El futuro de las nuevas generaciones debe ir de la mano con el avance de la tecnología. Es la expresión que marcan las grandes sociedades del mundo, en donde la educación -poco a poco- va mutando hacia una inclusión total de los niños y adolescentes al mundo tecnológico, dentro de la currícula escolar.
En Argentina, en los últimos años y desde el Ministerio de Desarrollo Social, se han implementado una serie de políticas con el objetivo de potenciar el conocimiento de los más pequeños y también facilitar el aprendizaje a través de la inclusión digital. La entrega de netbooks gratuitas y la ampliación de sectores con wifi ayudan pero no bastan para que el cambio generacional ocurra.
Tal demostración viene de la mano con un estudio realizado por Microsoft en el Barrio Carlos Mugica de la Ciudad de Buenos Aires, en una encuesta que tuvo a 100 adolescentes entrevistados (viven 2000 allí), de 15 a 18 años, para descubrir su rol y perspectiva en un tema que excede al mero conocimiento tecnológico.
La inteligencia artificial, la transformación de empleos, el modo de hacer negocios o las formas de pago comienzan a cambiar en todo el mundo y son impulsadas por los seres humanos. Es por eso que durante el estudio, los jóvenes realizaron un curso de programación de una hora para luego contestar algunas preguntas que arrojaron datos interesantes.
El informe indicó que el 100% de ellos, al regresar a sus casas, no cuenta con conexión a Internet, salvo la proporcionada por su celular (limitada al crédito que tengan por consumir). Es decir, ninguno de ellos puede continuar lo aprendido o realizar las tareas en sus viviendas. El 80% debe hacerse cargo de sus hermanos, y el 90% dedica su tiempo libre a las tareas domésticas.
Si bien la investigación fue enfocada en uno de los tantos sectores vulnerables que posee Argentina, se intentó demostrar que existe tal capacidad de los chicos para desarrollar y producir, pero la carencia de tiempo y conocimientos en la escuela provoca las mayores inequidades con aquellos adolescentes que pueden dedicar su tiempo libre a explorar estos mundos.
El milagro de Singapur, el país que hizo de la educación la llave maestra para su transformación económica y social https://t.co/fxMQ6QfNUL pic.twitter.com/UqTbkWF5pn
— infobae (@infobae) 7 de diciembre de 2016
“Un adolescente debería poder ser adolescente. Hacer lo que quiera en su tiempo libre. En este caso, la falta de wifi es un problema, pero no resuelve la disyuntiva. Los jóvenes no saben utilizar el Word y solo lo usan para copiar y pegar una información de Internet que luego imprimirán y llevarán al colegio”, expresó Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación y líder de la investigación.
Además agregó: “No basta con entregar computadoras, porque es la política más fácil. Hay que enseñar cómo usarlas y qué beneficios pueden obtener de ellas”.
¿Qué hacen cuando nada hacen?
En algo coinciden todos los adolescentes, de aquí o de cualquier parte del mundo con acceso a un smartphone o tablet y a una conexión digital: el 100% de ellos utiliza su tiempo libre para bucear en Facebook, Instagram, Snapchat y YouTube. Solo el 50% dedica algún momento para realizar la tarea de la escuela, pero ninguno busca información adicional a la requerida.
“En el futuro, el celular será ‘pantalla única’ para los adolescentes. Hoy, quienes cuentan con este beneficio, también encuentran su división entre los que pueden llegar a sus casas y acceder a una computadora o tablet y quienes solo dependen del smartphone”, dijo Jorge Cella, director nacional de Tecnología y Filantropía de Microsoft Argentina.
El gran objetivo es copiar lo que otros países del mundo han implementado en el último tiempo: Suecia, por ejemplo, implementará una innovador plan en la educación inicial que busca “digitalizar la escuela”, integrando la programación a las clases de matemática y tecnología.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), entre las competencias digitales que deben abordar los sistemas educativos está la de promover el pensamiento crítico, la resolución de problemas, el espíritu de colaboración, la creatividad, entre varios factores que facilitaría el conocimiento de la programación.
En Argentina existen carreras universitarias, tecnicaturas y cursos de programación, pero la deuda pendiente es incorporar la programación como una materia más, herramienta que no solo servirá para el crecimiento personal de los individuos, sino para potenciar un país en todas sus áreas.
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