Un golpe de suerte. Estar en el lugar indicado en el momento justo. Pasar de ser un trabajador austero a convertirse en millonario en un instante. Khalid Al Siani, un pescador de Omán, lleva 20 años arriba de un barco modesto que heredó de su padre ni bien cumplió la mayoría de edad. Hace pocos días, su vida dio un giro de 180 grados.
Hoy Khalid tiene en su casa más de 2 millones de dólares, desplegados en su cocina. Son 75 kilos de vómito de ballena que repercuten en ganancias extraordinarias. "Estaba terminando de pescar cuando percibí un olor muy desagradable a lo lejos. Me acerqué y ahí estaba, desparramado en el agua", le contó a El Mundo.
El pescador se encontraba en pleno trabajo en las aguas de Qurayat, una aldea pequeña en donde la principal actividad es la marítima. Khalid detectó el hedor que emanaba el vómito seco de cachalote. Lanzó su cuerda y logró capturar los 75 kilos que flotaban en el agua. Los llevó a su casa y los puso a secarse al sol. Luego, partió la pesca en múltiples pedazos y ahora solo le queda esperar por una exorbitante oferta.
Pero, ¿por qué el vómito de ballena se vuelve tan caro y codiciado? En parte, por la dificultad que tiene conseguirlo y más en tal cantidad. Su uso posterior está establecido como aromatizante en perfumes, tabaco, incienso para el té o la comida afrodisíaca. Además, también contiene propiedades medicinales. Por ejemplo, sirvió como paliativo de la peste.
Cada kilo de vómito de cachalote mide su peso en oro. Su mal olor inicial se explica porque el intestino del animal acumula la comida que ingiere proveniente de las profundidades del mar. Mayormente su dieta se basa en grandes calamares -algunos de hasta 250 kilos- los cuales promueven la creación de un exceso de bilis, que después se llamará ámbar gris y puede provocar dos reacciones opuestas en el animal. Por un lado, el cachalote logra expulsar el exceso de bilis y sobrevive. Por otro, el intestino de la especie colapsa y, por ende, la ballena revienta. Los carroñeros se aprovechan de la situación y devoran el cadáver, lo que permite al ámbar ver la luz y quedar flotando.
Khalid Al Siani estuvo en ese preciso instante. Se adelantó al resto de los pescadores. Captó el ámbar gris -el oro marítimo- antes que ningún otro. Años de esfuerzo, de un salario modesto, tienen su premio gracias al oportunismo. Hoy Khalid ya duda con respecto a su futuro. No sabe si continuará con su oficio o dedicará su vida a su familia. Tiene la posibilidad de elegir.
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