La Ciudad de Buenos Aires es maravillosa por donde se la mire. No sólo es dueña de una belleza envidiable, sino que ostenta un balance perfecto entre cosmopolitismo e impronta propia, bien porteña. Además, su oferta cultural es extraordinaria y su gastronomía no deja de sorprender a extranjeros y autóctonos.
Los cafés porteños no son la excepción. De hecho, muchos de ellos fueron espacio de debate entre importantes escritores y políticos, cuna de grandes canciones y escritos, y puntos de encuentro de artistas locales de todas las tallas. Además, por antigüedad, arquitectura o relevancia local, algunos de estos son considerados "notables" y forman parte oficial del patrimonio cultural de la ciudad.
Guía Oleo recopiló los bares notables imperdibles para disfrutar de un buen cortado, postre o plato rodeado de grandes historia.
Abrió sus puertas en 1890 con el nombre de Bar Rivadavia y comenzó siendo un lugar visitado por "malandras y caferatas" (gente de mal vivir). Esta situación dio origen a su nombre actual, inspirado en un comentario del comisario de Balvanera, que se refería sarcásticamente a los habitués como "verdaderos angelitos".
Algunas de las personalidades que visitaron este establecimiento fueron José Ingenieros, Juan B. Justo, Alfredo Palacios y Carlos Gardel. Además, era frecuentado por radicales partidarios de Alem que solían acercarse para intercambiar y discutir ideas con sus adversarios socialistas.
En 1993 cerró sus puertas y las reabrió el 19 de junio de 2007. Actualmente, tiene una decoración sobria y elegante; madera oscura, cristales, vitraux, bronces y mosaicos calcáreos que crean un ambiente tradicional, de otro tiempo. Además, en sus paredes hay 350 fotos ciudadanas seleccionadas en archivos y museos, que contribuyen a recrear el clima y el ambiente de los tiempos iniciales. Cuenta con un salón de café, sala de espectáculos y cena-show, boutique de souvenirs y sala de exposiciones y actos especiales.
Inaugurado por el poeta Rubén Derlis en 1982, este lugar se convirtió en un ámbito de referencia para la Generación del 60 (movimiento al que pertenecía) que tuvo como exponentes a Juan Gelman, Francisco Paco Urondo, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, entre otros. Además, vio nacer al Grupo de los Siete, y en una de sus mesas, Horacio Ferrer (Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires desde 1992 y de la de Montevideo a partir de 2002) conoció a Lucía Michelli, a quien le escribió un poema llamado Lulú, que más tarde sería transformado en vals por Raúl Garello.
Si bien cerró durante un tiempo, en 2008 reabrió sus puertas en la misma esquina porteña y con las mismas características de siempre.
Nació en 1927 como despensa. Actualmente, continúa vendiendo especias de todo el mundo, y transportando con su decoración a los visitantes a comienzos del siglo XX.
Este efecto se produce porque aún hoy mantiene su decoración original, con sus mostradores y estantes de roble. Tiene un sector ambientado con mesas y sillas Thonet legítimas para tomar tés y cafés tostados y molidos a la vista.
Esta confitería fue inaugurada en el año 1884 y construida con toda la pompa: fina boiserie, magníficos vitraux, mármoles italianos para los mostradores, y muebles traídos de París. Además, tuvo entre sus visitantes a la poetisa Alfonsina Storni.
Si bien cerró en 1998, la Legislatura de la Ciudad la declaró área de protección histórica, por lo que fue reinaugurada en el año 2001, sin perder nada de su encanto y elegancia.
Abrió sus puertas en 1915 y funcionó como almacén y despacho de bebidas hasta transformarse en el clásico que es hoy. Si bien es reconocido por sus cervezas tiradas y picadas, es más que recomendable para tomar café y embeberse en su ambiente histórico, con muchos detalles originales que transportan al comensal en el tiempo -aún pueden contemplarse su mostrador de mármol y vieja caja registradora-.
Es el restaurante más antiguo de Buenos Aires, y abrió sus puertas en 1864 como almacén con despacho de bebidas, clásica tipología comercial porteña de fines del siglo XIX y principios del XX.
Actualmente, cuenta con dos salones decorados con mobiliario tradicional y objetos antiguos que transportan al comensal en el tiempo; además, se pueden apreciar pinturas relacionadas con personajes de la música ciudadana, como el incomparable Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero, Homero Manzi, Osvaldo Pugliese y Héctor "Chupita" Stamponi, por ejemplo.
Se encuentra en la misma cuadra en que vivió Jorge Luis Borges toda su infancia, y nació como despacho de bebidas en el año 1900. Cuenta con un salón pequeño, tiene parte de sus paredes revestidas en boiserie y un mostrador-barra de madera sobre el que se exhiben grandes frascos de ajíes en aceite y de aceitunas. La cocina, de raigambre española, delata el origen de sus propietarios.
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