Crearon un emprendimiento, nadie les prestó atención y encontraron el truco perfecto

"Nadie nos tomaba en serio. Pensaban que éramos idiotas", comentó una de las dos fundadoras de Witchsy, una plataforma de venta de arte y ropa de diseño. La original estrategia para superar el prejuicio machista

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Penelope Gazin y Kate Dwyer,
Penelope Gazin y Kate Dwyer, fundadoras de Witchsy

El negocio no prosperaba hasta que irrumpió en escena Keith Mann, un empresario que pasó a ser la persona más representativa de Witchsy, una plataforma online que vende arte y ropa de diseño. En ese mismo momento, se abrieron decenas de oportunidades. El talento de Mann para negociar facilitó sociedades e hizo de un emprendimiento destinado al fracaso, un éxito arrasador.

Keith Mann, el hombre que allanó el camino empresarial de Witchsy, en realidad no existe. No es nadie. Es una persona inventada por Penelope Gazin y Kate Dwyer, las verdaderas fundadoras de la plataforma, para que se encargue de la negociación vía e-mail.

¿Por qué lo hicieron? A los pocos meses de iniciado el emprendimiento, las dos jóvenes empresarias se dieron cuenta de que necesitaban un tercer socio, pero con una particularidad: no debía ser mujer. Reconocieron que la comunicación en el rubro no fluía si se trataba de una mujer. Necesitaban un hombre. Entonces, lo inventaron y fueron burdas: lo apellidaron Mann.

Ambas crearon un socio hombre
Ambas crearon un socio hombre ficticio

"Estaba claro que nadie nos tomaba en serio. Pensaban que éramos idiotas", le dijo Dwyer a Quartz. Su creación respondía a ciertos lineamientos de estereotipo masculino. "Él era el clásico hombre exitoso que había jugado al fútbol americano en la universidad. Todo un devoto de su mujer con la que llevaba cinco años casado y no se llevaba bien ni con Kate ni conmigo, pero le ilusionaba participar en nuestro proyecto, si bien opinaba que deberíamos buscarnos un marido", lo caracterizó Gazin.

Antes de la llegada de Mann, los artistas y diseñadores hombres que trabajan con Witchsy las trataban con cierto desprecio, aun cuando ellas eran sus superiores. Le propinaban un lenguaje grosero, cargado de modismos machistas, como si no fueran merecedoras de respeto. Todo cambió con la aparición del socio hombre. "A Keith no solo le daban una respuesta inmediata sino que le preguntaban si podían ayudarle en algo", remarcaron.

Se hicieron pasar por un
Se hicieron pasar por un hombre para negociar con sus socios comerciales

Ponerse en la piel de Mann les permitió mostrar una actitud diferente a través de los correos electrónicos. "Como mujeres, muchas veces nos adaptamos primero a las emociones de los demás. Esto no es correcto en el mundo de los negocios. Así pudimos dejar de lado esta circunstancia", explicó Dwyer. Cuando su supuesto compañero se retiró de la compañía por "el nacimiento de su hijo", se sintieron más cómodas "siendo directas" con sus socios comerciales.

Hoy, a un año de su lanzamiento, Witchsy lleva cerca de 250 mil dólares en ventas; una cifra por demás significativa para una empresa que, según sus dueñas, no pretende transformarse en un gigante, sino ser una plataforma que permite a diseñadores independientes comercializar sus productos sin inconvenientes. En ese éxito repentino, Keith Mann, el hombre ficticio, tuvo un papel rutilante.

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