo, por cierto-, pero es un viaje sinigual, que abre todos los sentidos de los viajeros para una experiencia única. "El día del Juicio Final para los amalfitanos que suban al Paraíso será un día como todos los otros", escribió el poeta Renato Fucini. Y al poner un pie en este pequeño costado de la Campania italiana, uno entiende por qué.
Esta franja litoral ubicada en el Golfo de Salerno, en la región de la Campania, y bañada por el mar Tirreno -parte del Mediterráneo-, está conformada por Amalfi, Atrani, Cetara, Conca dei Marini, Furore, Maiori, Minori, Positano, Praiano, Ravello, Scala, Tramonti, y Vietri sul Mare. Todos estos municipios fueron declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1997, que la agregó a su preciada lista ya que "es de una gran belleza y posee una rica biodiversidad natural".
El comienzo de un viaje único
Para llegar a la Costa Amalfitana, hay varias opciones, pero las más recomendables y más elegidas por los turistas son dos: desde Sorrento o desde Salerno. Lo cierto es que las dos alternativas tienen sus ventajas y desventajas, aunque Salerno quizás sea la mejor opción para los que prefieran alojarse en Amalfi, y Sorrento para los que planeen una excursión a Pompeya, en Nápoles.
Desde Roma Termini, los trenes de Frecciarossa son la mejor opción y el recorrido dura apenas dos horas. Al salir de la estación de Salerno, a unos metros se encuentra la parada de SITA BUS, la empresa de micros regionales que conectan Salerno con Amalfi, con paradas en todos los municipios en el medio.
Este viaje en colectivo es una experiencia en sí. Todo comienza en Vietri sul Mare, donde se encara la Strada Statale 163 que conecta toda la costa. El micro emprende desde entonces un trayecto único y vertiginoso entre la montaña y el mar, por una ruta serpenteante y tan fina que al adentrarse en túneles obliga a los conductores a sonar su bocina para avisar del otro lado que uno está pasando, por las dudas, ya que no hay manera de ver quién viene hasta que los vehículos están frente a frente. El paisaje es maravilloso, y una bienvenida que adentra a la belleza sinigual de la Costa Amalfitana.
Decidir dónde hospedarse es una decisión difícil, pero en definitiva, todos los pueblos están bien conectados y se llega de un lugar al otro en ferry o en micro en muy poco tiempo. En Amalfi y Positano, hay que estar preparado para pagar precios altos. Para los viajeros que tengan un presupuesto acotado, Atrani -la comune más pequeña de Italia- ofrece una gran alternativa. Quizás sea el poblado menos turístico de toda la Costa, una ventaja imperdible. Este pueblo pesquero parece salido de un cuento de hadas y es raro encontrarse con turistas. Y está a sólo 5 minutos caminando de Amalfi.
Amalfi
Tiempo atrás fue uno de los imperios marítimos más poderosos del mundo, y, aunque hoy su economía se basa principalmente en el turismo y en sus limones gigantes -algunos del tamaño de una pelota de handball- con los que los locales realizan su famoso Limoncello, Amalfi sigue siendo uno de los centros turísticos más importantes de Italia. Es pequeña -de punta a punta se puede caminar en 20 minutos aproximadamente- y hermosa, y su encantadora playa y sus pequeñas piazzas brillan bajo el sol veraniego.
El corazón de Amalfi es la Piazza Duomo, llamada así por el Duomo di Sant'Andrea. La catedral, que se erige al final de unas empinadas escaleras fue construida en el siglo XI, de estilo bizantino, cuya influencia se nota enormemente en la arquitectura principalmente medieval del lugar. Otro imperdible es el Chiostro del Paradiso, construido por Filippo Augustariccio para enterrar a los miembros de las familias nobles de Amalfi.
