Adriana Brodsky es amiga del tiempo. Llega al restaurante de La Dolfina sobre Figueroa Alcorta, y la reconocen al instante. Todos se dan vuelta, la miran pasar y la saludan al eco de "¡Nena!", tan sólo uno de los testimonios de admiración y respeto total hacia la "Chica de Olmedo".
La actriz y ex vedette argentina saltó a la fama por su trabajo junto a Jorge Porcel, pero definió su carrera con Alberto "el Negro" Olmedo. Brodsky hoy en día considera a su antiguo mentor un ser superior. Hoy, sin embrago, su prioridad sin dudas su familia y sus hijos. En un diálogo íntimo con Infobae, destapó sus inquietudes y pasiones, y reveló detalles sobre su carrera de la mano del mítico Olmedo.
-Sos muy familiera, ¿toda la vida fuiste así?
Hay muchas cosas que me marcaron en la vida como a todos. Pero siempre fui muy familiera. Me encanta la familia, me encantan las reuniones, me encanta todo lo que tenga que ver con el festejo, con el abrazo; juntarnos con amigos para celebrar lo que sea, con la gente que realmente tienen esa onda positiva.
-¿Como madre qué relación tenes? ¿Cómo te llevás con tu ex? ¿Cómo se llevan ellos?
Con el tema del ex siempre es una historia que prefiero no contar, pero por lo menos ellos se ven, tienen una relación especial pero es una relación al fin. Yo no tengo ninguna relación. Tengo una relación hermosa con mis hijos, siempre la tuve, de chicos y ahora de grandes. Somos muy pegotes, nos decimos todo el tiempo que nos queremos, nos abrazamos, nos divertimos mucho y hablamos en serio cuando hay que hablar en serio. Son hermosos, es lo mejor que tengo en la vida. No existe otra cosa más hermosa que el tema de mis hijos: la familia.
-Sos una "Chica Olmedo", viviste la época de Oro. Trabajaste con Porcel, que eras "La Nena" y con Olmedo como "La Bebota. ¿Qué te queda de todo eso?
Me queda el recuerdo nada más. El recuerdo de momentos hermosísimos, de haber tocado el cielo con las manos con respecto a la fama, la gloria, las luces. Para mí era Hollywood. Me queda la gratitud, darle gracias al Negro. Cuando hacia La Bebota tenía 33 años, no era ninguna bebota, era bastante grande, pero uno se producía para aparentar menos edad y el personaje daba para que fuera una chica más joven. Hugo Sofovich me decía que ese personaje era para mí.
-¿Él fue el que te convocó?
Él fue el que me llamó y me dijo "Adriana, tengo un sketch nuevo que hice. Se va a llamar 'El Manosanta' y vos sos la única que lo puede hacer".
Yo quedé paralizada de amor, de emoción. No podía creer que me estuviera llamando Hugo Sofovich y que me dijera eso.
-¿Y con Olmedo qué relación tenias? ¿Era fácil trabajar con el?
Trabajar con Olmedo era muchísimo más fácil de lo que cualquier persona se imagina. Él era tan groso, tan groso y tan elevado en todos los niveles. A nivel talento, humano, emocional. Él me enaltecía. Él, con su humildad, me hacía brillar. No había un jefe que te decía con el dedo "Hacé esto, hacé aquello". "Ojo la hora, tenés que venir temprano". Nosotros sabíamos que teníamos que ser responsables, que teníamos que saber la letra, que la joda era hasta ahí y después había que laburar. No éramos un grupete de chicas que teníamos la cabeza vacía. Sabíamos muy bien cuál era nuestra responsabilidad y él marcaba sus enseñanzas con sus actitudes y no con sus palabras, y es lo mejor que puede tener un maestro.
– ¿Hay algo que no sepamos de Olmedo que quizás vos nos puedas contar?
Yo creo que hay muchas cosas que no se saben del Negro a pesar de que siempre ha sido como muy transparente. Pienso que él guardaba cosas de mucho dolor que le habían pasado en su vida, de mucha tristeza. Tampoco él se salvó de eso. Creo que todos los seres humanos en esta Tierra tenemos un período de mucha tristeza y mucha angustia. Nadie tiene coronita en el planeta Tierra.
