Cada país tiene su propio día del estudiante. No implica un festejo universal. En Argentina, curiosamente, coincide con mismo día que da comienzo a la primavera. Las celebraciones se funden y los parques rebalsan de niños y adolescentes.
Hace ya más de un siglo que el 21 de septiembre pasó a ser el Día del Estudiante. La fecha se eligió en homenaje al gran padre de la educación nacional: Domingo Faustino Sarmiento. Es que el 21 de septiembre de 1888 llegaron a Buenos Aires, procedentes de Asunción, sus restos.
Sarmiento había muerto en la capital paraguaya después de que su médico le recomendara alejarse del frío porteño por su delicado estado de salud, su insuficiencia cardiovascular y bronquial. En su larga y multifacética carrera como político, escritor y docente fue una pieza fundamental en la educación pública argentina y su progreso tanto científico como cultural.
En su presidencia, que se extendió desde 1868 hasta 1874, construyó 800 escuelas de primeras letras. Bajo su mandato, la población escolar escaló de 30.000 a 110.000 alumnos y buscó garantizar el acceso a la educación primaria con la creación de las primeras escuelas normales.
Cuatro años después de su muerte, en 1902, Salvador Debenedetti, de solo 18 años, por entonces presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, propuso que se homenajeara a Sarmiento con una celebración del "Día de los Estudiantes" en su casa de estudios.
La propuesta recibió el visto bueno de las autoridades y, en un principio, se festejó tan solo en la Facultad de Filosofía y Letras. Aquellos primeros festejos consistían en meros actos estudiantiles en el que sus oradores remarcaban el legado de Sarmiento y el esfuerzo del alumnado. Al poco tiempo, la celebración se extendió al resto de las facultades y, con el paso de los años, trascendió el ámbito académico.
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