Daniel González se conmueve. Mientras dice sentir "alegría por haber conocido gente buena", no puede censurarse un brote de emoción. Son los efectos emocionales de un compromiso que adoptó en un viaje de placer. Junto a su mujer Karina Lucas son coleccionistas de piedras. De vacaciones en Misiones, conocieron más que el paisaje, la naturaleza y el ecosistema. Conocieron las necesidades de gente humilde, desamparada.
Su excursión de ocio y relax se convirtió en un acto de conciencia solidaria. "Una tarde que volvíamos de las Cataratas, vimos sobre el camino algunos puestitos que eran de 'Guapoy', una de las aldeas guaraníes que existen en Puerto Libertad. Decidimos ver lo que vendían, unas orquídeas que habían sacado de la selva. Les compramos varias, eran una hermosura", contó Karina.
Nunca se imaginaron que a partir de ese momento su viaje cambiaría completamente. "Es una zona muy carenciada, viven en una pobreza extrema. Una de las mujeres mayores de la tribu le agarró la muñeca a mi esposa y por lo bajo le preguntó si les podíamos llevar colchones, ropa y algo de comida", narró Daniel. El compromiso se pactó de modo automático.
"Ahí nos encontramos con un panorama desolador. Vimos mucha gente, muchos chicos que precisaban ayuda. Y por otro lado, llegamos a barrios carenciados pegados a la Mina de Wanda y a los chicos también les regalábamos dos kilos de galletitas por día, se desesperaban por subirse a la camioneta para pedirnos cosas y nos pedían zapatillas por si volvíamos. A raíz de eso pensamos que teníamos que volver". La conclusión de Daniel estimuló una voluntad por transformar una realidad impactante.
Cuando regresaron a Buenos Aires comenzó el proyecto. A través de la difusión por Facebook, los mensajes de texto y el boca en boca, comenzaron a juntar las donaciones. Así fue que en Semana Santa, con una combi cargada de cajas, con comida, y ropa, partieron rumbo a Misiones para intentar sanar algunas de las grietas que surcan la comunidad Guapoy, una de las 116 aldeas mbya guaraníes que conviven hoy en la provincia del noreste argentino. Entregaron cajas de galletitas, 180 pares de zapatillas, ropa de todo tipo, varias pilas de frazadas, colchones y 200 guantes -los lugareños hacen pozos para sacar piedras que luego comercializan-. Las donaciones también impactaron directo en un barrio carenciado de Wanda, una localidad perteneciente al departamento de Iguazú, y en "Piecitos Colorados", un hogar de niños judicializados.
El matrimonio de Lanús ya prevé un segundo viaje, inspirados en la risa estampada de aquel niño que no sabía cómo agradecer cada falta que se le llenaba. Y convirtieron piedras preciosas, su objeto de pasión, en comida, ropa, juguetes, su obra solidaria. Para su excursión de diciembre ya tienen varios palets armados en el garage de su casa de alimentos no perecederos, ropa, libros, vajillas, cocinas, heladeras, vajillas. Y cientos de llamados de donantes que quieren sumarse a la cruzada misionera. Estiman para fin de año llenar un camión entero con el material reunido y quedarse suficiente tiempo para repartirlo.
Lea más: