¿Qué es lo que define una amistad? ¿Son códigos, historias en común, sentimientos compartidos? Quizá un poco de todo, pero sobre todo es un vínculo que trasciende fronteras, géneros y hasta especies.
La cabra Mr. G y el burro Jellybean vivían en un rancho algo perdido en el sudeste de California, junto a una docena de perros y tres vacas. Todos famélicos.
Para ellos ese tipo de vida era la regla, no habían conocido la prosperidad, ni el cariño, como tampoco un establo donde reposar durante la tormenta. En medio de ese ambiente hostil, Mr. G y Jellybean se encontraron y forjaron una relación que, a la postre, demostraría que para la amistad solo hacen falta dos y algo de soledad.
Una tarde, el Animal Place de California, en Estados Unidos, recorrió la zona y pudo ver las condiciones en las que vivían los animales. A partir de allí, comenzaron las tratativas para arrancarlos de aquel lugar y llevarlos a algún santuario, donde tuvieran una oportunidad de vivir de manera decente.
Fue entonces que Mr. G y Jellybean fueron separados y trasladados a lugares distantes para recuperar el peso y convivir con los de su especie. Lo que los cuidadores no tuvieron en cuenta -o más bien nunca supieron- es que a los animales los unía un nexo que superaba la lógica. Sí, esa pequeña cabra hiperactiva y aquel burro taciturno se extrañaban.
Los veterinario del refugio donde habitaba Mr. G observaron que la cabra de 10 años había perdido esa energía que aún estando esquelética los había sorprendido. El animal desde su llegada se había recostado en un rincón y por seis días seguido no probó bocado.
"Mr. G se niega a comer. Pasa sus días recostado en el rincón de su puesto, apenas levantando la cabeza. El personal intentó tentarla con todo lo que las cabras aman, como la melaza, grano dulce y manzanas… nada funcionó", informaron en el site del refugio.
Al principio creyeron que era un problema físico, aunque nunca antes lo habían notado hasta el momento de la mudanza. Entonces, probaron moverla a la fuerza, para ver si el cambio de posición la ayudaba a mejorar.
No tuvieron resultados hasta que un veterinario confirmó que no tenía ningún problema físico, sino psicológico: Mr. G estaba deprimida
Entonces tomaron la decisión clave, se debía traer a Jellybean desde un refugio en el otro extremo de California. Así, un valiente se ofreció a realizar el viaje de 14 horas para unirlos.
Cuando Mr. G escuchó la llegada de Jellybean se puso de pie por primera vez por su cuenta y salió a su encuentro. A los 20 minutos volvió a comer y su actitud cambió, ya que volvía a ser esa cabra enérgica que tanto los había sorprendido.
Los especialistas del refugio esta vez no quedaron asombrados con la respuesta. A fin de cuentas, los animales -como los humanos- generan vínculos que van más allá de la razón y que, muchas veces, hacen a la esencia de cada ser.