Amalfi es uno de los lugares con más variedad de precio y calidad para comer en toda la costa. Para los que buscan una experiencia gastronómica de primera línea, la Caravella es el lugar indicado. Reserva mediante, se pueden probar las delicias de este restaurante premiado con una estrella Michelin por el que pasaron personalidades como Federico Fellini, Jackie Kennedy o Andy Warhol. Para los que no quieran dejarse el sueldo en una cena, escondido en un laberinto de callejones se encuentra el restaurante familiar Il Teatro, atendido por sus propios dueños. Recomendado: El risotto alla pescatora.
Positano
En Positano hay que perderse. Dejar atrás las multitudes y tiendas chic del centro y adentrarse en la zona más apartada y residencial, llena de flores, cactus y gatos dormilones. Eso implica ir para arriba. Subir por callecitas diminutas y escalones interminables, y perderse. Descansar, sentarse, tomar agua de las canillas que se encuentran en la vía pública, relajarse y seguir andando. Positano se descubre en la andanza. Sus casas de colores, su gente y sus encantos se perciben desde el muelle de entrada, pero se conocen bien de cerca y desde arriba.
A Positano se puede llegar desde Amalfi en ferry. El trayecto dura unos 20 minutos. Cuenta con una playa al lado del muelle que es pequeña y colorida, tranquila a pesar del bullicio cercano. Entre las boutiques de moda sin estridencias, hoteles elegantes y restaurantes se hacen paso las vespas y las bicicletas. Quizás éste sea el pueblo más fotogénico de toda la Costa, con sus colores, su vegetación y su sencilla sofisticación.
Encontrar un lugar económico para almorzar es un todo un reto. La mejor opción es comerse un panini sentado en unas escalinatas. Para los que estén dispuestos a pagar el precio, La Cambusa es un restaurante muy popular de pescados, mientras que los que quieran disfrutar de un momento único deben dirigirse a Montepertuso, a Donna Rosa, uno de los mejores restaurantes de la Costa Amalfitana.
Ravello
De junio a septiembre, Ravello celebra su Festival de Música con jazz, danza y música clásica. Es que, históricamente, este pueblo sirvió como refugio y destino de artistas de todo tipo, desde Richard Wagner-el festival fue fundado en su honor-, y Virginia Woolf hasta Giovanni Boccaccio, Joan Mirò, y Truman Capote.
Ésta es una parada imperdible durante un viaje por la Costa Amalfitana, en especial debido a las increíbles villas, que fueron construidas siglos atrás para albergar a las familias más ricas del Ducado de Amalfi. Destacan principalmente Villa Rufolo y Villa Cimbrone. Esta última alberga un hotel de cinco estrellas, pero sus jardines están abiertos al público, así como también su famosa terrazza dell'infinito.
Bonus track: Atrani
Pocos se aventuran hacia la pequeña y mágica Atrani. Los que llegan lo hacen por recomendación expresa de algún connoisseur o por escaparle a los precios hoteleros del resto de la Costa. Pero vale la pena aunque sea realizar una pequeña escapada a esta pequeña comune de callejones y callecitas laberínticas. En su placita principal, bien al fondo, se encuentra Mistral, un restaurante familiar con un servicio excelente y con una comida aún mejor.
Cuándo visitar: la mejor época para visitar la Costa Amalfitana es durante mayo y la primera quincena de junio, cuando ya hace calor, las noches son fresquitas, y todavía no llegó la gran masa turística del verano europeo.
Transporte público: para moverse de pueblo en pueblo está el SITA BUS, pero hay que fijarse bien los horarios porque los últimos suelen partir a eso de las 21. Los boletos se compran en general en los kioskos (la clásica "tabaccheria"). También hay ferries, que son más caros y hay pocos por día.
Dinero: Ya no es necesario andar de acá para allá con efectivo. Ahora hasta los locales más chicos aceptan tarjeta. En los restaurantes no es obligatorio dejar propina. Se acostumbra dejar sólo cuando el servicio fue muy bueno.
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