Independientemente de que a través de los siglos los padres de todo el mundo siempre sintieron que su propia generación era ampliamente superadora a la que les siguió, datos compartidos recientemente nacidos de estudios empíricos demuestran que a la hora de compararse con sus antepasados, los Millennials están en desventaja.
El prestigioso Pew Research Center asegura que "por primera vez en más de 130 años los adultos de entre 18 y 34 años tienen más chances de seguir viviendo con sus padres que en su propia casa o con una pareja". Aun más revelador es el hecho de que el 25% de los estadounidenses de entre 25 y 29 años hoy viven con sus padres, comparado a solo el 18% hace poco más de una década.
Expertos en sociología aseguran que los "culpables" de dicho fenómeno son varios, entre los que se encuentran sorprendentemente los mismos padres y la riqueza acumulada en hogares de grandes ciudades del mundo, lo que permitió acostumbrar a los Millennials a un estilo de vida al que no estarían dispuestos a renunciar.
El consenso general entre los padres consultados en el estudio revela que la gran mayoría coincide que los jóvenes adultos de hoy día no sabe comportarse como adultos ni tampoco cómo convertirse en uno, pero a la vez las generaciones más añosas parecerían haberse olvidado de que son ellos mismos quienes deben marcarles el camino, así como lo hicieron sus padres y los padres de sus padres.
El senador republicano por el estado de Nebraska Ben Sasse y autor del libro "El Adulto Norteamericano Desaparece" que aborda la actual "crisis de mayoría de edad" y brinda consejos sobre cómo construir la "cultura de la autosuficiencia", ofreció al Wall Street Journal su visión sobre cómo criar a los hijos para evitar alimentar la cultura reinante de los eternos adolescentes.
En primer lugar, el autor recomienda resistir la tentación al consumismo, enseñando desde muy temprana edad la diferencia entre un deseo y una necesidad. El anhelo de los padres modernos de satisfacer cada deseo de sus hijos desde muy temprana edad ha llevado a crear toda una generación de adultos que basan su vida alrededor de lo que tienen y no de los que son o han logrado.
La influencia de las redes sociales ha servido como un aliciente, alimentando aun más el ego de jóvenes al ofrecerles plataformas creadas con el objetivo de proyectar una imagen de éxito basada en la exposición online de "cosas", que pueden ir desde un par de zapatillas hasta un viaje a un destino exótico.
Un estudio de Notre Dame realizado por el sociólogo Christian Smith reveló que más de la mitad de los jóvenes consultados de entre 18 y 23 años medían su bienestar según lo que poseían y aseguraron que comprar los haría más felices, dándoles "placer instantáneo".
Pero resulta que si hay algo en lo que psicólogos, neurocientíficos, sociólogos y cualquiera que haya tenido cierto acceso a la prosperidad económica coinciden es que el consumismo no lleva a la felicidad. Allí es donde los padres juegan un rol fundamental en hacerle entender a sus hijos que las necesidades deben ser diferenciadas de los deseos.
El autor recomienda hacer viajes de fin de semana que impliquen vivir "fuera de las comodidades" de una casa moderna, como por ejemplo organizar un campamento en familia. Sasse asegura que el foco debería estar puesto en encontrar el placer en las cosas simples de la vida y sentirse grato por ellas, en vez de estar siempre deseando tener lo último y más nuevo.
La disciplina a la hora de encarar un trabajo es otro de los grandes desafíos para los Millennials hoy día, siendo probablemente una de las generaciones más laboralmente inestables de las que se tenga registro. Sasse asegura que a lo largo de los años todas aquellas personas interesantes que marcaron su vida sentían pasión por lo que hacían, independientemente de su posición socioeconómica.
El autor asegura que se ha perdido el valor que se le daba al trabajo desde temprana edad, sobre todo si se considera que generaciones pasadas motivaban a los niños a ganar su propio dinero desde pequeños, haciendo tareas sencillas en la casa o motivándolos a crear su propia "empresa" para comenzar a entender el valor del esfuerzo.
Sasse recomienda comenzar desde los dos años, enviando a los niños a buscar las medias todas las mañanas, lo que les generará una sensación de rutina. Enseñar a los niños a cambiar los pañales de sus hermanos menores, o ayudar con arreglos en la casa y en el jardín les ayudará a comprender el valor de sentirse realizados desde temprano.
El autor recomienda aprovechar los períodos de receso en verano e invierno para que los niños participen de actividades mediante las cuales puedan aprender el valor de completar una tarea y ayudar e concretar una asignación. Distintas posibilidades como granjas para niños, campamentos donde se los motive a cumplir con objetivos les enseñarán también que el hecho de no tener obligaciones por ser niños es un privilegio que no durará toda su vida.
Por otro lado, el padre de tres niños recomienda poner el foco en conectar a las distintas generaciones a pesar de la diferencia etarea que pueda existir entre niños y abuelos. Según un estudio del Boston Globe entre estadounidenses de 60 años o más, solo el 25% había discutido algo de importancia con alguien de menos de 36 años en los últimos seis meses. Si se eliminaba de la ecuación a los familiares el número descendía a sólo el 6%.
La "compartimentación" y el aislamiento entre generaciones no sería la mejor manera de criar a los adultos responsables del futuro, algo que la antropóloga Alice Schlegel ya destacaba en su estudio de 186 culturas pre industriales. En el mismo se demostró que la segregación por edad lleva a "comportamientos antisociales" y que los adolescentes adquieren habilidades sociales vitales al interactuar con personas fuera de su "burbuja de pares".
Sasse recomienda organizar actividades que involucren a niños y abuelos, como por ejemplo preparar galletas o participar de actividades en centros de la tercera edad, donde puedan construir una conexión duradera con personas mayores que no necesariamente tienen que ser de su círculo familiar.
Otro aspecto fundamental a contemplar es el que concierne a los viajes en familia, los cuales deben tener un sentido y no ser simples vacaciones que los padres usan como excusa para desligarse de sus responsabilidades, mientras sus hijos son entretenidos por terceros mediante distintas actividades de lúdicas o deportivas.
Sasse recomienda evitar los grandes grupos e itinerarios controlados e intentar alejarse de entornos familiares para los niños, involucrándose en otras culturas, idiomas y gastronomía. Esto resultará especialmente valioso para adolescentes, lo que les hará apreciar las comodidades de su propia vida como la satisfacción de probar cosas nuevas y experimentar.
El autor asegura que más allá de las posibilidades económicas, no es necesario volar al exterior para generar una experiencia significativa para los niños y destaca que es más importante "el cómo que el dónde". El objetivo es poner a los jóvenes en una situación que los coloque fuera de su "zona de confort", viviendo situaciones a las que normalmente no están expuestos.
Por último pero no menos importante, Sasse destaca la importancia de aprender a leer y hacerlo de manera consistente no como una actividad pasiva frente a una pantalla, lo que requerirá de atención, compromiso y el cuestionar lo que se lee. Según un informe de la Oficina de Estadística Laboral de los EEUU, el norteamericano promedio hoy lee solo 19 minutos al día, y menos aun si se analiza a los jóvenes.
El autor recomienda primero incentivar a los niños a que se conviertan en lectores por cantidad, motivándolos a que cumplan con objetivos anuales de por ejemplo 100 libros cortos por ciclo. La lectura por calidad será el próximo objetivo, alentándolos a que desarrollen sus preferencias personales por títulos más complejos que requieran de un mayor análisis y de una lectura en profundidad.
Sasse asegura que las ideas y recomendaciones compartidas en su libro son solo propuestas con la idea de ayudar a enfrentar el enorme desafío de criar a los adultos del futuro, elaboradas con la intención de que los jóvenes de hoy no sientan terror a la idea de crecer.
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