La hija del fundador del imperio cosmético francés L'Oréal, Liliane Bettencourt, falleció a sus 94 años. Considerada la mujer más rica del mundo por la revista Forbes, dejó un claro mensaje en el mundo de la moda.
Con una brillante trayectoria al frente de la multinacional y una importante fortuna estimada en 44.700 millones de dólares, llevaba un estilo despojado y sobrio a la hora de vestir.
La mujer más poderosa de la industria beauty mantuvo un perfil bajo, más allá de los escándalos monetarios. Fue precursora de un concepto actual como es el power dressing.
"Una mujer muy clásica a la hora vestirse. Se inclinaba por lucir prendas cómodas, de primeras marcas, pero poco ostentosas. Una línea que también mantenía en cuanto a los complementos femeninos. Sus alhajas eras discretas, anillos de una piedra, ausencia de collares o brillos", destacó a Infobae el diseñador argentino César Juricich.
Abanderada del dress code de las empresarias, cómodo y funcional, de aires masculinos, prefería los pantalones, camisa y blazer antes que las faldas y vestidos.
Por otra parte, era raro verla con estampas o paleta estridentes, salvo en algún complemento. "Apostaba a los colores femeninos pero siguiendo la línea del clasicismo", agregó el especialista.
“La sobriedad es la palabra que la define”, resaltó Juricich
Podría haber adoptado un look más suntuoso por su estatus; la única ocasión en la que se la vio llevar una pieza exclusiva fue cuando acudió a la premiación de Unesco en 2012. "Escogió la piel más cara del mercado, la de lince, un animal en extinción; pocas personas deben poseerla en su guardarropas", detalló el especialista.
Algo que también mantuvo en su beauty look es "poco maquillaje, solo con una función correctiva". Su peinado y corte no tuvo cambios durante años.