Yo recuerdo que una vez yo había llegado al estudio con un montón de problemas que tenía en mi vida personal. Me había peleado con mi pareja, había llegado al estudio bastante triste y él es como que lo detectaba al toque. Y me acuerdo que se acerca a mí y me dice: "Adriana, ¿cómo estás?"
Le cuento que tuve problemas con mi pareja, me puso las manos sobre los hombros y me dijo: "Adriana, vos acá sos una estrella, este sketch funciona por vos". Cosa que era mentira, funcionaba por él y por Javier Portales, ¡obviamente! Pero él sabía qué decirme para que yo no sufra más, porque él sentía que dentro mío había un dejo de mucha tristeza.
Y en un momento me mira a los ojos y me dice: "Mirá, yo en estos momentos estoy tan triste que me pegaría un tiro en la sien". Como que se le llenaron los ojos de lágrimas y yo quedé paralizada porque no sabía qué actitud tomar, no lo imaginaba. Y ahí es cuando me di cuenta de que todos pasamos por un período de mucha angustia. Todos. Creo que ésa es una parte del Negrito desconocida.
-¿Dónde estabas cuando sucedió lo de Olmedo ese día en Mar del Plata? ¿Como recordás ese momento?
Yo estaba en Carlos Paz haciendo temporada con Moria y con Mario Sánchez. Nos enteramos y nos destrozó, la verdad es que nos destrozó, como todavía nos sigue lastimando cuando recordamos ese momento. El termómetro es la calle, el taxista, el súper, el kiosco, lo cotidiano. Todavía te preguntan y te dicen: "Qué triste, todavía no lo puedo superar". Es increíble, hay cosas que todavía no entiendo. Yo creo que me voy a morir y solamente en el cielo voy a empezar a entender cosas. Acá en la Tierra hay cosas para las que realmente no tengo respuestas.
-¿Cómo quedó tu relación con las otras mujeres?
Nunca estuvimos a las patadas. Algunas cosas son mitos. Sinceramente con alguna había más onda que con otras pero nunca hubo falta de respeto. Yo me encuentro con cualquiera y es una sonrisa, te da alegría encontrarte con Silvia, con Beatriz, con Susana, con Divina. A mí me produce mucha alegría eso.
-¿Nunca hicieron un encuentro todas juntas?
No. Se ve que faltó esa unión fuerte como para generarla, quizás nos encontramos de a una pero no todas juntas. A mí me pone bien verlas si están bien y me pone triste si sé que les pasa algo
-¿Al Negro como lo definís?
Siempre va a ser un ser de otro planeta, un ser que estuvo acá para darnos alegría a todas las familias de este país y de otros países también. A mí me conocen en Miami, Nueva York, Perú y Uruguay gracias al Negro. Yo siempre voy a estar agradecida.
-¿Cuál era el talón de Aquiles del Negro?
Su talón de Aquiles te diría que eran los amigos, y sus hijos, pero por sobre todo sus amigos, que pasaban a ser parte de su familia. Todas las noches había una cena donde iban todos menos yo -como yo estaba en pareja- y no sabés lo bien que lo pasaban. Y no sabés lo que lamento hoy no haber participado de esas cenas maravillosas que tuvieron todos mis compañeros menos yo. No sabés lo que lo lamento. Cuando me preguntan si me arrepiento de algo de lo que hice en mi vida, yo contesto que sí, me arrepiento de tantas cosas, por ejemplo esto. No haber dejado mi pareja por lo menos una vez por semana para ir a estar con la gente de mi palo, de donde yo trabajaba. La verdad es que eso lo siento, lo siento todavía hoy.
-¿Cómo era trabajar con alguien de su talento?
Era una persona que tenía un talento muy especial, no era humano el talento. No podía ser que él estuviera durmiendo en los ensayos y después había que grabar y él sabia toda la letra y más también, ¿cómo es eso? Trabajé con los mejores capocómicos que hay en este país, y a mí me sorprendía. Él tenía todo en la vida, todo lo que te puedas imaginar, era tan famoso y tan querido que tenía un poder absoluto y total.
-¿Cómo son los excesos cuando uno tiene absolutamente todo al alcance de la mano?
Los excesos para mí tienen que ver con lo emotivo, con una fuerza interior que a veces no se tiene para superarlo. Todos estamos rodeados de todo. Y uno tiene que aprender a caminar sobre la oscuridad pero siempre seguir estando iluminado.
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