En todos los países del planeta, los hombres no tienen tanta expectativa de vida como las mujeres. En general, esa premisa está aceptada como un hecho. Esta y muchas otras creencias de género afectan los hábitos de salud de hombres y mujeres, e impactan principalmente en los tipos de alimentos que cada persona elige comer.
Hombres y mujeres están constantemente bombardeados con publicidad y mensajes sociales que les imponen que comer poco y cenar una ensalada es femenino, mientras que comer grandes porciones y mucha carne roja es viril.
Estos patrones alimenticios socialmente influenciados podrían ayudar, en parte, a explicar por qué los hombres sufren un mayor riesgo de enfermedades del corazón y algunos cánceres. ¿Las ideas sobre la masculinidad y la feminidad podrían estar afectando negativamente la salud?
Se ha demostrado año tras año que, en general, las mujeres tienen hábitos alimenticios más saludables que los hombres, pero claramente esto no es una cuestión innata y se trata más de una respuesta aprendida. Luke Zhu, profesor asistente en la Universidad de Manitoba, investigó en este sentido los aspectos sociales que afectan las decisiones alimenticias de cada uno.
Según la investigación de su grupo y otros, Zhu explicó a The Washington Post que "los hábitos alimenticios y los alimentos no saludables están asociados psicológicamente con la masculinidad, mientras que los hábitos alimenticios y los alimentos saludables están asociados psicológicamente con la feminidad".
Joop de Boer es un psicólogo social retirado e investigador invitado en la Universidad de VU en Amsterdam. "Alimentos de alta densidad energética, picantes y de fuerte sabor son percibidos como alimentos masculinos", dijo. "Mientras que los alimentos blandos y dulces se perciben como alimentos femeninos". De acuerdo con de Boer, los marcadores de la masculinidad incluyen comer una hamburguesa con papas fritas para el almuerzo, o pizza y cerveza en la cena. En cambio, los marcadores de la feminidad incluyen comer ensalada con pasta y fruta para el almuerzo, o arroz y verduras con vino para la cena.
De Boer sugirió que los hombres y las mujeres que ven la masculinidad y la feminidad menos separadas y no tan estrictamente definidas no son diferentes en sus preferencias de carne, mientras que aquellos con creencias de género más tradicionales son más propensos a una dieta más carnívora si son hombres o más dulce si son mujeres.
"Nuestro trabajo muestra que los marcos tradicionales de la masculinidad, enfatizando que los hombres reales comen carne, están asociados con las preferencias de los hombres por las grandes porciones de carne y casi ninguna voluntad de reducir ese consumo", dijo De Boer. Para estos hombres, "comer grandes porciones de carne es un marcador de masculinidad". Esta creencia profunda podría representar una seria amenaza para la salud de los hombres, ya que la investigación sugiere que la incorporación de más proteínas vegetales puede mejorar la salud y alargar la vida. En ese sentido, las mujeres tienden a estar más cómodas tomando la elección más saludable.
En una investigación reciente publicada en la revista Appetite, de Boer y sus colegas se examinaron las creencias sobre la carne entre adultos jóvenes de los Países Bajos que eran segunda generación de holandeses, chinos o turcos. Los adultos turcos de segunda generación expresaron una asociación más fuerte entre carne y masculinidad, mientras que el grupo holandés de segunda generación mantenía el vínculo más débil entre las ideas de carne como masculinas.
Los hombres son los mayores consumidores de carne roja (iStock)
Zhu también sugirió que ser más consciente al hacer las elecciones de alimentos puede ayudar a centrarse en los alimentos en lugar de en factores externos. El método ideal es preguntarse a uno mismo por qué eligió el alimento que eligió. ¿Por presión de los compañeros? ¿Por elección propia? ¿Porque se asocia con algo masculino o femenino? Esta toma de conciencia puede ayudar a tomar decisiones más saludables.
Los individuos pueden replantear su comportamiento para cambiar cualquier preconcepción de género, señaló de Boer. Por ejemplo, cocinar en casa no es masculino o femenino , es una habilidad esencial para comer bien y cuidarse.
La publicidad, los bloggers de comida y los medios de comunicación son los grandes culpables de reforzar estas ideas estereotipadas. "Hemos descubierto que es más probable que las personas escojan alimentos poco saludables si están envasados en envases masculinos", dijo Zhu. "Las personas tienen mejores evaluaciones y mayores intenciones de compra de alimentos no saludables con aspecto masculino". Lo contrario también pudo comprobarse, ya que las opciones de alimentos más saludables se logran mediante la venta de alimentos saludables en envases más femeninos. Es este tipo de psicología de compra lo que, de ser revertido, podría afectar positivamente los hábitos de nutrición.
De Boer señaló que las revistas de hombres pueden probar relacionando las verduras y las proteínas vegetales a la autonomía, el rendimiento y los objetivos basados en la apariencia. Este tipo de mensajes podrían revertir, de a poco, las identidades de género construidas alrededor de los géneros.
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