Los alimentos no son los mismos que antes, ni en todos lados son similares. Según las diferentes legislaciones en diversos países y según las distintas áreas de consumo, frutas, verduras, carnes y granos contienen cantidades variadas de químicos, pesticidas, herbicidas, antibióticos y agregados que garantizan su durabilidad y eficacia. Pero no necesariamente un buen aporte nutritivo.
En Argentina, según estadísticas oficiales del Senasa, de controles realizados entre 2011 y 2013, el 63% de las frutas y verduras del Mercado Central contienen restos de agroquímicos. Incluso, en algunos casos, como en las peras y mandarinas, los análisis positivos superaron el 90%.
Para muchos expertos e investigaciones, ésta es una tendencia preocupante, ya que el uso y abuso de antibióticos, tanto en la medicación humana como en la aplicación a alimentos, puede ser responsable de bacterias ultra resistentes. Si bien hay expertos que sostienen que la existencia de superbacterias no es cierta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un comunicado a principios de este año que reavivó la preocupación en el mundo.
A través de la carne, la leche o los huevos, por ejemplo, los seres humanos incorporan antibióticos por partida doble. Según indicó a Infobae la ingeniera Norma Vázquez, gerente de gestión de calidad de Laboratorios Amerex, una empresa pionera en aplicación y desarrollo de microbiología industrial y comercialización de fermentos naturales aplicables a productos alimenticios, en Argentina todo tipo de carne: vacuna, porcina, aviar y pescados, además de huevos y leche, están expuestos a este tipo de procesos. Procesos que, por otro lado, en la Unión Europea están prohibidos desde 2006.
Los alimentos orgánicos, no contaminantes ni con aditivos, se presentan entonces como la nueva alternativa preventiva de estos riesgos. En Estados Unidos, por ejemplo, la industria de alimentos orgánicos es un negocio en auge y, con la reciente incorporación de la venta de alimentos naturales de Whole Foods en Amazon, se espera que crezca aún más en el futuro cercano.
Mientras que algunos consumidores compran productos orgánicos porque creen que es mejor para el medio ambiente, otros tantos lo hacen por razones asociadas a su salud, según una encuesta del último año. Pero ¿cuáles son, exactamente, los beneficios para la salud de una alimentación orgánica? Eso depende de quién responda y qué estudios se consulten. A continuación, tres de los efectos positivos respaldados por la ciencia de este tipo de ingesta.
1. Menos plaguicidas y metales pesados
Las frutas, vegetales y granos etiquetados como orgánicos son cultivados sin el uso de la mayoría de los pesticidas sintéticos o de los fertilizantes artificiales. Si bien estas sustancias químicas son consideradas seguras en muchos países en las cantidades utilizadas para la agricultura convencional, los expertos en salud todavía advierten sobre los posibles daños de la exposición repetida a estos componentes.
Por ejemplo, el herbicida Roundup se ha clasificado como un "posible carcinógeno humano" y el insecticida clorpirifos está asociado con retrasos en el desarrollo de los lactantes. Los estudios en la materia también sugieren que los residuos de plaguicidas -en niveles comúnmente encontrados en la orina de niños- pueden contribuir a la prevalencia del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, cada vez más común en la actualidad. Incluso también se relacionaron con la reducción de la calidad del esperma en los hombres.
Un metanálisis de 2014, publicado en el British Journal of Nutrition descubrió que los cultivos orgánicos no sólo eran menos propensos a contener niveles detectables de plaguicidas, sino que debido a las diferencias en las técnicas de fertilización, también tenían un 48% menos probabilidades de tener cadmio, un metal pesado tóxico que se acumula en el hígado y los riñones.
Cuando se trata de carne y leche, los productos orgánicos pueden tener un 50% más de ácidos grasos omega-3 (un tipo de grasa saludable no saturada) que los productos producidos convencionalmente, según un estudio de 2016 publicado el British Journal of Nutrition. La leche orgánica probada en el estudio también tenía menos grasa saturada que la no orgánica.
Estas diferencias podrían radicar en la forma en que se cría el ganado orgánico, con una dieta a base de pasto y más tiempo al aire libre, indicaron los autores del estudio. La creencia es que el cambio de productos convencionales a orgánicos aumentaría la ingesta de omega-3 de los consumidores sin aumentar las calorías globales o la grasa saturada.
2. Sin antibióticos, ni hormonas sintéticas
El ganado convencional recibe antibióticos periódicamente para prevenir enfermedades, lo que facilita a los agricultores la cría de animales en condiciones de hacinamiento o insalubres. La FDA (Food and Drug Administration, por sus siglas en inglés) limitó el uso de ciertos antibióticos para el ganado a principios de este año en Estados Unidos, pero aún existen lagunas en la legislación de ese país y el resto de los países productores. Y con la excepción de las aves de corral, los animales convencionalmente criados también pueden ser inyectados con hormonas de crecimiento sintéticas, para que ganen peso más rápido o produzcan más leche.
Pero los rastros de estas sustancias pueden llegar hasta los consumidores, explicó Rolf Halden, profesor y director del Centro de Biodiseño para la Seguridad Ambiental de la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos. Se cree que los residuos de fármacos contribuyen a una amplia resistencia a los antibióticos en los humanos y los alimentos orgánicos -que se producen sin antibióticos- "son intrínsecamente más seguros en este aspecto". La carne orgánica y los productos lácteos tampoco pueden contener hormonas sintéticas, lo cual estuvo relacionado en varios análisis con un mayor riesgo de contraer cáncer.
3. Más antioxidantes, en algunos casos
En un reciente estudio de seis años de duración, publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry, los autores descubrieron que las cebollas orgánicas tenían un contenido de antioxidantes un 20% más alto que las cebollas cultivadas convencionalmente. También teorizaron que los análisis previos -muchos de los cuales no encontraron diferencias en los niveles de antioxidantes convencionales versus orgánicos- pueden haber sido frustrados por períodos de estudio demasiado cortos y variables de confusión, como el clima.
"La investigación estuvo muy bien hecha", dijo Guy Crosby, profesor adjunto asociado de Nutrición en la Escuela Chan de Salud Pública de Harvard. Pero él señala que este estudio específico "toma sólo un aspecto de los fitoquímicos y demuestra que pueden ser mejorados bajo condiciones orgánicas". De esta manera, según él, la cuestión de si los alimentos orgánicos son realmente más nutritivos es todavía discutible. "Si los investigadores hubieran elegido medir una vitamina o un mineral diferente, podrían haber encontrado un resultado diferente".
El balance: ¿lo orgánico es una buena opción?
Los productos orgánicos son en lineas generales bastante más costosos que los convencionales y, si realmente vale la pena el costo extra, es sin duda una elección personal. "Si podés pagar una alimentación orgánica, eso es fantástico, pero no es factible para la mayoría de la gente", dijo la reconocida nutricionista estadounidense Cynthia Sass. "Si no es así, los grupos más importantes para ser consumidos orgánicos, en mi opinión, son los alimentos que consumís más asiduamente". Si comés huevos, lácteos y carne, también se recomienda comprarlos orgánicos.
Halden dice que los grupos vulnerables o de riesgo -incluidas las mujeres embarazadas, los niños pequeños, los ancianos y las personas que sufren de alergias- pueden beneficiarse más de la elección de alimentos producidos orgánicamente. También señala que comer una dieta estrictamente orgánica no es garantía de éxito, ya que todavía puede ser muy insalubre: "Ingerir demasiado azúcar, carne y pocas verduras es arriesgado, sin importar si el comprador escoge comer alimentos convencionales u orgánicos", dijo.
También es importante para los consumidores tomar decisiones adecuadas, siempre en base a información segura, sobre por qué eligen comprar productos orgánicos, según Crosby, y no dar tanta relevancia a estudios particulares que no hayan sido apoyados por investigación adicional. Ahora bien, si la idea es reducir la exposición a los residuos de plaguicidas, comer orgánico es una muy buen opción. "Por otro lado, si los estás comprando porque son más nutritivos, la evidencia no apoya esa crencia en general", concluyó.
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