Quienes aman a los perros y adoran compartir su vida cotidiana con el animal que, más que su mascota, es como un amigo o incluso un hijo, gustan de tener mucha cercanía con ellos. Sacando a los más higiénicos y prefieren no tener contacto con sus mascotas, la gran mayoría de los dueños de perros saben lo que es llenarse de pelos la ropa o los "besos" caninos llenos de saliva en las manos, la cara o hasta la boca.
El problema radica en que los perros usan sus lenguas para explorar el mudo. Lamen el piso, a otros perros o a ellos mismo. Según el American Kennel Club, incluso, aproximadamente uno de cada cuatro perros ha comido heces fecales al menos una vez, y más o menos, uno de cada seis lo hacen como un hábito. Muchas de esas cosas, en particular la material fecal, pueden contener agentes patógenos (infecciosos) dañinos.
Por otro lado, existe una creencia antigua que reza que a pesar de que los perros tengan hábitos de higiene cuestionables, su lengua es más limpia que la de los humanos. "En realidad eso es un mito", explicó al sitio web VICE Beth Ann Ditkoff, una profesora de biología en el Sarah Lawrence College. Al parecer, la idea surgió de la observación de que los perros lamen sus propias heridas. Por lo tanto, sus bocas deberían estar limpias. Según señaló la especialista, aunque hay algunos compuestos antimicrobianos en la saliva, el hecho de que se laman las heridas está más relacionado con remover la piel muerta y la suciedad para sanar más rápido.
Ahora bien, lo peor que podría pasar después de un "beso canino" es contraer un parásito como el Toxocara canis, que es una ascáride (también conocido como lombriz intestinal) que puede causar neumonía o incluso ceguera irreversible si la larva encuentra como llegar a los ojos. "Los perros son el huésped biológico de esos gusanos, pero cuando se alojan en los humanos, pueden tener consecuencias más severas", indicó Kathryn Michel, una profesora en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos. Algunos estudios han demostrado que prácticamente cada cachorro nace con el parásito (los gatos también tienen su propia versión del gusano, llamado Toxocara cati).
Si un humano tiene un herida que es lamida por un perro, esta podría infectarse y causar lo que se conoce como celulitis. No la inflamación del tejido, sino una infección de la piel que se puede propagar y volverse peligrosa. "Algo que es menos probable pero aún así es un riesgo, podría ser que te contagies de un virus o una bacteria que causa enfermedades respiratorias o gastrointestinales", alertó por su parte Kevin Hopkins, médico de la Clínica de Cleveland.
Sin embargo, según coinciden los expertos, lo más probable es que no suceda realmente nada. "Yo dejo que mis perros me besen todo el tiempo". Dice Michel. "¿Y me preocupa? No". Para que una persona se enferme por una lamida de perro, tienen que coincidir una serie de circunstancias desafortunadas. En primer lugar, el perro tiene que tener una enfermedad o una bacteria o un parásito. En segundo lugar, es más probable que se de una infección si los perros lamen otra cosa que no sea piel saludable y sin heridas. Un rasguño o cortada abierta podría ayudar a que el patógeno traspase las defensas de tu piel. Si la lengua del canino toca partes de entrada del cuerpo como los ojos, la nariz y la boca, también aumenta la vulnerabilidad.
Incluso así, el propio sistema inmunológico humano probablemente es lo suficientemente fuerte para defenderse de los invasores. "Lo bueno es que todos los días esquivamos esa bala tanto nosotros como los perros", dijo Michel. "Si tenés un sistema inmunológico saludable normalmente no te enfermás". Ahora bien, los médicos sí aconsejan no dejar que los perros laman a bebés recién nacidos, a personas ancianas, o cualquier otra persona con un sistema inmunológico débil, por ejemplo a alguien que se somete a quimioterapia. Si sucediera, es importante lavar inmediatamente con abundante agua.
LEA MÁS:
Por qué está bien hablarles a los perros como a los bebés
¿El mejor amigo del hombre o un parásito?: cuál es el verdadero origen del perro