"Somos lo que comemos" es una frase que circula en el inconsciente colectivo hace mucho tiempo, pero que ahora parece estar calando fuerte en algunos sectores de la sociedad. Lo cierto es que, en la actualidad, muchas personas están cambiando sus hábitos de alimentación y, en consecuencia, de vida. Ya no se trata sólo de verse bien, sino de sentirse bien y llevar un estilo de vida saludable que permita llevar una buena calidad de vida.
En esta tendencia los vegetarianos fueron pioneros. Tempranamente este grupo comenzó a reflexionar sobre la composición de los alimentos, y su proveniencia, y a revisar detalladamente los ingredientes de los productos. Luego esta actitud fue retomada desde otro lugar y comenzaron a aparecer aquellos que, por ejemplo, redujeron y hasta eliminaron -por decisión propia- las harinas de sus dietas.
Con estos cambios de hábitos, se dio lugar en la gastronomía a un boom en torno a la alimentación natural, sin conservantes ni aditivos, en el que resurgieron las dietéticas y, con ellas, el consumo de semillas, por ejemplo, y el advenimiento de alternativas más saludables para las personas que tienen celiaquía o sufren de altos niveles de colesterol. Se despertó de esta forma una clara conciencia acerca de los alimentos, sus bondades y defectos como, por ejemplo, el pan que proviene de la "masa madre", el reemplazo de la leche de vaca por la de almendras, o del chocolate por la algarroba.
Así se originaron otras maneras de experimentar el sabor de los alimentos y, a la par, nacieron nuevas ofertas gastronómicas que supieron capitalizar esta tendencia y ofrecieron opciones más frescas y naturales, acorde a las nuevas preferencias. De esta manera, en el ecosistema alimenticio se establecieron lugares en los que la promesa es garantizar un producto hecho en el día con ingredientes cuidadosamente seleccionados. Esto, además, acompañado por una visión en la que desde su arquitectura, buscan comunicar un ambiente sencillo, verde y sustentable.
Actualmente, llevar un modo de vida equilibrado no es tarea fácil, sino que más bien es todo un desafío. Sin embargo, se puede empezar con pequeñas acciones como tomar conciencia de la diferencia entre agregar azúcar o edulcorante a una infusión para no alterar su sabor genuino o perder sus virtudes nutricionales.
El objetivo que albergan las nuevas propuestas de la gastronomía local y global apuntan a reconocer cada vez más estas alternativas y adoptarlas como propias. En un mundo con graves problemas de obesidad, tabaquismo, sedentarismo y enfermedades relacionadas con malos hábitos de alimentación, la toma de conciencia es fundamental. La gastronomía está intentando hacerse cargo de esa responsabilidad.
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