Pinamar corre una carrera contra el (paso del) tiempo. Los antiguos balnearios, enormes construcciones levantadas frente al mar con piscinas y hasta canchas de fútbol o paddle, pasaron trágicamente de moda y quedaron allí como dinosaurios apostados en la orilla. Mientras el mundo deposita su esperanza de supervivencia en los recursos renovables, esta ciudad sufre la amenaza de la erosión de la playa y su potencial consecuencia: el fin del turismo.
Por eso, durante 2016 el gobierno municipal sacó del freezer una ordenanza sancionada en 2009 y apuró a los 46 paradores (de Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló) para que tiraran abajo sus vetustas edificaciones. El éxito fue parcial pero el resultado es prometedor: 23 balnearios estrenaron en enero su nueva arquitectura, mucho más amable con el entorno y hecha con materiales livianos y desmontables.
Según cálculos oficiales, cada parador invirtió unos 5 millones de pesos en la demolición y la construcción de las nuevas estructuras. En muchos casos las obras se hicieron contrarreloj. Posta Sur, un clásico de la zona céntrica, arrancó en octubre y todavía está ultimando detalles, con servicio parcial en el restaurante. Cocodrilo, uno de los balnearios emblemáticos de esta ciudad, demolió en septiembre y a ocho días de arrancada la temporada tiene casi todo listo.
"La ciudad está vieja y aburrida. Este cambio le va a venir muy bien. Suma un montón. Ahora falta que la Municipalidad cumpla con renovar la Avenida del Mar", remarcó a Infobae Marcela Crespo, propietaria de Posta Sur y secretaria de la Asociación de Concesionarios de Playa local, quien invirtió unos 400 mil dólares entre demolición y nueva estructura. Según sus cálculos, los recuperará en seis años. La licencia de cada balneario dura 15 años con posibilidad de renovarlo por otros cinco.
El Municipio obligó a los paradores a construir sobre pilotes, a un metro y medio de altura sobre la arena, para permitir que los movimientos naturales de la playa no sean obstruidos. Además, determinó que la construcción se corra hacia el continente en algunos casos hasta 50 metros. Muchos balnearios ahora están sobre lo que eran sus estacionamientos. Las estimaciones oficiales indican que se ganaron alrededor de 20 mil metros cuadrados de playa.
Cocodrilo, por caso, estaba emplazado sobre una superficie de 2.800 metros cuadrados construidos en los años 80 y ahora tiene 300. El resto es arena. "Los balnearios eran una obscenidad, con una estructura fuera de moda y servicios delirantes para la playa. No hace falta que la gente se venga a depilar acá", comentó entre risas Pedro Vidauli, encargado de Cocodrilo.
"Cuando se levantaron estos balnearios había una idea de hacer algo europeo, pero estas playas no tienen nada que ver con las de allá. Acá es importante mantener el entorno y eso estamos buscando ahora: volver a lo natural", explicó a Infobae el intendente de Pinamar, Martín Yeza.
El cambio se previó en dos etapas. A algunos -los de las zonas más complicadas con la erosión de la playa- se los emplazó a hacer los cambios para esta temporada. El resto lo hará durante este año. Sin embargo, siete paradores que debían hacer las obras en 2016 le dieron batalla al Municipio y congelaron judicialmente su obligación.
Gracias a la presentación de recursos de amparo y medidas cautelares, lograron aplazar la inversión. El caso más significativo es el de CR, el parador elegido por empresarios y políticos, entre otros, Sergio Massa, que sigue con su estética de antaño.
De palabra, hay un acuerdo con la Comuna para que CR empiece la demolición en abril. Sin embargo el intendente Yeza, conocedor de los bueyes con que ara, es más que cauteloso: "Soy escéptico. Quiero firmar y que ocurra. El año pasado nos dijeron lo mismo y ahí lo tienen todavía".
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