Si bien en los últimos años el bullying acaparó la atención de especialistas, medios, padres y maestros, el fenómeno no es para nada nuevo. El anglicismo con que se denominó a esta forma de violencia escolar, casi siempre sistemática, recubre al fenómeno en un halo de "novedad" y hasta le otorga múltiples significados, lo que puede traducirse en que bullying significa muchas cosas y, paradójicamente, a la vez nada.
Más allá de las cuestiones semánticas lingüisticas, el bullying -compuesto por la voz 'bully', 'matón' más la terminación 'ing' que indica la acción o el resultado de una acción, en inglés- es un problema a nivel global, no un conflicto de países tercermundistas o de sectores sociales faltos de educación.
Existe en el subconsciente colectivo una idea de que la violencia es innata al hombre, una suerte de justificación evolutiva, una manera de interpretar la realidad que genera cierto nivel de tranquilidad, que sirve para eliminar la autocrítica y exime, a hombres y mujeres, de la responsabilidad de, al menos, intentar combatirla, en el fuero íntimo, micro y macro. Fue John Stuart Mill, filósofo escocés del siglo XIX, quien sostuvo que "de las posibles maneras de eludir las influencias de la moral y la sociedad sobre la mente humana, la más corriente es la de hacer responsable de las diferencias de comportamiento y carácter a diferencias naturales innatas".
Para intentar entender un poco más sobre el acoso escolar, Infobae dialogó con Alejandro Castro Santander, especialista en Gestión de la Convivencia y Prevención de la Violencia en el ámbito escolar, para tratar de discernir qué es bullying y qué no y cómo es el abordaje desde la comunidad educativa.
Para Castro Santander existe un problema grave para identificar qué es bullying y, asegura, que muchos casos son denominados así, cuando no lo son: "Dice el sociólogo español Fernández Enguita que llamar a todo acoso, es como meterse, profundizar en la noche, en la que todos los gatos son pardos".
"Sobre la violencia que se produce en las instituciones educativas no debemos naturalizar, ni minimizar, pero también es peligroso dramatizar. Por eso es tan importante ver cada caso e intervenir con mucha prudencia. Si hay algo que hemos aprendido, es que cuando se analizan de manera adecuada los hechos de violencia, no todo es lo que parece. O era un hecho grave pero aislado; no existía hostigamiento; quien aparecía inicialmente como víctima era realmente el victimario; no era una relación de violencia asimétrica, por lo tanto no existía abuso de poder", explicó.
-¿Por qué en el sistema educativo cualquier tipo de conflicto entre alumnos se trata como bullying?
-En general se suma al desconocimiento del fenómeno (llamar bullying a cualquier hecho de violencia) la gran difusión de los últimos años focalizada en el acoso entre escolares, cuando existen conflictos, indisciplinas y violencias esporádicas que también distorsionan el clima escolar pero además son más frecuentes.
También hemos encontrado organizaciones y profesionales que se aprovechan de la difusión del fenómeno bullying y dramatizando llevan "agua a su molino". Viven de la alarma social y recurren a aquella lógica que dice que para vender soluciones es necesario antes vender el problema. Para lograr esto no dudan en inventar cifras o describir una y otra vez una foto estática de la víctima, el victimario y los "otros", sin analizar lo complejo de cada situación y sin aportar soluciones coherentes a la familia y a la gestión escolar. Estos personajes desconocen las evidencias que surgen de décadas de investigación sobre la violencia en general y el acoso entre escolares, y si tener a su disposición algún estudio, lo recortan, mutilan y adecuan cifras para su beneficio personal.
El bullying no es nuevo. La línea de investigación y abordaje surgió hace ya más de cuarenta años (Heinemann 1972, Olweus 1973), cuando se le dio mayor protagonismo a este tipo de violencia frente a otros como las agresiones de alumnos hacia profesores y de estos hacia los padres de alumnos. En 1996, George Kelling y Catherine Coles publican el libro Arreglando ventanas rotas: restaurando el orden y reduciendo el crimen en nuestras comunidades, donde expresan que una buena estrategia para prevenir el vandalismo y otras formas de violencia es arreglar los problemas cuando aún son pequeños.
-¿Considera que el sistema educativo está realizando un abordaje apropiado?
