6:30 am en la base naval, escollera Norte de Playa Grande de Mar del Plata. Se puede observar la salida del sol, los rayos se sumergen en el agua, como pétalos ondulantes invitan a los curiosos a buscar una gran foto. Aunque el foco de todos, en realidad, se encuentra la majestuosa corbeta Drummond, de armada argentina, la cual fue escogida por miembros del YCA (Yacht Club Argentino) ante un pedido formal a las fuerza para poder escoltar el trayecto olímpico más importante de la últimas décadas.
Infobae no estaba allí para despedir a ningún marino, mucho menos para fotografiar los caprichos de Febo sobre las aguas gélidas de las Costa Atlántica, sino para ser parte de una aventura, un viaje de día y medio en altamar, adoptando la vida de los tripulantes.
La razón es conocer a la Drummond, que será la guía, la vigía, la protección de la clásica regata Buenos Aires-Río de Janeiro, que comenzará el próximo 11 de febrero. Esta vez, el trayecto unió Mar del Plata con el puerto de Buenos Aires, donde esperará la llegada de los más de 80 veleros que llegarán de todo el planeta para ser parte de la competencia.
A las 8: 30 AM los oficiales de alto rango junto al resto del equipo comienzan abordar el gran navío para su partida. Todo está listo y bajo un clima de protocolo naval, se inicia la primer etapa del viaje. Destino: Buenos Aires.
El ruido de los motores junto a la extracción de humo negro del eje central del barco anuncian la salida del puerto. El entusiasmo y la ansiedad captan los rostros, es el momento de explorar la profundidad, el infinito, ese horizonte al que nunca se parece alcanzar.
La famosa corbeta Drummond, de origen francés, forma parte de la flota de tres barcos similares de la marina cuya función actual consiste en el patrullado marino. Fue adquirida por las fuerzas en el año 1978 y su función en aquella época radicó en el combate bélico. Participó como buque de apoyo en varios conflictos como el del Beagle y en la Guerra de Malvinas.
La historia que envuelve a este navío se puede sentir en su interior, sus pasillos reducidos, escotillas escondidas y cuadros conmemorativos de cada expedición, permiten comprender la importancia de esta flota para cada uno de los tripulantes a bordo.
"El barco Drummond se encontraba en muy mal estado, con la ayuda de los oficiales se puedo restaurar casi por completo. Los egresados y miembros de la tripulación aportan ideas y fuerza de trabajo para poder acondicionarlo día a día y hacer nuestro trabajo, el cual se centra en contribuir con la seguridad marítima", afirmaron a Infobae oficiales a cargo del navío en el comedor oficial.
Por la tarde y entre el intenso movimiento del barco, la calma empieza a inundar los pasillos y camarotes. La excelente organización cubre por completo cada uno de los puestos y otros esperan su turno de guardia entre libros e historias con los compañeros de embarque. Ya para esta instancia, la cocina se empieza a preparar para la cena de los 96 tripulantes a bordo, todo está estrictamente organizado para lograr un viaje placentero y sin sobresaltos.
Al esconderse el sol, al rededor de las 9 PM, en el salón principal, se realiza un agasajo para despedir el mar, se está ingresando al imponente canal del Río de la Plata y es el comandante de la corbeta, Daniel Marcelo Jara, quien da los honores y vela por un buen viaje restante. Pese al protocolo, existen espacios de recreación donde se refuerzan los conceptos de camaradería, vinculo esencial para afrontar las grandes travesías interoceánicas.
Posterior al encuentro, las luces se apagan por completo en el interior del barco y solo iluminan los estrechos pasillos las luces rojas de emergencia que siguen en funcionamiento. Es aquí donde ya, después de un largo día, el océano empieza a afectar a muchos de sus tripulantes y la enfermería empieza colaborar para calmar el denominado "mal de mar".
Con la llegada del amanecer el puerto de Buenos Aires ya está cerca, se puede observar los imponentes edificios desde lejos, el viaje está por llegar a su fin por un breve periodo, ya que el sábado 11 de febrero todo se volverá a repetir una vez más. Pero esta vez será por aproximadamente 20 días, con la función de custodiar la regata desde cerca. El compromiso, el amor por el mar, la dedicación por el rol social asumido se guardan solo por unos días con el fin de volver a su lugar de origen donde la sensación de libertad alcanza su punto máximo de plenitud.
LEA MÁS: