En su libro "Todo lo que era sólido", el autor y académico español y miembro de la Real Academia Española Antonio MUñoz Molina escribió: "Lo que en otro tiempo duraba cinco días empezó a durar una semana y media. La fiesta modesta de una sola tarde se expandió a una semana entera, convertida en una mezcla de juerga sin pausa y acontecimiento oficial. El carnaval que se había extinguido por aburrimiento o decadencia hacía un siglo se decidía que en realidad había sido proscrito por el franquismo, y que por lo tanto era obligatorio recuperarlo".
Para cada pueblo, el carnaval tiene su significado, tan especial y único como sus tradiciones y costumbres. Durante la época Medieval, por ejemplo, el carnaval era un período de crítica social, un momento en el que se aprovechaba para ridiculizar a la Iglesia y a los gobernantes.
Ya la palabra "carnaval" ya remonta a tiempos inmemoriales. Proviene de "carnevale", palabra latina que fue conservada por el italiano y que se trasladó a varios idiomas. Deriva de la expresión latina "carnem levare", que significa "quitar la carne", lo que refiere a la prohibición de consumir este alimento durante la Cuaresma. Durante el último día de carnaval, el "martedi grasso", se celebraba un banquete suntuoso previo a los ayunos antes de la Pascua, y la carne era uno de los grandes símbolos de los excesos de aquella velada.
Para los cristianos de esa era, sin embargo, el carnaval era la expresión máxima del paganismo. Las máscaras como permisividad, los disfraces para crear nuevas personalidades, bailes, desfiles y excesos. Sacrificios de animales en las hogueras para traer buena fortuna. Las raíces se extienden a las Saturnales romanas y a las celebraciones en honor al dios Baco.
Varios historiadores remontan los orígenes de los primeros carnavales a la antigua Sumeria, cinco mil años atrás, tradición que luego se extendió a Egipto y al Imperio Romano en su época de gloria. Desde allí se diseminó por toda Europa. A América llegó a través de los navegantes españoles y portugueses durante la época de las colonias, a finales del siglo XV.
Desde ese momento, el carnaval fue adoptado como propio por los diferentes pueblos donde el cristianismo asentó fuertes raíces. Hoy es una celebración arraigadísima, que se separó de sus orígenes para readaptarse a cada comunidad, con sus colores, significados y elementos propios. En el continente americano se incorporaron costumbres de los pueblos originarios.
Desde el fastuoso carnaval veneciano, el carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el de Oruro en Bolivia, hasta el de Gualeguaychú, tan argentino como el mate o el tango, la felicidad, los colores y el entusiasmo con los que se vive cada una de estas expresiones explotan al ritmo de la batucada.
LEA MÁS: