Dos equipos. 4 jinetes por lado. Cada jugador lleva un taco, parecido a un palo de golf. Los partidos se dividen en máximo ocho tiempos -que se llaman chukkers- de 7 minutos. El objetivo: convertir en un arco formado por dos postes de mimbre a 7,3 metros de distancia entre sí. El que anota más, gana. Las reglas básicas del polo son simples y casi unánimemente conocidas, pero el polo envuelve muchos más factores que los del juego. A veces más importantes que el propio juego.
En el coqueto barrio de Recoleta, en el majestuoso Alvear Hotel, en su terraza con imponente vista, se realiza la presentación de uno de los equipos que más crecimiento cosechó en los últimos años. Alegría, que sumó apellido a su nombre y pasó a llamarse Alegría Assist Card. Las marcas como parte de los nombres de los distintos equipos es una tendencia que se esparció. A ellas les deben la "banca" de la temporada de la Triple Corona, que reúne Tortugas, Hurlingham y Palermo, los máximos torneos locales.
El polo es juego y también es su peculiar entorno que lo rodea. "La atmósfera tiene de todo. Es un ambiente muy tranquilo, al que podés ir con la familia y sentir de cerca a los protagonistas. Tenés al 'campero' que le gustan los caballos y el deporte y al que va por el show, a la parte de status social. Lo bueno es que todas se conjugan a la perfección y cada parte sirve para el deporte. Son partes que conviven con normalidad", comentó a Infobae el periodista especializado Darío Welschen, director del sitio Prensa Polo, un blog que reúne a todos los torneos autóctonos.
En la terraza del Alvear se pasean personalidades de los más variados ámbitos. Desde la moda, Ricky Sarkany llega pasada la hora pautada y entra en conversación con otros de los invitados. Desde la actuación, Facundo Arana está entre los presentes por su estrecho vínculo con el sponsor que le permitió escalar el Everest, el objetivo de su vida. El actor se detiene a hablar con Infobae, pero su primera frase es que desconoce por completo de qué se trata el polo.
"Cuando llegué arriba fue una locura -cuenta sobre su escalada al Everest-. Muchos años de haber soñado algo que cuando ocurre decís '¿está pasando esto?'. No lo podés creer". Facundo Arana comenzó a hacer montañismo en 2003 y desde ese momento no se detuvo. Ya había intentado escalar el punto más alto del mundo en 2012, pero no lo había logrado, según él, por la pésima organización.
La nueva aventura le demandó 45 días. "Todos los días pensé que no llegaba. Todos los días era pensar en bajar y abandonar, pero me decía a mí mismo 'quedate un poquito más' y lo logré", relata. Facundo Arana también es parte de esa diversidad que atañe al polo.
"El polo es sin dudas un deporte de tradición familiar. Se pasa de generación en generación. Si tu padre jugaba al polo, aunque sea de manera amateur, seguramente termines jugando al polo", explicó Welschen. Argentina tiene una vasta tradición en el deporte. Se la considera la principal potencia mundial. Alegría es uno de los equipos que se encuentra más cerca de destronar a Dolfina y Ellerstina, los campeones de siempre. Guillermo Caset, Hilario Ulloa, Fred Mannix y Lucas Monteverde conforman su formación actual.
Guillermo Caset, en el mundo del Polo no es Guillermo, sino el Sapo. Es un delantero notable que hace gala de sus 10 de handicap, la máxima valoración. Hace tres años, el Sapo estuvo al filo de la muerte por una bacteria letal, llamada estafilococo aureus, que lo dejó en coma. Superó esa enfermedad y volvió a montar. "Fue un año muy difícil para mí. Pasé por una situación fea de salud. Hoy me siento muy bien, muy fuerte en todo sentido. Por eso, como dicen, lo que no mata fortalece", se emociona.
De acuerdo a los propios polistas, el 70% del conjunto son los caballos. Los cuidados que se le brindan al animal son de orfebrería. "Los que usan los de alto hándicap tienen una preparación increíble, con personas solo dedicadas a su cuidado: cada caballo tiene un petisero, que a su vez tiene un jefe, veterinarios, herreros, un piloto (el que lo prepara para la competición) y después viene el jugador", puntualizó el periodista Welschen.
Hilario Ulloa es el otro integrante del equipo con 10 de handicap, otro destacado atacante. Recién obtuvo esa calificación: "La tomo como una responsabilidad. Me obliga a entrenarme cada día más y a ser un ejemplo adentro de la cancha", dice. Al equipo lo completan Lucas Monteverde, el de mayor experiencia, y Mannix, un canadiense que hace 10 años se radicó en el país y parece haber aprendido poco del idioma.
"Se dice que los equipos o jugadores no ganan plata. Y puede que sea cierto. Pero estos torneos lo juegan por prestigio y trabajo", dice Welschen. Los polistas viven de su handicap porque los posiciona para conseguir trabajo en el exterior. Distintos patrones acaudalados contratan sus servicios para poder jugar con ellos. Para vivir la experiencia de jugar con los mejores. Además, el caballo también forma una industria millonaria. Desde la venta de pura sangre, embriones y hasta clones de los animales.
En la final de un abierto de Palermo, un caballo insignia se fracturó una pata. "Que lo salven como sea", expresó su dueño Adolfo Cambiaso -la máxima figura del deporte a nivel mundial- ni bien se bajó de Aiken Cura. La solución mágica fue clonar al animal y, desde entonces, la práctica proliferó.
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El evento en el Alvear ya llega a su fin. En la terraza circularon los canapés más exóticos que se hayan visto. Los asistentes disuelven los pequeños círculos de diálogo que habían formado y ya se alejan del sol primaveral. Entre los invitados, también están tres integrantes de la selección de rugby. Martín Landajo, Nicolás Sánchez y Agustín Creevy, el capitán, que bromea: "Me encanta andar a caballo, pero soy zurdo y a esto se le pega con la derecha. Soy malísimo con la derecha. No le quiero sacar la cabeza a nadie".
Más allá de las diferencias obvias entre los deportes, el Puma encontró similitudes entre el rugby y el polo: "En ambos se vive un ambiente de valores, familia, de alegría. También los equipos conviven mucho tiempo juntos y se forman lazos muy fuertes". El clima de camaradería impera entre los Pumas y los polistas de Alegría. Se ríen, intercambian celulares y se despiden con promesa de un asado. Armonía en la diversidad. De eso también se trata el polo.
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