Iván Noble (48) tiene placeres simples: con una reposera, un libro y tal vez un vaso con alguna bebida espirituosa que lo acompañe siente que gran parte de su verano está resuelto. Instalado aquí, donde hace un programa de radio en la FM de Cariló todas las tardes desde la arena, vuelve mañana a los escenarios. Será el protagonista del primer show masivo del verano en Pinamar. Desde las 20, en la Plaza Bolivia (avenida La Plata y avenida Central), se presentará en el marco del programa provincial Acercarte.
"Los shows al aire libre suelen ser más festivos. Armaremos una lista con lo que imaginamos son las que sabemos todos", adelanta Noble, en una charla con Infobae que se termina desviando hacia algunos de los temas que le importan al autor de Avanti morocha: el poder de la palabra, el excesivo culto a la vida sana, la sospecha de que los gurúes espirituales nos están engañando con algo y los riesgos de la corrección política.
–¿Esto de tocar en la Costa te lleva a lo que hacías en los comienzos de Los Caballeros de la Quema en Villa Gesell?
-Claro. Las inferiores las hicimos en la playa, años y años yendo a Gesell y alquilando casas para cinco donde entrábamos quince. Poníamos plata para tocar en los balnearios.
-Ahí surgieron muchas de las bandas que luego formarían la movida del rock barrial.
-Absolutamente. Me acuerdo de Los Decadentes, de Blues motel, de Los Piojos. Eran épocas donde la calle era de las bandas. Sólo tenías que conseguir un negocio que te preste un 220 y enchufar lo poco que había que enchufar. Fue una época muy divertida.
-¿Veinte años después, quizá, lo mejor que te podría pasar sería tocar en vivo desde tu casa por YouTube?
-¡Ese es mi sueño! ¡Moverme lo menos posible de mi casa! Armar el living como si fuera un mini teatro y tocar ahí y transmitirlo por streaming. Ojalá algún día pase porque a esta altura me cuesta bastante hacer un bolso y viajar.
-Pero el último show que diste en Buenos Aires fue en Niceto y tocaste al palo, como en los viejos buenos tiempos.
-Sí, tuvo un tufillo adolescente. Me gustó mucho.
-¿Te hizo pensar en volver a hacer shows con gente parada y transpirada?
-Cuando me hice solista me di cuenta de que el asunto era más plástico, más anfibio. Puedo hacer shows acústicos, en trío, solo con la guitarra, en lugares chicos y también en lugares grandes con la banda entera y apostando al volumen y la testosterona.
-El poder es la canción.
-Cada vez más creo en la canción. Eso no va a morir.
La charla es interrumpida por dos nóveles adolescentes que miran con asombro al autor de Sapo de otro pozo. Le piden una selfie y él accede. Tienen poco más de la edad de su hijo Benito, de 11. Cuando se van, Noble reflexiona con una sonrisa: "Generaciones que se renuevan, no deja de ser rarísimo ahora que todo es tan veloz y hay tanta información".
-Hablando de tecnología y el paso del tiempo. ¿Qué hubiera ocurrido si a tus 16 tenías Happn o Tinder en tus vacaciones gesellinas?
-Hubiese sido una carnicería, jaja. Uno tiende a creer que uno creció en la calle a fuerza de labia y de mirar a los ojos y de robar besos en el minuto 92. Y cree que eso lo formó y le dio una consistencia que no tienen ahora los pibes, pero yo qué sé. Al fin y al cabo Tinder y Happn no son otra cosa que lo que hacíamos nosotros cuando entrábamos a los boliches y empezábamos a dar vueltas para volver a encontrar a esa chica que habíamos visto en la avenida 3.
-¿Estamos cada vez más solos o con las redes sociales estamos diversificando las relaciones humanas?
-Mi primer impulso es decir que estamos cada vez más tarados y solos. Pero tal vez ahí se anida otro tipo de comunicación que desconocemos y no tenemos perspectivas para ver. Al final es todo lo mismo: gente que busca gente, olvidarnos por un rato de que somos criaturitas frágiles. Cada like es un mimo a duras penas, pero mimo al fin.
-¿Qué pensás del culto a la vida sana? ¿Quiénes nos invadirán primero: los chinos o los seres de luz?
-Los contadores seriales de calorías son tipos condenados a lo más gris de la existencia. No se puede ir por la vida mirando etiquetas de galletitas de salvado. No me imagino a esa gente emocionada, perdiendo los estribos, fuera de su propio foco en el buen sentido.
-Es la búsqueda por alargar la existencia.
-¡Pero a qué precio! Un día saliste a la ruta después de desayunar cereales, jugo de frutas orgánicas y almendras y de frente viene un camionero con 560 de colesterol que se quedó dormido y te la puso. La vida es un chiste absurdo. Es como un bolillero y el Riverito de barba es un tipo burlón.
-Esto no quiere decir que quieras morir joven. Nunca hiciste culto del reviente.
-Detesto el culto al reviente. Yo me quiero morir a los 114 años pero si el precio es inventariar las calorías, no.
-En Mar del Plata la Policía le revisa las heladeritas a la gente que va a la playa, en busca de alcohol. ¿Las prohibiciones no contribuyen a que los excesos sean más atractivos?
-Revisar heladeras en las playas (salvo que sea a menores) es absurdo. Soy un señor mayor, vacunado, que puedo decidir tomarme un gin tonic ahora mismo. Lo único que falta es que no se pueda beber en patas en la playa. Para eso me voy de vacaciones al Instituto del Diagnóstico.
-Tus gurúes no son los que enseñan a respirar, entonces.
-Alrededor de la idea de la salud y del bienestar hay toda una serie de chantapufis siniestros. Si tuve gurúes fueron los músicos y los escritores. Y casi ninguno fue abstemio.
-Todos "hermosos perdedores", como la novela de Leonard Cohen.
-Y sí. Yo quiero crecer rodeado de Henry Milleres o de Onettis. A mí me gustan los tipos que viven en la cama tomando vino. O Vinicius de Moraes, que escribía en la bañadera mientras bebía whisky. Esa gente no necesitó tener que aprender a respirar. ¡Al contrario!
-¿Qué le hubiera pasado a Vinicius si hubiera escrito Garota de Ipanema en esta época?
–Y… Edmundo Rivero no podría haber cantado la mitad de su repertorio.
-¿Corremos el riesgo de pasarnos de la raya con lo políticamente correcto?
-Es un tema delicado y hay una responsabilidad social muy grande de los tipos que subimos al escenario. Pero siento que en algún punto hay situaciones que se están volviendo un poco contraproducentes. Se pone el foco en tonterías y no donde hay que ponerlo: en la violencia de género, en construir comisarías de la mujer, hogares para chicas que son cagadas a palos. Tenemos que ser un poquito menos solemnes.
-¿Un concurso de belleza es un acto criminal?
-Se me hace difícil pensar que ser la Reina Nacional de la Corvina signifique ser cómplice de una sociedad machista y criminal. Hay chicas que en sus pueblos tal vez sueñan con eso y son formas de validación. No hay que ser tan crueles. Y si vamos a condenar eso, bueno, entonces quisiera creer que no le vamos a pagar más a Pampita 10 mil dólares para que vaya a lugares. Tal vez son una bobería los concursos de belleza. Pero no es lo mismo una chica arrastrada de los pelos en Formosa a un prostíbulo que una que durante tres meses va al gimnasio para tratar de ser la Reina del Jamón Crudo no sé dónde. Si no, vamos a terminar viviendo con túnicas y burkas. El problema de la violencia de género es muy serio. Pero hay que atacarlo sin tribuneo.
-¿Qué te da menos terror, que aparezca tu hijo Benito con la camiseta de River o tatuado con "Si sucede, conviene"?
-Que venga con la camiseta de River. Y firmada por Gallardo. ¡Eso puede tener remedio!
-No se entiende por qué convendría que suceda que aparezca un tiburón y te coma una pierna.
-No. Y la gente que sufre desgracias en serio, tampoco. Es una época de seres de luz insensatos.
-Tenés una horda de chicas que te declaran amor y otras cosas por Instagram. ¿Por qué nunca se habla de la cosificación de los hombres?
-A mí me encanta que me cosifiquen. Soy una cosa vieja y abollada que disfruta todavía de ese malentendido.
-Además de tus discos, estás haciendo radio y escribiste un libro de poemas con Washington Cucurto. ¿Te considerás un tipo ya más de la palabra que de la música?
-Sí. Me encanta hacer radio y poner las canciones que me gustan (algunas las elige mi compañera Ayelén Velázquez). Y ahora estoy intentando terminar de darle forma a relatos cortos, que son una especie de bitácora emocional de giras. Son cosas actuales de cuando salgo a tocar que me disparan hacia atrás. Tenía ganas de escribir relatos y descubrí que lo que tenía más a mano era mi propia historia, después de un tiempo de leer muchos libros en la tónica de la literatura del Yo.
-¿Hay algo mejor en verano que sentarse a leer?
-Nada. Leer, descorchar y, por favor, no contar calorías.
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