Podría dedicar el resto de sus días a contemplar todo el camino transitado. A disfrutar de los logros que consiguió a lo largo de sus 28 años, a pesar de haber soportado momentos complicados durante su infancia en Crumlin, un pequeño barrio al sur de Dublín, en Irlanda.
Pero no. Mejor sí hablar de ciertas cosas. Conor McGregor consiguió sobreponerse a un crecimiento sin ostentaciones, aceptando lo poco (o mucho) que podían darle sus padres en ese entonces. Fue allí, durante un tiempo extenso, donde el acoso escolar por ser el más bajo y débil de su clase lo hundieron en una depresión a la que no le encontraba salida. Pero a los 16 años se inició en una disciplina que lo salvó para siempre: las artes marciales mixtas (MMA, su sigla en inglés) fueron su escape y cable a tierra para defenderse de aquellos que lidiaban con él.
Su andar siempre estuvo acompañado de un estilo llamativo. Caminó las calles irlandesas tarareando alguna canción de la hinchada del Manchester United con el anhelo de poder plasmar en su vestimenta todo lo cool que se sentía por dentro.
Y lo logró. El irlandés, primer y único luchador en ganar dos títulos en dos divisiones diferentes de la MMA, vive para subirse al tren del dinero, aquel que le borra su pasado y lo ubica en el puesto 85 de la lista de la revista Forbes que engloba -en este caso- a los deportistas mejores pagos del planeta.
Su derroche económico tiene un origen cercano. Antes de convertirse en el mejor luchador de la UFC (Ultimate Fighting Championship, en inglés) cobraba unos bonos de asistencia alimentaria para poder comer -unos 188 euros semanales- y seguir así con su sueño de convertirse en una estrella mundial. En la actualidad, come en la mesa de los ricos, con ganancias de más de USD 22 millones y combates que superan los USD 4 millones por su participación.
McGregor no vive en Irlanda, se mudó a Nueva York junto a un equipo completo de profesionales para su entrenamiento. Y allí pasa sus días, inmerso en un extravagante nivel de vida. Su perfil es bastante alto y es común verlo pasear en un Rolls-Royce Ghost personalizado, en donde uno de sus laterales lleva la inscripción Notorius. Un chiche de USD 350 mil que también posee en su garage Cristiano Ronaldo.
A la hora de vestirse, el luchador no mira etiquetas ni pregunta precios. Según relató el sastre personal de McGregor, el luchador gasta entre 4.000 y 10.000 dólares por cada traje a medida; y antes de cada combate encarga entre 8 y 10 unidades, lo cual supone un gasto en moda de entre 32.000 y 100.000 dólares previos a cada combate. "A mí lo único que me interesa es vestir bien y patearle el culo a mis rivales", aseguró el irlandés.
"Cada diseño que hago para él me lleva unas 60 horas. Le encanta llevar los trajes perfectamente a medida, pero su tamaño cambia continuamente según cada pelea, por lo que tenemos que adaptarnos todo el tiempo", dijo su sastre.
"Con los gimnasios, los coches, transportes, vuelos, alojamientos, estimo que estamos hablando de un campamento de USD 300 mil por pelea. Es enorme el gasto, pero lo que hago también es grande. Teniendo en perspectiva toda la situación, es un gasto pequeño", explicó McGregor, quien se declaró enemigo del ex boxeador Floyd Mayweather, al que le pidió USD 100 millones para pelear con él.
Además de sus entrenadores, John Kavanagh y Owen Roddy, el irlandés tiene como empleados a un masajista, a un entrenador de cardio, un entrenador de movimiento, un nutricionista y varias parejas de sparring. También hay un equipo de seguridad que siempre acompaña al luchador y un equipo de producción que graba los videos promocionales para su web.
LEA MÁS: