Según un estudio de Universum Global, en el año 2020 los Millennials representarán el 50% de la fuerza laboral. Y tienen una visión muy distinta del lugar que ocupa el trabajo en su vida. El promedio de duración máxima de los Millennials en un puesto laboral es de dos años, ya que esta generación no busca más hacer carrera en la empresa o estabilidad a largo plazo, sino mayor libertad y flexibilidad. Pero esto es sólo la punta del iceberg.
Son depresivos y tienen baja autoestima. ¿Por qué? Según el orador motivacional anglo-estadounidense Simon Sinek, todo tiene que ver con el contexto y la forma en la que fueron criados. Sus padres les dijeron que eran especiales y que podían conseguir todo lo que se propongan con sólo quererlo. Pero, al entrar al mundo laboral, se dan contra la pared y su autoestima baja. Además, haber crecido en el apogeo de la Era de la Información, donde la conexión constante es moneda corriente, los ha transformado en seres impacientes.
"A los Millennials, que son un un grupo que nació aproximadamente después de 1984, se los acusa de creerse merecedores, de ser narcisistas, egoístas, sin objetivos, vagos", aseguró Sinek durante una charla ante jóvenes Millennials. Pero en vez de hacer énfasis en sus supuestos defectos, el experto decide profundizar en cambio en los aspectos que los convirtieron en lo que son.
"Lo que ocurre es que los líderes les preguntan a los Millennials: '¿Qué quieren?'. Y los Millennials les responden: 'Queremos trabajar en un lugar con objetivos, queremos crear un impacto. Queremos comida gratis y puffs'. Así que alguien piensa algún tipo de objetivo, pone mucha comida gratis y puffs, pero, por algún motivo, ellos siguen sin estar felices. Eso pasa porque hay algo les sigue faltando".
Según el gurú, hay cuatro claves que determinan la personalidad de estos jóvenes: cómo los criaron sus padres, la tecnología con la que crecieron, la impaciencia y el ambiente de trabajo al que ingresan.
"La mayoría de los Millennials creció bajo estrategias de crianza que fallaron. Por ejemplo, les dijeron que eran especiales, les dijeron que podían conseguir todo lo que quisieran en la vida sólo con quererlo. Algunos entraron a las clases más difíciles no porque lo merecían sino porque sus padres se quejaron, y algunos se sacaron las mejores calificaciones no porque se las ganaron sino porque los profesores no querían lidiar con los padres", relata Sinek haciendo referencia a su primer punto.
"Este grupo de personas se gradúa, consigue un trabajo y en un instante se da cuenta de que no es especial. Sus mamás no pueden conseguirles un ascenso. Uno no gana nada por llegar último, y no se obtiene algo sólo con quererlo. Y, en un instante, la imagen que tienen de sí mismos se rompe. Así que hay una generación entera que crece con una autoestima más baja que generaciones anteriores".
En segundo lugar, el experto hace énfasis en que esta generación está creciendo en un mundo donde reinan Facebook e Instagram. "Somos buenos en ponerle filtros a la realidad. Somos buenos en mostrarles a los demás que la vida es increíble, por más de estar deprimidos".
El uso de las redes sociales y los smartphones hace que se libere un químico llamado dopamina, por eso uno se siente bien cuando recibe un mensaje, explicó: "A todos nos pasó de sentirnos un poco tristes o solos y mandamos como 10 mensajes a 10 amigos diferentes. Por eso contamos los 'Me Gusta'".
A esta generación que sufre de baja autoestima y que no tiene los mecanismos para lidiar con el estrés se le agrega la impaciencia. Crecieron en un mundo de gratificación instantánea. "Uno quiere comprar algo y entra a Amazon y llega al día siguiente. Quiere ver una película y entrá a una página, no hay que ni que fijarse los horarios. Si uno quiere ver un show de TV, puede verlo todo de corrido, no hay que esperar una semana para el próximo capítulo".
Todo lo que uno quiere, hoy en día se puede tener al instante. Todo lo que uno desee. Gratificación instantánea. Pero hay unas excepciones: satisfacción laboral. Los jóvenes llegan al mundo laboral pensando que son especiales y se dan cuenta de que no lo son. Dicen que quieren crear "un impacto", pero a los 8 meses están poco satisfechos y deciden renunciar. No tienen paciencia, ni logran motivarse. Y aquí entra en juego el cuarto punto, según Sinek.
"Tomamos a este fantástico grupo de jóvenes a los que la vida les jugó una mala pasada y no es su culpa, y los ponemos en un ambiente corporativo, al que le importan más los números que los jóvenes. Les importan más las ganancias a corto plazo que la vida a largo plazo de este ser humano", afirma. Pero no todo está perdido: "Me gustaría que la sociedad y sus padres hubieran hecho un mejor trabajo, pero no lo hicieron. Cuando entran a nuestras empresas, nosotros tenemos que hacernos cargo. Nosotros tenemos que idear formas de aumentar su autoestima, tenemos que hacer esfuerzos extra para enseñarles habilidades sociales que se perdieron. No debería haber celulares en reuniones de trabajo. Ninguno".
De esta manera, el orador asegura que la satisfacción laboral es algo que ocurre, pero a largo plazo. Las empresas deben lograr "reparar" a una generación que fue criada en un contexto tecnológico que afectó su personalidad, y bajo métodos de crianza que se probó que no sirven. Los Millennials pronto serán la mitad del mercado laboral, y las compañías son las que tienen que encargarse de que logren alcanzar su máximo potencial.
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