La explicación científica de los eclipses solares es clara: la órbita de la Luna y el Sol están sincronizados de manera que el satélite se encuentra entre la Tierra y la estrella. Sin embargo, la peculiaridad del fenómeno, el impacto que penetra en las retinas al visualizar la estrella "apagándose" repentinamente, llevó a que en muchas culturas se construyeran mitologías llamativas, curiosas, algunas graciosas.
A lo largo de la historia al evento astronómico se lo asoció como un precursor de desastres naturales, de la muerte o caída de un gobernante, o profecía apocalíptica que marcaría el inicio del fin del mundo. La mezcla de miedo y el encanto causado es tan fuerte que dio pié a que con el tiempo surjan rituales y creencias, algunos de los que aún hoy permanecen vigentes.
Leyendas milenarias y disimiles entre sí, los habitantes tuvieron distintos conceptos sobre la razón de la aparición de un eclipse anular de Sol, tal como el de hoy. Los mayas, por ejemplo, pensaban que la luna intentaba devorar al sol, el Dios supremo y lo interpretaban como símbolo de lucha entre los dos astros y suponían que anunciaba una guerra. En cambio, un mito hindú reza que el demonio Rajú se apodera del vino de la inmortalidad, que solo beben los dioses. Al tomarlo, el sol y la luna lo acusan con Vishnu, quien le corta la cabeza. Rajú, en venganza corre atrás de los astros para castigarlos.
Los mongoles, en tanto, creían que el demonio Araco perseguía al Sol y a la Luna para devorarlos, por lo que la población debía gritar con gran fuerza para que el fenómeno cese. Mientras que en Perú existe un mito en torno a que el astro, enojado con el pueblo, les quitaba el calor y la luz, algo visto como un presagio de calamidades.
Los habitantes de la antigua China representaban los eclipses con un dragón devorando el sol. Con el fin de ahuyentar al dragón, preparaban todo tipo de ceremonias, las cuales siempre cumplían su objetivo, puesto que la Luna siempre terminaba apartándose y dejaba ver el Sol de nuevo. Dos días antes del eclipse solar de 2009, el gobierno chino les pidió a los científicos que informaran todos los detalles y explicaran en qué consistiría el suceso, para "eliminar cualquier pánico y superstición".
Creencias que se mantienen en la actualidad
Tal vez la más popular de las leyendas recae en las mujeres embarazadas, quienes no deben hacer contacto visual con el eclipse solar porque provoca que el bebé nazca con manchas en la piel, pecas y deformaciones. Otros aventuran que el fenómeno adelanta el parto y que los recién nacidos en esos días tienen dotes especiales y son más inteligentes. La ciencia se encargó de comprobar que no existe relación alguna en ninguno de los casos.
Otra falsa creencia es que no se puede observar al sol cuando está totalmente cubierto porque podría generar ceguera. La realidad es que el sol puede dañar los ojos si se lo mira directamente, pero no cuando está totalmente cubierto, porque no irradia la misma luz dañina.
Están los que piensan que la Luna está furiosa durante el eclipse y trae consigo mal humor o situaciones que alteran la estabilidad de algo. Algunos acusan a los eclipses de ser responsables de cambios en el carácter, peleas y rupturas de pareja.
En la India la tradición sostiene que si los rayos del sol no tocan el suelo, los microbios se propagan más rápido. Es por ello que los gurús recomiendan realizar ayuno completo, debido a que el funcionamiento del cuerpo sería confuso por la falta de referencia al sol.
Recomendaciones para alejar los males
Entre tanta historia de fantasía detrás de cada eclipse, también hay espacio para los consejos con el fin de no "padecer" las consecuencias. Usar ropa interior de color rojo, prender alfileres en la ropa, llevar un puñado de llaves en cada bolsillo, poner unas tijeras bajo la almohada o detrás de la puerta en forma de cruz son algunos de los curiosos métodos.
La extravagante lista sigue: permanecer en un lugar del hogar donde no llegue la luz del sol y de la luna, salir al patio del hogar con un espejo a la hora exacta del eclipse y reflejar la luz del sol para que el eclipse "se coma a sí mismo" y tocar un silbato o un tambor para "espantar" al fenómeno.
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