Pasea con los brazos en la espalda, su sombra se quiebra entre los adoquines y la silueta de una paloma se posa a su lado, quizá intentado salir en una foto, tal como lo hacen los visitantes que notan su presencia. '¿Quién es?', pregunta un norteamericano, desde otra punta un francés exclama '¡Gaultier!, ¡Viva la France!'.
Sonríe, saluda y se asusta cuando comienza a formarse un tumulto frente a él. Era de esperarse, aquellos que no lo conocen por su rostro, sí reconocen su nombre. Su presencia se hace real en el boca en boca y todos quieren un poco de fashion en sus vidas, un recuerdo de aquel día que en una Buenos Aires primaveral y calurosa circulaban por Caminito y allí, frente a ellos, merodeaba Jean Paul Gaultier, en lo que fue su segunda visita a la Argentina.
Pero no solo su nombre es lo que lo distingue. Lo rodea un séquito de cámaras de videos y fotos, dos, cuatro, seis, el mismo grupo que lo sigue por todos los rincones del planeta para grabar un documental sobre su vida que aún no tiene título. Quizá, asustado por la multitud, cansado por una agenda ajustadísima y maratónica, decide dialogar con Infobae sin cámaras de por medio. Un Jean Paul Gaultier puro, que decide romper los moldes una vez más, pero que siempre deja algo que le permite trascender.
Una pareja baila Tango en un pequeño escenario, los cuerpos se doblan, parecen forjarse. Él observa y se acerca con aires de malevo, seguro de que obtendrá lo que busca, toma la cintura de ella y giran como trompos para el placer de las cámaras.
Existen momentos en la vida que nadie puede olvidar. La ciencia aún no pudo determinar del todo por qué hay secuencias que se graban en el backup de la memoria y allí quedan, para resurgir ante un aroma, un color, una palabra, una textura. Y algo en su interior sucede cuando baja del escenario y vuelve a mirar a los bailarines, especialmente las medias de red de ella.
"En mis comienzos me gustaba dibujar a las bailarinas del Folies Bergère -NdR: un famoso cabaré parisino que competía con el Moulin Rouge-. Siendo niño, como a los 9 años, conocí esos vestidos espléndidos y quedé impresionado. Entonces, en una clase dibujé una mujer con medias de red. Mi maestra lo vio, me pegó con la regla en la mano y luego me hizo recorrer todo el colegio con el dibujo pegado a la espalda".
De esa experiencia, que podría haber sido traumática, Gaultier aprendió dos cosas que le serían muy útiles en toda su carrera: que aquellos que se animan a lo diferente no siempre son rechazados y que para triunfar había que llamar la atención. Y así lo hizo.
"Al contrario de lo que la maestra esperaba, mis compañeros festejaron mi pasada. ¡Incluso algunos me pidieron que dibuje mujeres para ellos! Ese día algo cambió en mí, algo pasó. Entendí que podía ser querido y a la vez aceptado haciendo lo que amaba".
Al igual que muchos genios, Gaultier no tuvo -o no necesitó- una educación formal como diseñador. El método para crear que tenía entonces no difiere en casi en nada del que mantiene en la actualidad. Al talento se lo debe acompañar con "trabajo, trabajo y más trabajo" confesó durante la charla que reunió a más de 700 alumnos en la FADU.
"Yo no estudié, soy autodidacta, siempre consumí muchos libros, cine, magazines. Yo dibujaba mucho. No hay que estar tan pendiente de la técnica porque se pierde la creatividad, hay que tener cierta distancia", comentó.
Y fue esa constancia, dedicación y perseverancia lo que produjeron que su capacidad creativa sobresaliese. Durante su juventud enviaba de manera periódica sus dibujos a los diseñadores más famosos de la época. Pero como al talento y la dedicación siempre la debe acompañar algo de fortuna, él la tuvo cuando uno de sus sketches llegó a las manos de Pierre Cardin.
-Luego de 40 años de carrera y haberse reiventado en múltiples oportunidades, ¿cómo se puede seguir creando?, ¿de dónde obtiene la inspiración?
-La espontaneidad es lo mejor para mí. Estoy abierto a todo. La observación me hace pensar. Lo esencial es tener una idea, sentir algo, ver lo que pasa en la sociedad a nivel cultural y político. Siempre estuve inspirado por la rebeldía tanto a nivel mental como a nivel estético. La creación debe reflejar la evolución de la sociedad, lo que le pasa a la gente.
-Uno de los grandes escritores uruguayos, Mario Benedetti, escribió que "la moda nunca podrá ser cultura, porque siempre pasa de moda", ¿cuál es su perspectiva?
-La moda no es frívola, un pedazo de tela puede decir mucho. La moda es el arte de vivir, un arte artesanal. La moda debe ser funcional, también puede ser glamorosa. La moda ayuda a decir muchas cosas. Y sin dudas forma cultura, es parte de quienes somos, nos identifica hasta en lo que hacemos.
Gaultier llegó al país en el marco de una gira para relanzar sus fragancias Classique y Le Mâle. El jueves ofreció una Masterclass ante más de 700 estudiantes que colmaron el aula magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires. Por la noche, fue homenajeado en el clásico café porteño de Los Angelitos, en Balvanera, del que también participaron diferentes figuras públicas vernáculas.
El viernes lo dedicó a recibir a la prensa en el Faena Hotel. Fueron varias horas de notas y fotos, pero al finalizar se dirigió hasta el Salón Berlín, barbería masculina de Palermo, para retocarse el pelo y la barba. Luego, participó de un cónclave fashionista en la Quinta de Olivos, junto a la primera dama Juliana Awada y referentes de la moda argentina.
Durante el sábado se dedicó a pasear junto a Infobae. Por la mañana recorrió el Mercado de San Telmo, donde también no paró de posar para selfies y, en algunos contadísimos casos, firmó autógrafos. De allí se trasladó a La Boca, almorzó en el Bodegón Obrero y visitó la Usina del Arte, para luego terminar su recorrido por Buenos Aires en Caminito.
Gaultier presentó su primera colección en 1976. 40 años. Muchos lo recuerdan por sus grandes hitos, como el famoso corsé con pechos cónicos que utilizó Madonna -cuenta él que en realidad ella no fue su musa, sino el osito del hijo de un amigo a quien le había preparado una prenda similar-, o conseguir que las rayas marineras lo identifiquen antes a él que a los propios marineros.
Otros saben que sus éxitos van más allá y que a lo largo de su trayectoria nunca pudo dejar el mote en enfant terrible, porque siempre encuentra un nuevo desafío, una regla -escrita o no- a la que enfrentar. Así, en la época donde se realizan campañas para aceptar la diversidad, él lo hizo antes que nadie, aún recibiendo críticas del espacio más ortodoxo de la moda y apostando por modelas fuera del margen, incluso salidos hasta de un Reality Show.
En el mundo Gaultier todo está permitido. El street wear, el cine, los tejidos milenarios, cualquier objeto puede prender su imaginación, tatuajes, tutús con camperas de cuero, ropa interior que se usa por afuera o polleras para varones.
– Usted es crítico hoy de la industria de moda. En varias entrevistas comentó que se desvirtuaron los roles de los eslabones, desde los medios y las marcas hasta el diseño. ¿Cómo se mantiene ajeno a estos intereses?
-Al principio, tuve la libertad de hacer mis creaciones sin la ayuda del marketing. Lo importante para mí es hacer ropa que me guste. También me gusta mucho hacer ropa para espectáculos, ahora estoy trabajando con un show en Berlín. Es esencial para mí tener total libertad. Cuando comencé no tenía dinero y cuando eso sucede lo que importa es la creatividad. La necesidad te obliga ser más profundo, reflexivo.
En el mundo actual cuando sos joven y empezás con un grupo económico grande te sentís muy presionado, eso va limitando la creatividad. Cuando el objetivo es hacer dinero y tener fama, no se dura demasiado tiempo.
-Entonces, ¿qué herramientas les queda a las nuevas camadas de diseñadores?
-Cuando existe una pasión verdadera por la moda lo mejor es no unirse a un grupo económico grande. Salvo que lo que se quiera sea fama y dinero, claro.
-Recibió homenajes, bailó tango, tomó café en bares notables, recorrió los mercados de pulgas, ¿qué le falta conocer de la ciudad?
-Mucho, no lo sé, por eso me gustaría volver. De lo que sí estoy seguro es de que los argentinos me conquistaron para siempre.
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