El fin del verano y el retorno a las actividades implica volver a una rutina dejada de lado. Dietas poco saludables, descanso entrecortado, días enteros de juegos y una elevada exposición al sol son los principales ingredientes de las vacaciones, un cúmulo que puede generar un desequilibrio en el correcto funcionamiento de las defensas y desencadenar enfermedades. Los niños, los más expuestos: la escuela, guarderías y plazas son lugares de transmisión de una gran cantidad de enfermedades.
Factores como el cansancio constante, dolores musculares sin justificación y alteraciones del cabello son indicadores de un organismo debilitado. Para no caer en ello, con solo ciertas modificaciones en los hábitos diarios bastarán para elevar las defensas. Reforzar el sistema inmunológico es el primer paso para evitar que el organismo sea susceptible a contraer infecciones.
Cumplir con el calendario de vacunación y realizarse consultas periódicas con pediatras, odontólogos, otorrinolaringólogos, y oftalmólogos son algunas de las principales recomendaciones. Para afrontar el periodo escolar sin inconvenientes, desde el Instituto de Inmuno Oncología indicaron una guía con los hábitos saludables para los más pequeños.
Hacer ejercicio: los ayuda a relacionarse, a asimilar mejor los valores del equipo y de la solidaridad. Entre los amplios beneficios favorece la conciliación del sueño por las noches, mejora el estado anímico, fortalece el estado cardiovascular, ayuda al control del peso y aumenta las defensas.
Pasar tiempo al aire libre: tomar sol de forma moderada es fundamental para que que el cuerpo asimile mejor la vitamina D.
Hábitos de higiene: lavarse las manos antes de comer y tras ir al baño y ventilar su cuarto, evitan en cierta medida los contagios.
Dormir al menos 7 horas diarias: muchas funciones reconstituyentes y reparadoras se realizan durante el sueño, que debe ser de unas 7 a 8 horas ininterrumpidas aproximadamente.
Fomentar el consumo de agua: estar bien hidratados es esencial para todas las funciones del cuerpo, incluyendo el sistema inmunológico. Deben tomar al menos de 6 a 8 de vasos de agua al día.
Alimentación, la base de una buena defensa
Uno de los desafíos con los niños es hacerlos comer de todo. Para no confrontar con la respuesta negativa de los más pequeños, se puede innovar en sabores y texturas en la preparación de comidas que incluyan todos los agregados vitamínicos esenciales. Un menú balanceado, con proteínas y carbohidratos para mantener la generación y reparación celular y el estado energético óptimo.
Vitamina C: reduce la severidad de cuadros gripales. Algunos alimentos con este suplemento: kiwi, cítricos, melón, pimiento y tomate.
Vitamina A: contribuye a mantener las barreras mucosas. El hígado, los huevos, los lácteos y algunas frutas como cerezas y melón contienen un nivel alto del aditivo.
Vitamina E: aumenta la respuesta inmunológica. Está presente en aceite de germen de trigo, de soja, cereales, pan, arroz, pasta integral, aceite de oliva, vegetales de hoja verde y frutos secos.
Carnes, pescado, mariscos, huevos aportan una buena cantidad de hierro y de vitamina B, que además se encuentra en cereales, legumbres, frutas y verduras de hoja verde.
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