-Los gobiernos escolares deberían conocer mejor esta teoría. Sin ánimo de simplificar la complejidad de la violencia, el colocar las miradas y los esfuerzos casi exclusivamente en el bullying lleva a descuidar las violencias ocasionales, lo que explica, en parte, porque es tan difícil luego restituir el buen clima escolar en algunas instituciones educativas. Las incivilidades, como dicen nuestros colegas franceses, las violencias en general son extremadamente contagiosas y, como cualquier enfermedad, mutan y, en ocasiones, se vuelven resistentes a las intervenciones "expertas".
El bullying, el acoso entre estudiantes, no nos está permitiendo ver el complejo bosque de la convivencia.
-Las pruebas Aprender determinaron el nivel educativo de los chicos, pero ¿es suficiente?, ¿cuál es el rol del bullying -o su ausencia- en la formación?
-Hace tiempo veníamos insistiendo en la necesidad de incluir en el análisis de las evaluaciones de calidad educativa otros factores asociados al rendimiento de los chicos. Afortunadamente las pruebas Aprender incluyeron, si bien no todos lo que hubiéramos deseado, algunos de estos factores no cognitivos, como es el caso del "clima escolar". Si uno analiza, por ejemplo, la percepción de existencia de discriminación en la escuela secundaria, a nivel nacional observamos que el 70% de los estudiantes de 2° o 3° lo menciona y el 60% de los chicos de 5° o 6°. Ahora bien, el bullying que es un tipo de violencia que como insiste Olweus, se caracteriza por la intencionalidad, la persistencia en el tiempo y el abuso de poder, y que para dañar utiliza distintos recursos, entre ellos la discriminación al otro (por sus buenas notas, dificultades para aprender, haber repetido, aspecto físico, elecciones personales, entre otras).
Conocer la magnitud de este indicador -que sabemos distorsiona de manera potente el clima de la escuela y es utilizado con mucha frecuencia en los casos de maltrato esporádico y también en el acoso- colabora para que las instituciones comiencen a tener una mirada más atenta acerca de qué es lo que vemos en las relaciones de los chicos y cómo se gestiona la convivencia de todos, para que en un clima de bienestar el docente pueda enseñar y el alumno aprender.
En el mundo existen numerosos programas exitosos para combatir el fenómeno como el Zero de Noruega, Proyecto Sevilla Anti Violencia Escolar (Universidad de Sevilla), Programa para prevenir el bullying de Olweus (Universidad de Bergen, Noruega, 1980), KiVa (Univ. de Turku, Finlandia), Programa Multi-Componente Aulas de Paz (Universidad de Los Andes, Colombia) o el Paz Educa (Fundación Paz Ciudadana, Chile). Todos con un eje en común, pero con sus propias características.
-¿Qué se puede tomar de estos programas para extrapolarlos a Argentina?
-Lo ideal sería que los responsables de las políticas educativas dieran un marco normativo a través de un Programa Integral, como hemos colaborado en Perú o actualmente en México donde priorizan la convivencia escolar
-¿Tiene sentido copiarlos?, ¿son aplicables al conflicto local?
-Son programas exitosos, pero en sus países. Hemos aprendido que importarlos no resulta. La causa: ninguno de ellos hace nada distinto a lo que la investigación y la experiencia viene diciendo, pero lo adecuan a su realidad, lo hacen bien y son perseverantes. No sirven importar recetas de Singapur porque está primero en el ranking mundial o de Finlandia porque es muy bueno en Europa. Argentina tiene escuelas exitosas a las que pocos se acercan a preguntarles cómo hacen con la matemáticas, la lengua o la convivencia.
-Entonces, ¿qué es lo que funciona?
-Hagamos lo que aprendimos que si funciona: trabajar la convivencia de manera compleja, integral. A esas estrategias las llamamos "multinivel", ya que actúan sobre la escuela en su totalidad, el aula, los alumnos, los docentes, los padres y el entorno de la escuela… y hacerlo todo. Sabemos que no descuidar un clima de bienestar para todos, favorece las acciones de prevención temprana: normas compartidas, capacitación docente, énfasis en los alumnos de alto riesgo, mucho trabajo con la comunidad, entre otras medidas. Pero no es solo para conversarlo sino para meterlo en la escuela y hacerlo muy bien.
-¿Cuál debe ser la actitud de la escuela?
-Necesitamos una escuela emocionalmente inteligente y para eso, priorizando la convivencia, tenemos que pensar en otro sistema educativo. Crecen las tensiones y los desencuentros y los docentes y estudiantes entregan malos resultados, porque no tienen más remedio que adecuarse a un sistema inadecuado, mediocre y emocionalmente incompetente.
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