Acciones. Acciones que se vuelven hábitos. Hábitos que se vuelven tradiciones. Tradiciones que se vuelven costumbres. Se instalan sin que nadie se dé cuenta. Al poco tiempo se naturalizan y pasan a formar parte del día a día. Las playas argentinas no están exentas de ciertas costumbres inevitables que se perciben en cada jornada veraniega.
El mate
Cuando el sol cae, cerca de las 19, el ritual comienza. En todo grupo que se aprecie de tal, hay un especialista. El cebador intuye que conoce secretos que ninguno de sus compañeros maneja. Acompañado de churros o facturas, el mate comienza a circular en la ronda. Una vez que se termine el termo, la jornada playera, también, estará finalizada.
La guitarreada
Otro clásico de las playas autóctonas. A la misma hora del mate, cuando ya los balnearios se encuentran más despoblados y hay supremacía del público joven, la guitarreada se vuelve otra tradición. Con la criolla en mano, el encargado comienza a hacer sonar algunos acordes a los que, al poco tiempo, se suman las voces de la ronda.
Las publicidades voladoras
Una extraña tradición que se impone en cada verano. Algunas marcas apuestan por hacer llegar sus productos de un modo poco convencional. Cuelgan afiches en la parte trasera de avionetas que sobrevuelan los mares de la Costa Atlántica. Muchas veces, se trata de boliches que, a partir de un megáfono, repiten una y otra vez su increíble oferta nocturna.
El diario
El rango etario es claro. Adultos mayores que no se criaron de la mano de las nuevas tecnologías y aún conservan la tradición de informarse a partir del papel. Normalmente son los veraneantes que primero se instalan en la playa. Desde bien temprano buscan al vendedor para hacerse del matutino. Estos playeros adquirieron, a lo largo de los años, una impresionante habilidad que les permite mantener la firmeza del diario pese al viento típico de los balnearios locales.
Las peleas entre los veraneantes
La joven que se levanta de la lona donde tomaba sol y sacude la arena sin tomar ningún recaudo. El niño que sobrepasa los límites de su carpa y se instala en la vecina. Un pelotazo que impacta en una mujer que descansaba en su reposera. Múltiples son las razones que motivan discusiones y hasta encontronazos entre los veraneantes. Una triste -aunque inevitable- tradición debido a la visceralidad de los argentinos.
El clásico "fulbito" cuando cae el sol
El momento tan ansiado llega cuando las playas ya están despobladas casi en su totalidad. Al lado de la orilla, en una cancha sín límites claro, con solo dos arquitos construidos con ojotas. "¿Les falta uno?", pregunta alguien con la intención de sumarse al partido. Al poco tiempo, quedan definidos los dos equipos que jugarán un largo rato, hasta que la visibilidad lo permita.
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