El avión es el medio de transporte más seguro. Las estadísticas revelan enormes diferencias con otros de aspecto más amigable como el auto. En Argentina, por caso, la ONG Luchemos por la Vida reveló que mueren por año un promedio de 7.400 personas por accidentes viales. Un número incomparable con las 136 víctimas fatales a nivel mundial que, por ejemplo, se registraron en 2015.
Sin embargo, para muchos pasajeros, el avión se vuelve una experiencia traumática. La monstruosidad de las alturas se apodera de ellos pese a que las probabilidades de desperfectos son ínfimas. Para ellos -y también para quienes no sufren de aerofobia- hay una mala noticia: viajar en avión en las décadas que vienen será más peligroso.
En los vuelos, las turbulencias suelen ser el principal enemigo. Las sacudidas que provocan la presión atmosférica, los vientos fuertes o las tormentas recrudecerán en el corto y mediano plazo producto de las variaciones que traerá el cambio climático.
De acuerdo a investigadores de la Universidad de Reading, Inglaterra, las turbulencias severas pueden duplicarse e, incluso, triplicarse en los próximos años debido a los efectos del cambio climático. Estimaron el incremento en un 149%.
En el estudio, publicado en la revista Advances in Atmospheric Sciences, los autores explicaron que el aumento del movimiento en los vuelos se debe a que el cambio climático produce modificaciones más fuertes en la fuerza y dirección de las corrientes de viento bajo el flujo de la atmósfera. Las mismas son una de las principales causas de las turbulencias.
Clasificaron las turbulencias de acuerdo con su nivel de intensidad. Para cada una de ellas, lograron estipular su potencial incremento. Las ligeras-moderadas aumentarán en un 75%; las moderadas, en un 94%; las moderadas-severas, en un 127% y las severas, en un 149%.
"Para la mayoría de pasajeros, una turbulencia ligera no es más que un molesto inconveniente que reduce su nivel de comodidad, pero para personas más nerviosas es motivo de angustia", sostuvo Paul Williams, líder de la investigación.
Para llegar a las cifras mencionadas, utilizaron tecnología de última generación que permitió simular cambios en la atmósfera, duplicar los niveles de dióxido de carbono tal como se espera que ocurra en las próximas décadas. Luego, pudieron prever el comportamiento de las turbulencias en las rutas transatlánticas durante el invierno.
"Nuestra principal prioridad de cara al futuro es investigar otras rutas de vuelo. Necesitamos saber la altitud y la dependencia estacional de esos cambios y analizar distintos modelos climáticos y escenarios de alerta para cuantificar la incertidumbre de esos cambios", remarcó Williams.
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